50 canciones para entender el siglo XX, de Ricardo Aguilera

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LIBROS

«Uno de esos libros que se coge y no se deja, y tras una canción quieres otra, y tras un hecho histórico, otro; porque el lector sabe que, en el fondo, las canciones están hablando de su vida»

 

Ricardo Aguilera
50 canciones para entender el siglo XX
EFE EME, 2025

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Es bien sabido que cualquier objeto artístico tiene raíces en la sociedad en la que ha brotado. Pueden ser las fuertes raíces de un roble o las milimétricas de un diente de león. No existe la torre de marfil o, si aparentemente un artista se refugia en ella, también nos está comunicando una relación con la sociedad. Los pintores, los literatos o los arquitectos beben —algunos más, otros menos— de su realidad, y quien seguramente necesite más riego sean las canciones de carácter popular. Desde los goliardos, los minnesänger alemanes y nuestras cantigas de amigo —en las que el amado es reclutado por el rey—, entre líneas o abiertamente, podemos descubrir cosas sobre el entorno. La poesía popular nos comunica más de lo que leemos.

Es por ello que Ricardo Aguilera, en 50 canciones para entender el siglo XX, ha tenido la excelente idea de recopilar cincuenta tonadas del siglo XX y como extra algunas del XXI, y descubrir en ellas películas de la historia que, en muchos casos, nos ha pasado por encima. El autor conoce bien el asunto, puesto que desde 1982 está ligado a la prensa musical en medios escritos y sobre todo en la radio, donde ha ejercido múltiples tareas. Precisamente en un programa de radio, El Contexto, que Ricardo dirigió y presentó durante siete temporadas en Radio 5, hacía lo que en este libro: atacar la música desde su contexto social político y geográfico. Son canciones que se sitúan en un contexto histórico y en las cuales la información importante aparece entre líneas.

¿De dónde vienen la carabina 30-30 y la cucaracha de los corridos mexicanos?, ¿en “Georgia on my mind” se habla realmente del estado norteamericano?, ¿cuál es esa extraña fruta a la que cantaba Billie Holiday? Son preguntas que tienen explicaciones curiosas, que son el relato de una época, igual que explica nuestra época el hecho de que la ultraderecha cante canciones de la resistencia antifascista sin saberlo.

El libro despliega un recorrido cronológico, así que después de esto llega el rock and roll y la Tamla Motown, sin olvidar alegres exotismos como “Pata pata” o “Sukiyaki”. Y, entre medias, algún ejemplo hispano que le alegra a uno el corazón al ver que todavía, aunque sea muy de vez en cuando, alguien se acuerda de Chicho Sánchez Ferlosio y de la lucha antifranquista o de Vainica Doble y la lucha por la heterodoxia.

De inmediato, aparecen conflictos raciales y el mundo occidental se tiñe de perfumes del Oriente y, para explicarlo, el volumen está atento a James Brown, a los Beatles, y a Irlanda del Norte, que aparte del “Sunday bloody sunday”, de John Lennon, aparece en innumerables canciones. En nuestro país íbamos unos pasos atrás, los conflictos aquí estaban monopolizados por el poder, y dedicábamos canciones al 600, o a la deliciosa liberación dentro del mundo de los sueños de “Qualsevol nit pot sortir el sol”.

Y llegan el punk y la new wave, que también recoge Ricardo Aguilera. The Jam se utilizan para explicar que las fake news ya existían hace cincuenta años, la crisis de la vivienda —y de los jóvenes— se recoge en “Veintegenarios”, de Albert Pla, y la salsa explica Iberoamérica si está en labios de Rubén Blades, que aparece por partida doble, igual que Leonard Cohen. Es curioso, tanto este como Lou Reed aparecen con temas más actuales, no con Susanas o lados peligrosos.

Y así, casi año a año, el libro va discurriendo hasta llegar prácticamente —en el segundo epílogo, ya al margen de las cincuenta canciones principales y de unos extras del siglo XX en el primer epílogo—, a nuestra más efervescente actualidad, donde Carmen Consoli narra los años de Berlusconi en Italia y Billy Bragg nos desvela con comentarios de jóvenes británicos la realidad del Brexit. Todo esto, leído de una tacada, porque es uno de los libros que se coge y no se deja, y tras una canción quieres otra, y tras un hecho histórico, otro; porque el lector sabe que, en el fondo, las canciones están hablando de su vida.

Anterior crítica de libros: Bang! Un fanzine del cambio (de siglo), de VV.AA.

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