“Tu amor es infinito”, de Maria Peura

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“Esta novela he tenido que cerrarla en varias ocasiones y no he tenido valor para volver a ella sino bastante después, tal es la mezcla de rabia y miedo ante la vida que emana de ella”

 

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Maria Peura
“Tu amor es infinito” (Sexto Piso, 2016)

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Les aseguro que soy un lector compulsivo y todoterreno, que puedo tragarme cualquier cosa y que a veces me he visto envuelto en páginas de extrema crueldad, de mal cuerpo y dolor físico, pero esta primera novela –publicada allá por 2001– de la finlandesa Maria Peura llega bastante más allá. Esta novela he tenido que cerrarla en varias ocasiones y no he tenido valor para volver a ella sino bastante después, tal es la mezcla de rabia y miedo ante la vida que emana de ella. Esto, para el lector; para la narradora no es más que un lírico fluir de conciencia en el que la naturaleza se implica y la ternura se busca desesperadamente. La narradora se llama Saraa y tiene siete años. Nadie preserva lo más sagrado que tiene: la infancia.

Saraa pasa una temporada en la granja de sus abuelos porque sus padres están en medio de la vorágine de un divorcio laborioso y duro. Lo idílico del lugar y la idealizada siempre relación entre abuelos y nietos se derrumba ya en la primera escena. Estremecedora. La niña duerme con el abuelo, y este se acerca cada vez más. Cada vez más. Ella sueña que se escurre de él y se convierte en un velero. El estilo es así, se distancia con lírica infantil de su familia, pero eso precisamente consigue que la degradación sea más potente, más destructiva.

Terrible dilema, la persona a la que has de dar tú cariño, la única que tienes, es quien te desgarra. La única solución es convertir el bosque en un amigo imaginario lleno de amigos imaginarios, y ello se consigue con un lenguaje aromático, un lenguaje en verdadera tensión entre el estar dulce y el ser terriblemente duro. La intimidad de su cuerpo, protegida por círculos hechos sobre tierra en los que no quiere que nadie entre.

Una de las virtudes literarias de la novela es que no hay melodramatismo. La infancia es estragada, cierto, de manera brutal, pero la abuela que se desentiende, el abuelo que vio como una columna nazi quemaba su casa con su madre dentro y por supuesto los padres son totalmente culpables, pero también lejanamente víctimas.

No busquen en las doscientas páginas del libro morbo, no encontrarán nada absolutamente, aunque ciertas escenas sean obscenamente explícitas, y no entro en contradicción. En cuanto hubiera aparecido algo enfermizo en el estilo, hubiera cerrado la novela; si a veces tenía que hacerlo y volver a la mañana siguiente era por una dureza que no se ve, que hemos de adivinar por las palabras de Saraa, a la que ir al colegio tampoco libera, un mundo en el que tampoco está a gusto. Todo esto, junto a la concentración que debe tener el lector para recrearse en las palabras, interpretarlas, desentrañarlas, la hace una novela difícil. Y por esto deberían leerla, porque si la literatura es una de las pocas formas de entender la vida, esta va a explicar a los lectores valientes y arriesgados muchas cosas sobre ella.

 

 

Anterior crítica de libros: “Revolver. El disco de los Beatles que revolucionó el rock”, de Tito Lesende.

 

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