Una historia de Music Row: de hogar de la música country a escenario de su «crimen»

Autor:

COWBOY DE CIUDAD

«Aunque el encanto de Music Row sea ya cosa del pasado, hay algo que aún se puede preservar: las muchas historias que se vivieron en ese puñado de calles»

 

En su palco semanal dedicado al mundo del country, Javier Márquez Sánchez nos guía por las históricas calles del Music Row, un vecindario de Nashville repleto de historias del género que han visto la luz en un libro.

 

Una sección de JAVIER MÁRQUEZ SÁNCHEZ.

 

En 1999 los dos grandes exponentes del neotradicionalismo country, George Strait y Alan Jackson, sumaron sus voces durante la gala de los premios de la Country Music Association para interpretar una canción que habría de convertirse en todo un himno del género: “Murder on Music Row”. Por aquel tiempo las discográficas no tenían el más mínimo pudor en presentar como country a artistas y grabaciones que apenas rozaban al género, pervirtiendo la imagen de este, y que dos cultivadores del country más genuino entonaran aquella abierta denuncia encendió los pechos más tibios. Aquella actuación tuvo tanto éxito que los cantantes decidieron grabar la canción, y aunque no llegó a salir como single, se alzó en las listas de éxitos sin problema. Incluso cosecharon un par de premios: al evento vocal del año (por la actuación televisiva) y a la canción del año (por la grabación).

Los aficionados cerraron filas en torno a estos artistas para aplaudir su reivindicación de respeto por el género en una industria musical en la que, tal y como estaban las cosas por entonces, jamás habrían tenido cabida los grandes del country: «Nadie los vio corriendo procedentes de 16th Avenue / Jamás encontraron huellas dactilares ni el arma que se empleó / Pero alguien mató a la música country cortándole su cabeza y arracándole su alma / Se largaron tras ese crimen allá en Music Row / Ya no lloran las steel guitars y es imposible escuchar fiddles sonar / Con baterías y guitarras de rock mezcladas en tu cara / Hank Williams no tendría una oportunidad en la radio actual / Desde que cometieron un asesinato en Music Row». Irónicamente, dos décadas después de aquella canción, el escenario de aquel «crimen» es el que está prácticamente muerto y enterrado.

 

El célebre Music Row

Music Row es un vecindario de la ciudad de Nashville en forma de flecha, entre 16th Avenue y 17h Avenue Sur (Music Square East y Music Square West, respectivamente), que supuso durante décadas el corazón creativo y gestor de la ciudad de la country music. Allí convivían estudios de grabación con pequeñas y grandes discográficas y los bares y locales donde cada noche probaban suerte cientos de recién llegados en busca de cumplir su sueño de convertirse en estrellas de la música country. Allí se tomaban todas las decisiones que hicieron grande el género, y también las que, a finales del siglo XX, llegaron a pervertirlo hasta colarlo entre los grandes éxitos internacionales con un rostro irreconocible.

Son muchas las canciones que evocan la atmósfera casi mística de ese conjunto de calles —como la magnífica “Sundown in Nashville”, de Marty Stuart— que hoy es apenas un eco de lo que fue. Un gran aparcamiento ocupa el lugar en Demonbreun Street donde se levantaba el bar en el que se dice que Hank Williams ofreció sus primeras actuaciones, y en 2019 cerró sus puertas la taberna Bobby’s Idle Hour, en 16th Avenue South, donde los aspirantes podían compartir escenario cualquier noche con estrellas consagradas, y ahora en su lugar se levanta un rascacielos. No tan alto —pero igual de triste— es el hotel que preside el lugar que ocupaba el Mack’s Café, en Division Street, donde hay gente que aún recuerda haber compartido cervezas y una máquina de discos con Johnny Cash, Waylon Jennings y Emmylou Harris.

Por suerte, aunque el encanto de Music Row sea ya cosa del pasado, hay algo que aún se puede preservar: las muchas historias que se vivieron en ese puñado de calles. Y al más puro estilo de Hollywood, eso ha sido posible gracias a una bendita casualidad. La anécdota la protagonizan Elizabeth Elkins y Vanessa Olivarez, dos notables compositoras e intérpretes que integran el dúo Granville Automatic (como el modelo de máquina de escribir del siglo XIX). En 2018 publicaban su cuarto álbum, Radio hymns, cuyas canciones trazaban, en sus propias palabras, «la historia perdida de Nashville». Pasando páginas de una revista musical, un editor del sello The History Press se encontró con una entrevista a Granville Automatic sobre ese disco, y como una epifanía, se le ocurrió la idea: ¿qué tal una historia sobre el corazón de la ciudad del country escrita por un par de compositoras? Para redondear la propuesta, se sumó al proyecto Brian Allison, un conocido historiador de Nashville, a la sazón, hijo de Joe Allison, productor y compositor, autor de algunos éxitos del legendario Jim Reeves.

 

«Hidden history of Music Row es un volumen imprescindible que ofrece un colorido y poliédrico retrato de Music Row»

 

De esa conjunción de destinos ha nacido Hidden history of Music Row, un volumen imprescindible para cualquier aficionado a la música country que ofrece un colorido y poliédrico retrato de Music Row a través de las historias de personajes, canciones, lugares y eventos relacionados con ese rincón de Nashville. El libro combina un sinfín de anécdotas con abundante material gráfico, inédito en su mayor parte, lo que hace aún más deliciosa la lectura de este compendio de historia viva de la música, en la que representantes del movimiento Outlaw comparten páginas con músicos como Bob Dylan, Neil Young o Leonard Cohen, como antaño compartieran con ellos los estudios de grabación de aquel vecindario.

Los capítulos, que van trazando la historia de Music Row desde la fundación de Nashville hasta la actualidad, son firmados de manera independiente por uno u otro autor, siendo uno de los más jugosos el que corre a cargo de Olivarez consagrado a los años setenta, cuando los citados outlaws —Waylon Jennings, Kris Kristofferson, Willie Nelson, Jessi Colter o Chris Gantry— se reunían a tocar en casa de uno u otro o paraban en la Taberna Tally Ho (citada por Kristofferson en “The silver tongued devil and I”), donde podían empalmar un día tras otro alternando cervezas y guitarras sobre el escenario.

Al mismo tiempo que se ha presentado el libro, Elizabeth Elkins y Vanessa Olivarez han presentado una nueva colección de canciones en el epé Tiny televisions, donde ponen música a diversas historias descubiertas durante la preparación del manuscrito, como cuando la policía detuvo a Wylon Jennings por posesión de cocaína (“Getaway car”), sobre los fantasmas en la actual sede de Sony/BMG en Nashville, supuestos residentes de un antiguo hospicio que ocupaba el edificio décadas atrás (“Tiny televisions”) o la historia de una mujer afroamericana dueña de una heladería que adquirió gran relevancia en la ciudad al encargarse del catering en todas las fiestas oficiales; llegó a «comprar» a su marido para prevenir que pudiera ser vendido como esclavo (“Ice cream”).

Anterior entrega de Cowboy de ciudad: El prometedor regreso de Alice Nugent.

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