LIBROS
«Un libro que son recuerdos y opiniones, viejas anécdotas y pequeños retratos, descripciones de lugares emblemáticos y melodía de barrio»

Loquillo
Paseo de Gracia
ROCA EDITORIAL, 2025
Texto: CÉSAR PRIETO.
José María Sanz —Loquillo en su faceta artística— va a superar con sus libros el grueso de su discografía a poco que se aplique algo más. Y eso que es difícil. Con el tiempo, ha ido desgranando volúmenes en los que el narrador marcaba su biografía, pero en este Paseo de Gracia el narrador parece estar un punto por encima, no narra nada, si acaso comenta. ¿Y qué es lo que comenta? Pues su percepción de lo que ha sido su ciudad y de lo que es ahora, así que el libro es, a la vez, memoria y crónica social de la calle.
El inicio ya se nos revela sorprendente de por sí. Loquillo está en un aeropuerto, de hecho, en varias de las páginas vuelve a instalarse en él. Lo asombroso es que, lejos de verlo como un no lugar, es simplemente su lugar. También vuelve en ocasiones a su barriada del Clot, a su padre, defensor de la legalidad republicana, al piso de sus abuelos y al entierro de su madre, quizá las páginas más sentidas. El retrato de barrio es sutil, voces en sordina en aquellos años y miradas que lo dicen todo.
Son paisajes que conozco, el Tibidabo y el antiguo Parque de Atracciones de Montjuïch, el canódromo que estaba frente a mi casa, los chiringuitos de la Barceloneta, la Avenida de la Luz, a la que dedicó una canción… Y, desde luego, bares, como el Tabú o Les Enfants Terribles. Le interesa destacar, y en eso es recurrente, que en los últimos años setenta, en la calle, la confusión era lo natural y nada estaba prohibido. O, más bien, como el cambio político dejó algunas cuestiones legales en el aire, no se sabía lo que estaba prohibido, así que —ante la duda— se permitía casi absolutamente todo.
Como no podía ser de otra manera siendo Loquillo, hay páginas dedicadas a la cuestión catalana y otras a la supresión de los toros en Cataluña. No se ata la lengua y reparte a diestro y siniestro a unos políticos que son su bestia negra.
La segunda parte del libro se centra más en cómo fue su ciudad, una Barcelona subterránea y oscura, de barrio chino y libertad. Y aprovecha para recomendar algunos buenos libros sobre la ciudad, con mención extra para Paco Candel y, sobre todo, para su admirado Francisco Casavella. Quien se lleva todas las prebendas es el Paseo de Gracia, tan señorial, su rincón preferido de Barcelona ahora, lleno de recuerdos también, con su drugstore, que le permite hablar de todos los que ha tenido la ciudad. Y de nuevo vuelta a los lugares de su adolescencia: las Ramblas, els Tres Tombs, el mercado de San Antonio o la tortillería Flash Flash.
Por supuesto aparece, en menor medida, la música. Hay páginas dedicadas a la rumba catalana y viejas historias de rockers. Y actuales, que algunos de esa generación, ya próximos a la pensión por parte del estado, todavía creen necesario defender la pureza del género. Las páginas que los retratan son irónicas, no se preocupen. No deja del todo la música, puesto que en el epílogo sitúa un repertorio de canciones sin discriminar. Son las que le vienen a la mente, traídas por el inconsciente. También hay un listado de películas que harán las delicias del lector para montarse su propio cine club.
Todo esto, y más, lo encontrarán ustedes en el libro, un libro que son recuerdos y opiniones, viejas anécdotas y pequeños retratos, descripciones de lugares emblemáticos y melodía de barrio. Un gran ensayo de primera mano sobre lo que fue y lo que es Barcelona.
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Anterior crítica de libros: Alaska y otras historias de la movida, de Rafa Cervera.



















