«Defendemos nuestro espacio poniendo la libertad creativa por delante»
La banda toledana acaba de publicar su nuevo disco, La balada de delirio y equilibrio (Warner, 2025). Un álbum de trece canciones que hace las veces de novela río y que ya han comenzado a presentar en directo. Sobre el proceso creativo de este nuevo trabajo y los secretos que se esconden en él, habla el grupo con Sendoa Bilbao.
Texto: SENDOA BILBAO.
Fotos: DANI VALDE.
El germen de este nuevo artefacto sonoro de Veintiuno latió en la escucha inesperada, un susurro digital llegado de fuera, una voz anónima demandando verdad tras la máscara de una canción. Aquel audio fortuito se convirtió en la piedra angular, el Big Bang de un universo narrativo que la banda ha ido tejiendo con la paciencia de un orfebre. Un álbum conceptual, sí, pero también una historia río donde cada canción es un meandro que juega con la memoria cercana, la catarsis emocional y la ironía empujados por una corriente que arrastra consigo ecos de celuloide, fragmentos de fotogramas convertidos en texturas sonoras. Y en el centro de este cosmos nocturno y en expansión, la visión artesanal de Diego, quien ha empuñado la pluma no solo para las letras, sino para dar forma física al álbum, concibiéndolo como una extensión de sus propias libretas de ideas, un objeto tangible imbuido del mismo alma que palpita en cada surco. En los pasillos del gran emporio sonoro de Warner Music, donde el brillo urbano contrasta con el magma creativo, emergen Yago Banet, Rafa Pachón y el siempre incisivo Diego Arroyo, de Veintiuno. Tras la primera descarga de referencias, atisbo una ironía punzante, un bisturí verbal diseccionando el panorama musical y la fauna nocturna del espectáculo. Me arrastran a una moderna sala, que pronto se impregna de su aura particular, convirtiéndose en su propio universo. Viernes gélido y grisáceo en la calle, pero aquí dentro, la conversación mana sin artificio, preludiando el desvelamiento de su singular universo sonoro dentro de La balada de delirio y equilibrio. El viaje, pues, acaba de comenzar…
Todo nace a partir de un audio que alguien os envía. Alguien os empuja a contar la realidad bajo la canción “Delirio y equilibrio”, ¿la historia es cierta?
Diego: Sí, es el audio que suena en el disco, nace de ahí. Estuvo germinando mucho tiempo hasta que nos preguntaron por otro disco y ahí es donde lo sacas, ese es el momento industrial. Tengo en el cuaderno unas ideas de proyectos de disco que me gustaría hacer, algunas son imposibles de convencer a nadie para que las pague y otras son más fáciles. Les dije, yo tengo esto y creo que lo puedo defender autoralmente.
Entiendo que, en este caso, el proceso creativo de las primeras canciones es una respuesta a ese desafío.
Diego: No sé cómo lo harán otros artistas, pero en Veintiuno somos una banda de álbumes, hemos crecido escuchando álbumes, es el formato en el que nos vemos reconocidos y todos los artistas que nos gustan son artistas de álbumes. Siempre hay una premisa en todos los proyectos y va antes de la creación de cualquier canción. Yo escribo canciones fuera de Veintiuno, la diferencia es que las que escribo para Veintiuno tienen que tener un marco que va a definir una era en la que vamos a estar dos años girando.
Rafa: Si fuera un libro no nos pondríamos a escribir páginas sin tener el título.
Diego: En Mientras escribo, que es un libro de Stephen King que me flipa, dice que hay escritores de mapa o de brújula. Él sostiene que no sabe de qué está escribiendo, pero sabe hacia dónde va; y hay otra gente que necesita un plano o una premisa, aquí lo hacemos así.
¿Desde esa premisa va tejiéndose el universo?
Diego: Se va tejiendo y es más guay, porque todo se nutre de todo y es más fácil de contar. Cuando yo les hablo a los chicos de la película Closer ya tienen una imagen mental, y puede no ser la misma pero, sinestésicamente, van a llegar a conclusiones que van desde el plano que vamos a hacer en el vídeo, imaginando a Nathalie Portman entre la multitud fuera de foco, o como acercamiento sonoro como, por ejemplo, con los delays de la canción. A cada uno le genera una cosa con la que trabajan.
Yago: Ya se crea una forma de comunicarnos con la que traducimos imágenes o referencias cinematográficas que transformamos en sonidos que crean atmósferas. Yo le pregunto: «¿A qué quieres que suene? ¿Cómo te lo imaginas?».
Rafa: Lo primero que tenemos, en algo que solo es guitarra y voz, estos son los ingredientes, pero necesitamos crear el plato y le preguntamos a ver cómo quiere que suene, y Diego nos dice: «Sería como una cerveza entre Los Rodríguez y Maroon 5». Entonces yo me empiezo a imaginar la escena y ya sé que vamos a meter guitarras acústicas, pero tiene que haber una Telecaster…
Imágenes mentales y escenas cinematográficas para transformarlas en códigos sonoros.
Yago: Muchos dibujos, listas, maquetas…
Rafa: En el proceso del álbum, Diego antes de crear ninguna canción, ya tiene un tracklist aproximado con los títulos de las canciones en orden, algo que se ha respetado, algún título ha cambiado, pero es como si presentase un proyecto en la universidad. Se ha acostumbrado a crear las partes, los capítulos, escenas dibujadas, storyboards… Nosotros, a nivel creativo, aunque él haga la parte más compositiva de la canción y la estructura base, tenemos que vestir esas canciones de alguna manera. Se hace muy fácil porque además todos tenemos un imaginario común. Por ejemplo, en “El arte de perder” fue exactamente igual. Ya es nuestra manera de trabajar y con la siguiente será exactamente igual. Al menos, que el siguiente no tenga que dibujarlo todo a mano, como en el diseño de portada e interior de este.
«Con las canciones intentas crear mundos mejores que este»
Aparte de la película Closer, ¿me podéis hablar de otro tipo de referencias que se hayan nombrado?
Yago: Yo recuerdo que fuimos a un concierto de The Killers, en Mad Cool, cuando Diego estaba voceando “Perder los modales”. Era una banda que nos flipaba, pero que nunca habíamos visto en directo y menos juntos. Vivir aquella euforia juntos…
Diego: Es que vimos juntos Bring Me The Horizon y luego The Killers, ¡qué tarde!
Rafa: No nos dijimos nada, pero nos mirábamos todos y pensamos: «esta mierda es la que tenemos que hacer en “Perder los modales”» y, a partir de ahí, la canción cogió un rumbo muy claro.
Diego: Todo te afecta. Si estás en modo crear todo te afecta de una manera u otra. Volví a ver Suspiria, la de Guadagnino, no la de Argento, terminando las canciones “Complicidad” y “Medalla de plata”. La siguiente canción se llama “Suspiria” porque la había visto y estaba absorto con esas imágenes un poco tenebrosas y seductoras. Es maravilloso dejar que suceda y no juzgarlo. Por ejemplo, en “Puñalada”, yo tenía rondando la cabeza una frase durante mucho tiempo y no sabía dónde ponerla, solo tenía una imagen poética muy infantil que seguramente provenga de leer a Gloria Fuertes: «Voy a hacerme un tatuaje donde fue tu puñalada porque ya se está curando y me gustaba que me recordase a ti». Estábamos en Buenos Aires y ese día, por algún motivo, estuvimos escuchando muchísimo “Landslide”, de Fleetwood Mac, muchísimo; y estuvimos tocando ese arpegio y de pronto en el salón lo tocas y ves que encaja con la melodía de esa frase. Esa canción salió allí. La idea estaba rondando y buscando su sitio. ¡Si hubiéramos escuchado “Domination”, de Pantera, quizá hubieran salido otras cosas!
¿Cuidar tanto la obra no está fuera de las normas del mercado?
Diego: Si mirásemos lo que hacemos en términos de mercado siempre iríamos un paso por detrás, porque el mercado solo es reactivo a las expresiones que son diferentes y luego se adapta, sobre todo en lo que tiene que ver con el desarrollo creativo. El mercado siempre llega después. Si pensamos en la muerte de estudios en el cine y cómo de pronto salen los realizadores en los sesenta y los setenta como Coppola, George Lucas, Brian de Palma, y surgen justo después de que Michael Cimino se hostie con una película… De pronto, los estudios dicen: «dejamos de meter dinero en el cine porque se ha demostrado que la inversión no es rentable», se empieza a hacer películas de dos duros y con eso lo que se incentiva es la creatividad. En resumen, pensar en términos de mercado es un error, para hacer un disco puede que funcione en sectores muy concretos, en la gente que esté en un circuito de desarrollo mainstream, con herramientas preparadas para absorber ese consumo, entonces sí tiene sentido. Pero nosotros somos una banda de circuito indie, hacemos un pop permeable a muchas cosas, pero pop rock, así que no tiene sentido que pensemos en términos estrictamente de mercado, es importante porque tenemos que convivir con ello, pero no es la movida.
Yago: Aparte, si nos fijamos en el mercado, lo primero que harías sería mirar en el top 50 en España y allí no hay ninguna banda, el mercado no se fija en las bandas, no nos sirve a nosotros.
Me interesaba mucho vuestra militancia contra la tendencia general, como pertenencia a banda.
Diego: De hecho nuestro álbum anterior, El arte de perder, es un alegato a la idea de ser una banda, en un momento en el que nuestra discográfica literalmente nos desahució porque estaban en Warner obsesionados solo con el digital, con los artistas que hacían streamings… Ahora se ha dado el cambio de tendencia porque se ha visto que el digital muchas veces no consigue vender entradas y que las entradas del pasivo venden más que el digital. Pero hemos pasado un tiempo muy jodido, si no fuera por “La vida moderna” seguramente estaríamos fuera de la compañía. Esa mentalidad está muy instaurada y las bandas estamos en un punto complicado. Hay bandas como nosotros, y otras que están funcionando mejor que nosotros, y están muy infrarepresentadas en los medios, en los mecanismos mainstream. Hay un foco, seguramente derivado de que con los artistas solistas se gane más dinero.
¿Y desde Warner no os han presionado para que vuestra propuesta fuera menos ambiciosa creativamente?
Diego: Sí, evidentemente su opinión es importante, ellos tienen la propiedad de los masters y tenemos que escucharles y, desde nuestra posición, ponerla en el plano para que no te anule creativamente. Quien te diga que puede ir a su puta bola y hacer lo que quiera es probable que te mienta.
Ante esta presión vosotros defendéis vuestro espacio poniendo la libertad creativa por delante. Un disco conceptual que es una historia río contada en canciones.
Diego: Sí, y es la premisa de la que nació el disco. Tenía que ser así. Nosotros somos autores de nuestro material, lo creamos y lo producimos parcialmente, pero las decisiones creativas son nuestras. Yo quiero vivir una vida artística, la disciplina artística es importante en mi vida, en mis hábitos y en mi día a día; soy un privilegiado, me están pagando por hacerlo, puede que me lleve más trabajo, pero es mi movida.
«El mercado siempre llega después de la creatividad»
¿Estas decisiones creativas, vuestras letras sarcásticas y profundas, hacen criba entre el público o de alguna manera lo educan?
Rafa: El público más “core” nos conoce, sabe que somos una banda de este tipo, que hacemos canciones que tratan ideas más complejas en nuestros discos y que pensamos el disco al completo como obra.Diego: Tenemos la suerte de que hay dos o tres canciones que son más grandes que la propia banda. A nosotros nos ha pasado, tenemos dos discos de Platino de dos canciones que lo reventaron y eso es lo que nos da libertad para hacer lo otro. No negamos la vertiente pop y queremos llegar a la gente, pero, ante eso, queremos hacerlo a nuestra manera. La historia es así: ¿Cómo de largo puede ser el álbum, trece o catorce canciones? De acuerdo, ahora ¿cuántos singles de lo que es accesible a la banda podemos hacer y cuánta libertad tenemos para todo lo demás?, ¿puedo desarrollarme para hacer un blues en 6×8 que hacía mucho que quería hacer, grabado en directo y tocarlo en el estudio hasta que salga, o irme a Gondomar a escribir con Iván Ferreiro una canción? Si la respuesta a todo esto es que sí, y ha sido que sí, pues vamos a jugar a esto. Es el disco que más se ha vendido, así que la gente parece querer entenderlo.
Imagino que un factor con el que se juega es el tiempo, ¿en este caso ha sido un año?
Diego: Sí, año y medio. Este álbum nos pilla en un momento en el que la banda está muy bien y nos pilla girando y en furgoneta. Este álbum se escribe y se graba de gira.
Diego, háblame de tus libretas, yo soy muy loco con las libretas, ¿cómo son las tuyas, las llevas siempre encima?
Diego: Soy comprador compulsivo, pero me intento cortar. Estudié arquitectura y allí es muy común tener libretas de apuntes y dibujar mucho, así que me acostumbré a llevarlas a todos los lados, siempre he dibujado un montón y, de repente, la yuxtaposición de dibujar y escribir me gustaba y me ayudaba a explicar cosas. Tengo muchas libretas porque voy acabándolas. Tampoco es el primer lugar donde escribo, porque el móvil es donde apunto las primeras ideas, pero luego es interesante porque en el proceso creativo te pasan cosas cuando escribes a mano, cuando pasas de formato. Tomas decisiones, vas cortando cosas y, cuando ya estás dibujando, dices: «se antoja definitivo»; sintetizas, cambias de nuevo… Me gusta plasmar en el papel.
¿Las ideas se trasladan de manera diferente de la mano al móvil o el ordenador, que del lápiz al papel, no?
Diego: A mano lo haces una vez. El móvil tiene hasta corrector. De hecho, hay sistemas creativos de trabajo musical que he empezado a disfrutar en analógico. En el móvil podemos hacer todo un disco grabado con el Logic y que suene increíble. Hay un punto de coartar la libertad y trabajar con pocos elementos no editables, que es gratificante porque te obliga a tomar decisiones. En el infinito te pierdes y lo analógico te obliga a concretar.
Yago: Cuando abrimos el multitrack con Tato había pistas con pianos por ahí, había fallos, pero es lo que le da la grasita, la realidad al sonido, la humanidad…
Rafa: Pero eso ha pasado siempre, los discos que te gustan tienen fallos, si empiezas a separar por pistas los discos de los Beatles, piensas ¿cómo puede sonar tan bien esto así?
Las libretas te ayudan a escribir en cualquier lado, pero luego en casa o en algún sitio ¿tenéis un espacio, un pupitre, un lugar donde dar forma a la canción?
Diego: Desde pequeño he necesitado un espacio que sea un templo para poder crear. Tenemos que estar preparados para que las ideas surjan en cualquier lado, de gira, en el hotel o en la furgoneta. Necesitas tener un sistema para registrar y guardar ideas. Pero en casa tengo un lugar en una habitación con la biblioteca a un lado y el piano al otro, una dedalera delante con la que trastear. Un laboratorio.
¿Tienes algún ritual para escribir, funcionas mejor de noche, lo ayudas con café, vino…?
Diego: Yo soy meganocturno, pero vivo con una persona que es muy diurna, y como me gusta verla y estar bien con ella, me he acostumbrado a levantarme a las siete de la mañana, que lo odio, pero he visto que trabajo bien por la mañana. Estudio un par de horas y después de estudiar intento estar escribiendo otras dos o tres. Luego ya vienen los excels, la vida, la promo y el trabajo, pero hay cuatro horas al día que tienen que ser para crear.
Hacéis música pop con un trasfondo oscuro y letras que apelan al oyente, pero ¿cómo os miráis entre el espejo del indie y el cristal traslúcido del rock?
Yago: Es muy difícil autoetiquetarse.
Rafa: Nosotros pertenecemos a un circuito que es el indie y es una escena, no es un sonido. Ni siquiera por elección propia. Cuando empezamos a tocar, nos presentábamos a todos los concursos de bandas para tocar en festivales porque era más fácil llegar al público así que acceder a sonar en Los 40 Principales. Esa escena nos ha hecho un hueco y lo disfrutamos mucho. Es un circuito que, hacia los dos mil, estaba muy cerrado, pero tanto bandas como público lo han abierto en estos últimos años. Al final, ¿qué es el indie? si el festival por antonomasia es Sonorama y allí va La Orquesta Mondragón…
Diego: Tenemos canciones que son muy pospunk, pero como estamos en la escena del indie, yo entiendo que el oyente medio de The Cure no llegue a escucharnos, aunque si nos escucha probablemente encuentre tantos sitios en común con The Cure, con Police, por supuesto, con el Springsteen de los ochenta… Hay vasos comunicantes porque es la música que escuchamos. El circuito a quien afecta es al público, no al artista. Cuando tengo una conversación increíble sobre Extremoduro con Surma, de Niña Polaca, que es una de las bandas favoritas de los dos, probablemente el fan de Extremoduro ni se plantee que nos flipa, pero para mí Robe es algo capital en mi educación emocional, igual que lo es Calamaro y son la gente a la que, cuando tengo un bloqueo, voy y digo: «ah, que esto se decía así, esto ya está escrito porque se decía así».
Yago: Eso sí que lo decide el mercado, lo recibe el público y entre ambos te colocan. Igual, en dos años, dejan de llamarnos para ir a festivales y empezamos a ir a las fiestas de los pueblos. Diego: Recuerdo bien cómo aquel típico rockero con el que hablé en Toledo, cuando le hablaba de Los Rodríguez, me soltó un «tú no sabes quiénes son Los Rodríguez». Pues ahora, resulta que quien ha creado una canción con una influencia en ritmo y estructura de Los Rodríguez, y la va a meter en un disco de Warner España, es este «gilipollas» que está aquí. Esa es nuestra particular revancha musical, una victoria heroica.
¿Se comete el error de miraros como los del indie, cuando vosotros no miráis así a los del rock?
Diego: Porque somos del rock. Yo entiendo que la identidad musical para alguien que no sea muy melómano es identitaria, y por lo tanto limitante, porque es como el apellido que te pones para lidiar con el de enfrente. Para el melómano todo está bien, no hay enfrentamientos. Me encanta Bad Gyal y me encanta Neil Young, y no entiendo por qué no me pueden encantar ambos. Otra cosa es que, en la época en la que somos cerebralmente permeables a la música, hasta los quince años o así, te entra lo que te entra ahí y, a partir de entonces, ya no estás preparado para que te entren cosas nuevas. Tus recuerdos, que es a lo que se adhiere la música, lo más libre y guay, sucedía en esa edad; pero, a partir de ahí, lo que te llega ya es estando pagando el alquiler, suspendiendo exámenes en la universidad (si vas), teniendo problemas de verdad… Entonces lo ves con otros ojos o como un rechazo, pero lo natural, y a lo que deberíamos aspirar, es a ser permeables como un chaval de quince años que escuche por primera vez “Maria”, de Blondie, y “Fiebre”, de Amaia, y conectarlas con la misma emoción.
Habladme de las canciones. En “Perder los modales”, cualquiera que haya vivido la noche madrileña sabrá reconocer la escena de la fiesta que contáis con todos sus arquetipos y situaciones. Es Madrid. «Hay una fiesta después pero nadie me invitó/ Nos encontramos más tarde y tú vas de la mano/ de un joven promesa recién cancelado/ Hay casi famosos, estrellas de talent/ cantantes de indie intentando arrimarse/ Hay un director que te ofrece un papel/si quieres salir de este piso con él», decís.
Diego: Sí, es Madrid. En este disco he trabajado con el recuerdo, cuento algo que ocurrió hace cinco o seis años. Las fotos y la memoria son muy tramposas y, con el tiempo, queda algo sensitivo, algo que no es estrictamente visual, un recuerdo brumoso de lo que pasó, y escribirlo desde ahí ha sido interesante. Yo me acuerdo de estar en una fiesta, en una casa en la calle La Palma, y recuerdo esa escena, recuerdo con quién iba, lo que pasó y de cosas que me parecían ridículas, otras esperpénticas, otras directamente rancias… Además, esa historia parte de que, hablando con una amiga que es foquista, llegamos a la conclusión de que hay situaciones que son transversales, tú las has vivido hace diez años, pero hay cosas que suceden todo el rato. Tiene que ver con cómo nos relacionamos todos, en este caso en la profesión, en el espectáculo, y que esto sucede y va a seguir pasando; y por más que digamos que somos mejores personas no es verdad, y sucede.
En “Nuestra parte de la noche” decís: «Nos casamos con anillos de papel en nuestra mente / en un mundo paralelo que no se parezca a este». Leí en un libro de Bruno Galindo que Debbie Harry, de Blondie, decía que con las canciones «intentas crear mundos que sean mejores a este, construir posibilidades de realidad» ¿Creéis que en las canciones podemos vivir en un mundo mejor que el que habitamos?Rafa: Totalmente, cien por cien. Aunque sea durante tres minutos.
Diego: El otro día una amiga me dijo: «creo en un amor más elevado de lo que mi realidad indica». Es una persona que vive mucho en las canciones. Creo totalmente en la afirmación de Debbie. Estás obligado a mentir, no puedes comprimir la realidad en una canción, tienes que hacer una abstracción, una evocación y eso, como es de libre interpretación, puede pasar por la cabeza de otro y generar una idea radicalmente diferente. Una canción, por tiempo y estructura, es una idealización de una idea y por eso es inspiradora.