The Waterboys en Murcia: fluyendo en lo “blue”

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“En las dos horas de concierto demostró guasa, distensión, complacencia, disfrute, excitación y la justa actitud que da saber liderar una eficaz banda de rock”

 

Antes de pisar Barcelona y Madrid, la gira española de The Waterboys arrancó el sábado 18 en Murcia. Al pistoletazo de salida en suelo patrio acudió Miguel Tébar A.

 

The Waterboys
Auditorio Víctor Villegas, Murcia
18 de noviembre de 2017

 

Texto: MIGUEL TÉBAR A. Fotos: PILAR MORALES NÚÑEZ.

 

“¿Sabéis inglés?… ¿Cómo se dice aftershave en español?… ¿A ver cómo oléis esta noche”, preguntaba en inglés escocés el cada vez más dandi Mike Scott antes de pedirle a sus “Chicos de Agua” que se acercaran al borde del escenario para ¡aspirarnos!

Curiosa introducción a la canción ‘If the answer is yeah’, una de las once de su último elepé doble “Out of all this blue” (BMG, 2017), que presentó la noche del sábado en nuestro país y con el cual ha resucitado la magia de hace tres décadas. Anécdota que puede servir como ejemplo del estado de ánimo que actualmente muestra uno de los personajes musicalmente relevantes en los años 80 que no abusa de su pasado y que sí mira hacia adelante haciendo buena música.

En las dos horas de concierto demostró guasa, distensión, complacencia, disfrute, excitación y la justa actitud que da saber liderar una eficaz banda de rock. Los ecos folk ya se han diluido, pese a seguir contando (desde 1985) con el violinista Steve Wickman como escudero. Se permite rescatar únicamente del “Fisherman’s blues” (Chrysalis, 1988) ‘When ye go away’, aunque solamente sea para justificar el marcarse unos pasos de danza celta a ritmo de banjo, además de ese momento ideal para bailar agarrado que llegó casi al final con ‘How long will I love you?’, del contiguo “Room to roam” (Ensign, 1990).

The Waterboys vuelven a ser una gran familia de nueve miembros. Vigorosamente empujada por una base rítmica con dos bateristas complementarios: el solicitadísimo Ralph Salmins y el recién incorporado Jon Green; así como el bajista Aongus Ralston. Mecida por las voces negras de Jess Kav y Zennie Summers, plenas de soul. Recargada por la energía envidiable del teclista Brother Paul Brown –vecino de Memphis y por quien no pocas bandas de metal matarían–, un valioso músico que demostró ser corresponsable, junto al guitarrista Bart Walker –natural de Nashville y miembro del supergrupo de NOLA Royal Southern Brotherhood–, de dar solvencia y autenticidad al genuino sabor americano que protagoniza la última etapa que interesa al jefe Scott.

 

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En las tablas del auditorio regional Víctor Villegas de Murcia, diez focos Fresnel erguidos que apenas sirvieron para crear ambiente pero que confirieron un recurrente y atractivo aspecto de plató. Las mezclas de luz tenue y sólida, entre el azul y el rojo, proyectadas al ciclorama de fondo fueron el tono dominante para llenar un gran espacio escénico, al tiempo que se centra la atención en el grupo, concretamente sobre el larguirucho (y también morritos) cantante Mike. Más dicharachero que en sus anteriores visitas, y aparentemente nada quisquilloso.

Con un repertorio perfectamente estructurado (y ensayado), una intensidad bien repartida y las justas concesiones para los fans de toda la vida, consiguieron el propósito de hacernos apreciar las notables nuevas composiciones, más que a primera escucha del disco. Un disimulado teleprónter solventaría la desmemoria que al parecer produce la incorporación de nuevos textos.

Hasta ‘Love walks in’ interpretaron los mismos temas que aparecen editados en su decimosegundo álbum -sin contar los olvidados cuatro en solitario-. Durante la segunda mitad de la citada canción, las 1.100 personas que no se habían enterado de la actuación de una joven telonera de meliflua voz llamada Sophie Morgan sí la pudieron ver uniéndose al coro del romántico mantra “And I’m so in love with you”. El momento acústico de la noche llegaría en ‘The girl in the window chair’, con el único acompañamiento del piano. La cautivadora ‘The elegant companion’ fue en donde se pudo apreciar mejor una línea base pregrabada, justo antes de la buenrrollista ‘Didn’t we walk on water’ –un temazo de espíritu funk–.

‘A girl called Johny’, aquel sencillo de presentación para su debut en 1983, fue un homenaje que Mike Scott hizo a su modelo Patti Smith y para interpretarla se sentó solemnemente al piano, reanudándola hasta alcanzar la duración media de seis minutos. Al escucharlo cantando la introspectiva ‘All the things she gave me’ no es difícil recordar al desaparecido Bowie, como tampoco la ausencia del cofundador Anto Thistlethwaite, si se piensa en la falta de saxofón en dichas canciones. La intensa ‘Medicine bow’ propició un disfrutado duelo de guitarras pero obviamente fue ‘The whole of the moon’ la que terminó de poner en pie a todo el público, precedida por un scat vocal y el órgano sonando a flauta en vez de a trompetas.

Como bis final, la readaptación eléctrica casi irreconocible del ‘This is the sea’ sirvió de adecuado broche y demostración continuadora.

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