“The square”, de Ruben Östlund

Autor:

CINE

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“Donde tendría que haber comunidad hay un montón de figuras que no pueden dejar de mirar la pantalla del teléfono mientras andan por la calle”

 

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“The square”
Ruben Östlund, 2017

 

Texto: ELISA HERNÁNDEZ.

 

Tratar de explicar el argumento de “The Square” podría parecer complicado, si no imposible. El film se compone a partir de una serie de problemas y situaciones en la vida de Christian (Claes Bang), curador de un prestigioso museo de arte contemporáneo sueco, en secuencias que se enlazan unas con otras de manera a veces causal, a veces sorprendente y aleatoria. Y sin embargo todas estas escenas fluyen de manera natural, obviando el paso del tiempo ante la pantalla y construyendo un fascinante retrato sobre lo que podríamos llamar la crisis de la subjetividad burguesa.

Menos redonda quizás que “Force majeure” (el anterior film del guionista y director Ruben Östlund), “The square” es también retorcida y perturbadora a la par que divertida, ofreciéndonos auto-reflexión y espectáculo a partes iguales. Donde tendría que haber conexión hay extrañeza, donde tendría que haber empatía hay entumecimiento, donde tendría que haber comunidad hay un montón de figuras que no pueden dejar de mirar la pantalla del teléfono mientras andan por la calle. Pero no hay aquí ninguna nostalgia por un mundo en el que todo iba mejor. Tampoco parece haber un discurso ético que se pretenda moralizante. Lo que sí hay es una continua incomodidad, incoherencia y megalomanía que, para que negarlo, resulta reconocible y nos atrapa de manera morbosa.

De hecho, el mundo en el que se mueve Christian, el del arte contemporáneo de más alto nivel, aparece aquí como el material más puro posible para la creación de un film satírico, el ejemplo perfecto de lo que quiere decir tomarse a uno mismo demasiado en serio. Sin duda conscientes de la ironía que supone invertir millones de coronas en obras de arte que pretenden reflexionar sobre la falta de civismo y empatía de la sociedad sueca actual para con los más desfavorecidos, ninguno de los protagonistas parece reflexionar demasiado sobre ello. Es esta gravedad, solemnidad y seriedad con la que se enfrentan a su “paradoja” lo que los convierte en paródicos, ridículos, patéticos. Hay, sin embargo, una cierta perversidad en la burla que nos ofrece “The square”. Al fin y al cabo, a cada sonora carcajada que la película nos provoca le sigue de manera obligada una extraña sospecha, una terrible duda. Cuando consideramos que Christian es un imbécil egocéntrico y nos reímos de él (nunca “con” él), de su falsa autoestima, de su fachada, de sus inmerecidos privilegios, de la extraña espiral en la que cae porque le roban el móvil y la cartera, ¿no estaremos en realidad riéndonos de nosotros mismos?

Anterior crítica de cine: “A ghost story”, de David Lowery.

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