Un brindis, con pisco y oporto, por Marlango

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COMBUSTIONES

«Lo suyo son unos boleros cósmicos, de viaje estelar bajo un astro nocturno y bueno, extasiado y melancólico»

 

Poco después de que Marlango celebrasen un concierto especial para brindar por sus más de quince años juntos, Julio Valdeón reivindica la poética y elegante carrera musical de Leonor Watling y Alejandro Pelayo.

 

Una sección de JULIO VALDEÓN.

 

Tenía pendiente comentar el 15 aniversario de Marlango. Leí la (estupenda) entrevista que les hizo Carlos H. Vázquez, por no hablar de la torrencial conversación que tuvieron con Arancha Moreno en el número 21 de Cuadernos Efe Eme. No sé en otras latitudes, pero en España, más madrastra que madre, 15 tacos de trayectoria valen por 15 siglos. Necesitas una resistencia sobrehumana, un aguante y una vocación a prueba de inquinas, mala hostia y celos, y un cuajo impermeable al ninguneo, como de monje budista o superhéroe de Marvel, para resistir allí donde sin el amparo de las cervezas y los festivales no eres nadie y no meriendas flores. Bueno, en realidad no necesitas cualidades de semidiós o ídolo, pero sí mucho tesón, fe en lo que traes, ideas claras y ganas de pelea para sobrevivir en un ecosistema, uh, digamos que poco amable con los músicos.

Además Marlango, o sea, Leonor Watling y Alejandro Pelayo, sin olvidar a una saga de colaboradores fantásticos, permanece no con penurias sino a lo grande. Con un ramillete de discos fastuosos y velas puestas en todos y cada uno de los afluentes de la canción hispanoamericana. Repasen obras tan arrebatadas y hermosas como El porvenir (2014) o Technicolor (2018). Mordiscos de hielo abrasador, de fuego helado. Canciones que tienen hechuras de clásico sin renunciar al juego o la vanguardia. Escriben con la botella de pisco junto al oporto, entre Manhattan y el Río de la Plata, con los pianos broncos de Tom Waits o las seis cuerdas de Marc Ribot conectados a la paleta incandescente y delicada de Suso Saiz, a mitad de camino del tango, el pop y la milonga, rockeros sin rockismo capaces de conjugar Broadway y Jerez, Río de Janeiro y Malasaña. Lo suyo son unos boleros cósmicos, de viaje estelar bajo un astro nocturno y bueno, extasiado y melancólico. Algo así como la reinvención del country ideada por Gram Parsons o los arrebatos por Cohen del maestro Morente.

Imposible no recordar de paso que Watling tiene una carrera formidable como actriz. Compositora y también intérprete, la carismática e inteligente Watling da puerta a los enterados de siempre. Empeñados en arrinconar al personal en un solo oficio. Incapaces de entender que algunos talentos se desbordan en varios campos y algunos seres humanos son muy capaces de brillar en artes diversas.

Honor y gloria para una dupla magnífica, señores de la copla levemente dodecafónica, que ignoran la tendencia españolísima por pirrarse (solo) con lo que viene de Estados Unidos mientras despreciamos la nutritiva herencia que va de Santiago de Cuba a Sol. Etéreos, rotundos, calientes, poéticos, sofisticados con causa, modernos sin petardeo y elegantes. Viva Marlango.

Anterior entrega de Combustiones: Quique González pelea contra el bloqueo y el mito.

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