“Y al décimo año, Bowie resucitó”, artículo de Diego A. Manrique

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Muchos lo daban por acabado, pero diez años después de su último disco, David Bowie resucitó inesperadamente con el anuncio de la publicación, el 12 de marzo, de un nuevo álbum, “The Next Day”. Diego A. Manrique, en “El País”, extrae varias enseñanzas de “The Next Day”.

“La primera, las ventajas del secretismo: extraordinaria la discreción de los implicados a lo largo de más de dos años. Todos firmaron contratos de confidencialidad, pero pesó más el sentido de lealtad: entra dentro de lo milagroso que también sus empleados, novias, mujeres, hijos o amigos mantuvieran el mismo silencio.”

“Segundo: no es cierto que habitemos en un inmenso patio de vecinos. En la segunda década del siglo XXI, si realmente deseas mantener la discreción, simplemente evitas las redes sociales y procuras esquivar a los paparazzi (es decir, todos los poseedores de un moderno teléfono).”

“Tercero: el pausado ritmo de elaboración revela que The next day estaba concebido como un disco clasicista. Nada de buscar al último beatmaker, nada de contratar al más reciente chico prodigio de los estudios. Bowie retrocedió hacia sus nutrientes de los sesenta”. Pero “Cuidado: no se trata de un disco retro. Sí gratamente reconocible en las melodías, en los ambientes marca de la casa. Un disco fresco en su sonido pulcro, aunque David Bowie no se ha resistido a su conocida atracción por los guitarristas abrasivos, esos que lo mismo se ponen estupendos que se empeñan en imitar a un brontosaurio.”

“A la espera de paladear The next day con más calma, el disco se perfila como una jugada maestra. En 2004, cuando el corazón se le rebeló, Bowie llevaba demasiado tiempo aguantando la humillación de ser ignorado. La cruel prensa británica le llamaba The Dame, como si fuera una anciana excéntrica, empeñada en ignorar su fecha de caducidad”, añade Manrique.

“Ahora, a punto de convertirse en objeto de museo, en el Victoria & Albert londinense, se ha destapado como el control freak capaz de tomarnos por sorpresa. Él impone las reglas. Puede actuar en directo… o no. Deja las tareas de comunicación al productor o a sus músicos. Puede ser un amateur en pintura pero nos recuerda sutilmente que forma parte troncal del máximo logro artístico del Reino Unido en la segunda mitad del siglo XX: la reelaboración de hallazgos musicales ultramarinos en el gran lenguaje universal del pop.”

Desde aquí puedes acceder al artículo de Diego A. Manrique “Y al décimo año, Bowie resucitó”.

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