LIBROS
«El lector habrá trazado una nueva historia del cine que, a la que quiera seguir curioseando, le va a dar para mucho»

Javier Memba
Malditos, heterodoxos y alucinados
EFE EME, 2025
Texto: CÉSAR PRIETO.
Historias del cine hay muchísimas. Generalistas en varios volúmenes, de un solo género, de un solo periodo… Sin embargo, todas siguen los mismos patrones y parecen cortadas por los mismos criterios: la lista de películas emblemáticas coincide, los estándares de calidad sancionan las mismas cintas y los focos iluminan únicamente unas estancias; todo lo demás, queda en sombra. Por eso, libros como Malditos, heterodoxos y alucinados, de Javier Memba, son enormemente necesarios, porque iluminan esas habitaciones en penumbra y establecen un recorrido alternativo por lo que no todo el mundo conoce. Prepárense a acudir a la otra historia del cine, que la oficial ya está muy manida.
Publicadas las entradas de las que se compone el libro en la web de cine Zenda, el autor las ha ordenado en una progresión más o menos cronológica, aunque la estructura del libro es una miscelánea en la que los temas se encadenan. El cine mudo —en el que la figura de Buster Keaton se destaca una y otra vez— volvió a fascinar a los niños de los años sesenta desde las pantallas de la televisión. El cine del Tercer Reich —aquí la figura destacada es Marlene Dietrich— propició el éxodo alemán y centroeuropeo a Hollywood. A partir de aquí se van ligando secuencias en un continuum que llega casi hasta nuestros días.
Hay capítulos para el cine francés, desde el realismo poético de Jean Vigo o Marcel Carné —y la impecable El muelle de las brumas—, hasta la nouvelle vague y Jean Seberg. El cine italiano aparece menos, pero si hay un motor que empuja toda la historia son las criaturas de la noche, el cine de serie B, con Roger Corman de paladín portando la bandera, los monstruos inimaginables y la cadena que lleva al fantaterror español, despreciado aquí, pero tenido en el resto del mundo como uno de los periodos más gloriosos del cine de terror. Y sobre todo Hollywood.
El periodo clásico tiene entradas sobre Gene Tierney o Judy Garland, tiene capítulos sobre la caza de brujas, tienes avances técnicos como el Cinemascope y la época de Natalie Wood, que conecta con el cine de sedición juvenil, ese que se alió con otra arma de ataque contra los adultos: el rock and roll. El grupo más presente: The Rolling Stones, que vienen de la mano de Anita Pallenberg o Marianne Faithfull en el mismo capítulo que da cuenta de Jane Fonda o David Carradine.
Ya hemos hablado de que el fantaterror español cuenta con capítulo propio. Son fascinantes las historias de Patty Shepard o Sandra Mozarowsky. Y más la de Jess Franco y su musa Lina Romay, o la de Inma de Santis y Waldo de los Ríos, época que enlaza directamente, casi solapada, con el cine de destape, que también tiene su capítulo, con Laura Antonelli o la malograda Nadiuska.
Poco a poco, en el libro aparecen menos escenas y más personalidades al margen, tipos extraños como David Cronenberg, alucinadas de los setenta (como Drew Barrymore, Margot Kidder o Margaux Hemingway) o muertes antes de tiempo, en el capítulo que cierra la obra y que va desde Sharon Tate a River Phoenix.
En conjunto, el lector habrá trazado una nueva historia del cine que, a la que quiera seguir curioseando, le va a dar para mucho. Podrá rebuscar y enfrentarse a películas desconocidas que pueden fascinarle y atender a comentarios y curiosidades sobre ellas, podrá ver a los actores sabiendo que después —o durante— engrosan la categoría de juguetes rotos, recorrerá todas las drogas y estupefacientes y se dejará llevar por un estilo que precisa el dato, pero a la vez sabe emocionarse. Y el lector también se emocionará, claro que sí, porque poco o mucho, en unos o en otros momentos, se va a reconocer.
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Anterior crítica de libros: El barón Wenckheim vuelve a casa, de László Krasznahorkai.



















