Vidas, de Maruja Limón

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DISCOS

«A pesar de todos los aires estéticos que se pasan por la trituradora, se diría que el disco tiene un color muy barcelonés»

 

Maruja Limón
Vidas
Satélite K, 2022

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Formadas en 2014 en Barcelona y con tres discos en su haber, las cinco componentes de Maruja Limón no hacen nada que se pueda considerar diferente a lo que hacen otras decenas de grupos. Alían tonos flamencos –en “Te quiero”, sin ir más lejos– y árabes, rumba –“Machito” es un preclaro ejemplo, que se acerca a la salsa y no deja a los hombres en buen lugar–, percusiones vibrantes, calidez y algo de rapeo; pero, en ellas, todo este entramado resulta especial, sin que haya ninguna razón objetiva que lo avale. Quizás el uso de unos vientos más melancólicos, el salir de su zona de confort –el disco es absolutamente versátil– o tal vez que las voces estén más sembradas de raíces.

Vientos y raíces que aparecen en primer plano en “Tanto tiempo” para apuntalar su raigambre de copla. Unos vientos que, en muchas otras ocasiones, empujan la fiesta que proclaman las canciones. El primer single, “Barna”, es un buen ejemplo que se abre marcando posiciones: con un sampler del “Gitana hechicera”, de Peret. A pesar de todos los aires estéticos que se pasan por la trituradora, se diría que el disco tiene un color muy barcelonés, de barrio, de fiesta improvisada, con su ventilador y su tumbao. Algo indefinible, como el aire de su Raval o la arena de su Barceloneta.

O el catalán, que se utiliza justo a la mitad del disco en una rumba y que sirve para abrir una parte más íntima. Tan íntima, que la protagonista de “Merceditas” es prima de Vicky Blum, la guitarrista, y la letra parte del día en el que se le diagnosticó un cáncer. En ese mismo momento, decide vivir como si el mañana no existiera. El estremecimiento, que ya da de por sí la situación, se acrecienta con el corte que la precede: “Preludi: 28 de març”, el día en el que se lo comunicaron. Se trata del “Fandango de la gloria” adaptado al catalán. Es un brevísimo minuto de música tradicional, todo el acervo de siglos con aires morunos y mediterráneos.

A partir de este momento, el disco entra en senderos más recogidos. Así es “Voy a lo que voy”, en la que, sin embargo, participan todas las voces con un aire urbano en la textura musical y en una declaración de principios en la letra: el presente es lo que se ha de empuñar. También en “Enredaderas” hay menos fiesta, aunque aquí el tema es, como en otros momentos del disco, el poder que debe ejercer la mujer. Poderosas que son. Como poderosa es la bomba sonora que deriva de que ha sido grabado en directo, tal como van a sonar en los conciertos.

Un disco, pues, que cuenta con proclamas reivindicativas que parecen surgir de diferentes voces, como despliegan en “Cárcel”, que no es una prisión interna, sino que la tenemos dentro y podría ser un hit del colectivo LGTBI. Y así es como debe ser. Vidas, muchas vidas y vivirlas con pasión.

Anterior crítica de discos: The boy named if, de Elvis Costello.

 

 

 

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