Una temporada en el infierno (1999), de Fangoria

Autor:

OPERACIÓN RESCATE

«Recuperan aquí el formato de canción pop con estribillos claros, duraciones cercanas a los tres minutos y un elegante barniz electrónico»

 

Coincidiendo con su vigésimo aniversario, Javier Escorzo recupera el icónico álbum Una temporada en el infierno, un disco pop y electrónico en el que Alaska y Nacho Canut contaron por primera vez con la producción de Carlos Jean.

 

 

fangoria-una-temporada-en-el-infierno-23-02-19

Fangoria
Una temporada en el infierno
SUBTERFUGE RECORDS, 1999

 

Texto: JAVIER ESCORZO.

 

Hablar de Alaska y Nacho Canut, con y sin Carlos Berlanga, es hablar de uno de los pilares fundamentales de la música popular española, desde sus inicios con el punk de Kaka de Luxe, pasando por los devaneos siniestros de los Pegamoides y llegando al éxito masivo de Dinarama o Fangoria. Pero, a finales de los ochenta, su carrera parecía haber alcanzado el ocaso, al menos desde el punto de vista comercial, porque desde el punto de vista artístico tenían muy claro el rumbo a seguir. El descubrimiento del acid house, los samplers y el hip hop provocó un terremoto que acabó deteriorando la relación de Alaska y Nacho con Carlos Berlanga hasta finiquitar la sociedad artística que con él compartían. Pero ni eso ni las presiones que recibían desde la compañía discográfica les hicieron apartarse ni un milímetro del camino que querían recorrer. Una travesía por el desierto que abarcó el último disco de Dinarama (Fan fatal, 1989), y los primeros trabajos de Fangoria (el álbum Salto mortal y los tres epés de Un día cualquiera en Vulcano).

 

 

Una década después, cuando el suicidio comercial parecía haberse consumado, la línea descendente se invirtió bruscamente. El primer paso llegó con Una temporada en el infierno, icónico álbum publicado por la independiente Subterfuge. Este trabajo significó la primera colaboración del grupo con un por entonces desconocido Carlos Jean, que se encargó de la producción. Hasta ese momento, el gallego se había dado a conocer con su proyecto Najwajean, junto a la cantante y actriz Najwa Nimri, y tras sus producciones para Fangoria se convirtió en algo así como el Rey Midas del pop electrónico nacional, alcanzando el éxito junto a artistas tan dispares como Camela, OBK, Raphael, Bebe, Marta Sánchez, Hombres G, Miguel Bosé o Zahara (aunque esta última no quedó muy satisfecha con su trabajo, pero esa es otra historia).

 

 

Tras los muy experimentales Vulcanos, Alaska y Nacho Canut recuperaban aquí el formato de canción pop con estribillos claros, duraciones cercanas a los tres minutos y un elegante barniz electrónico que cubría sus inspiradas composiciones, entre las que destacaban, por ejemplo, “Electricistas” o la inmensa “Me odio cuando miento” (primer y segundo single, respectivamente). Un cierto halo de tristeza caía sobre la mayoría de los cortes (casi todos eran medios tiempos), y el minimalismo de la producción no hacía sino enfatizar esa melancolía con electrónica, trip hop, drum’n’bass, ambient… Es el caso de “No será”, “El glamour de la locura” o “Voy a perder el miedo”, por citar solo algunas. Todo ello bajo una portada con fotografía de Jerónimo Álvarez, que mostraba a Nacho hierático y a Olvido mirando al infinito, ambos de negro riguroso, y el diseño de Javier Aramburu, muy posiblemente el mejor creador de portadas del pop español.

Evidentemente, el título del álbum estaba tomado del poema de Arthur Rimbaud, de quien también se reproducía una cita en el interior del libreto (“Hay que ser absolutamente moderno”). Más adelante se publicó otro disco con remezclas de estas canciones, titulado “El infierno son los demás”, una frase de Jean Paul Sartre.

 

 

Para reforzar la sensación de obra total, la primera canción se titulaba “Cierra los ojos”, como si la voz de Alaska invitase al oyente a emprender un viaje sonoro, olvidándose de todo lo que no fuera la música que iba a sonar durante los próximos cuarenta y seis minutos. Al llegar a su destino, el tema que cerraba el álbum era “Abre los ojos”, anunciando que el trayecto había terminado. Esta canción era una versión del músico de acid house Marshall Jefferson, y su letra, como otras del disco, parecía tener una segunda lectura sobre viajes iniciáticos y sustancias psicotrópicas. Por aquel entonces, Alaska tuvo relación con gurús de la materia como Albert Hoffman, Alexander Shulgin o, muy especialmente, Antonio Escohotado. Aunque, trate de lo que trate la letra, quizás lo mejor sea cerrar de nuevo los ojos y volver sumergirse en la adictiva oscuridad de en uno de los mejores discos de Fangoria.

 

 

Anterior entrega de Operación rescate: Years of refusal (2009), de Morrisey.

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