Kickless kids, de The Mayflies USA

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DISCOS

«Encontrarán todo el sabor de las emociones clásicas, estribillos memorables, melodías hermosas, guitarras que vibran y naturalidad»

 

The Mayflies USA
Kickless kids
YEP ROC, 2025

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Carolina del Norte es un bastión de buen pop de guitarras dentro de los Estados Unidos. The dB’s, The Spongestones y muchos más son de la zona, entre ellos, estos The Mayflies USA, de curiosa historia. Formados en 1996, entre el año siguiente y 2002 aparecieron cuatro álbumes casi seguidos. Y luego —con algunos esporádicos conciertos—, el vacío. Pasan veintitrés años y, sin previo aviso, aparece un nuevo disco de la banda con tres de los miembros originales y el único añadido de un nuevo baterista. Y la sorpresa es mayúscula, porque es un disco básico, sin artificios, pero bien pulido; con armonías y guitarras que destacan sin llegar a ser rockeras.

El disco comienza con sonidos de lluvia y truenos en “Thought the rain was gone” y esas guitarras que entran a piñón para un medio tiempo que se recrea en la melodía, con leves subidas, coros suaves y algún pequeño solo. Nada más, pero todo resulta una maravilla. Otro medio tiempo es “Less lost”. Con una impresionante soltura en la melodía y unos coros que se van superponiendo en un perfecto collage hecho con escuadra y cartabón. Y más electricidad a paso tranquilo en “Come on down”, con sus luminosos juegos de cuerdas y sus hechuras de clásico.

Y es que ahí están The Raspberries, Big Star y Nick Lowe, como en “Calling the Bad ones home”, medio melancólica, medio alegre en sus palmas, como la de esos magos que te ponían la piel de gallina únicamente con guitarra, bajo y batería. Sobre esta base, se asientan en ocasiones, dos caminos. El primero es el de temas más acústicos, como la que da título al conjunto o “Summer kept slippin”, casi una nana country; por otro lado, “Twilight’s alright”, mucho más rugosa, a la que atemperan unos juegos de voces que se solapan en espiral.
Todo el disco está plagado de canciones que no tienen nada de especial, excepto lo bien hechas que están, como “Cabbagetown”, con su estribillo lleno de colorido, o “Railway spine”, en que la batería marca los compases a la perfección y la voz juega con la guitarra, la arrastra, se calma, la deja que haga un solo…

E incluso hay llegadas al territorio de Bruce Springsteen en “Roll it down the line”. Podría pertenecer perfectamente a The river y, de hecho, posee una estructura que recuerda a “I wanna marry you”. Incluso la voz tiene esa textura cordial y ronca a la vez de Springsteen. Y también, como muchas otras de esas antiguas canciones, tiene mucho de himno, con esa multitud de voces que se suman al final.
Hay muchos grupos de este aire, pero desconocidos. Grupos de amigos que hacen bonitas canciones que los ligan cada cierto tiempo, y este es uno de ellos. Mi consejo es que le den un tanteo, encontrarán todo el sabor de las emociones clásicas, estribillos memorables, melodías hermosas, guitarras que vibran y naturalidad. La emoción de la música. ¿Pueden pedir algo más?

Anterior crítica de disco: Odysseús, de Herman Düne.

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