The Raveonettes nos presentan “Observator”

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El 11 de septiembre se publica “Observator”, el nuevo disco del dúo danés The Raveonettes, en edición de Beat Dies Records (con distribución en España de Karonte). Sharin Foo y Sune Rose Wagner se fueron a Los Ángeles a grabar “Observator” en los estudios Sunset Sound de Hollywood con el productor Richard Gottehrer.

En este texto, Sune Rose Wagner da las calves del proceso de composición y grabación de “Observator”:

“Cuando empiezas a grabar un disco la gente normalmente te pregunta cómo va a sonar. Resulta casi imposible hablar de una música que aún no existe, pero cuando comenzamos a trabajar en nuestro sexto álbum el año pasado, pensé que, por una vez, tenía una idea bastante clara de ello.

En resumidas cuentas, ‘Observator’ iba a ser nuestro álbum hecho en Los Ángeles. Al menos, eso es lo que yo tenía en mente. Por mucho que ame Nueva York y me sienta casi siempre inspirado por su ruido y su confusión, el encanto de la costa oeste siempre ha rondado a The Raveonettes. La mayoría de nuestro primer disco, ‘Whip it on’, se escribió durante mi primera visita a la Ciudad de Los Angeles; luego hubo una canción en ‘Pretty in black’ llamada ‘Ode to L.A.’ y, como todo el mundo sabe, Sharin vive allí ahora a tiempo completo.

Cuando llegó el momento de trabajar en este nuevo disco, el cálido Pacífico nos atrajo de forma irresistible. El hecho de escuchar sin descanso a The Doors se unió a la seductora visión de una bonita puesta de sol. Aunque estoy muy orgulloso de nuestro anterior disco, ‘Raven in the grave’, me resulta bastante oscuro, como si fuera la banda sonora de una película que aún no se ha rodado, y mientras Sharin y yo nos pusimos a trabajar en el nuevo disco, me planteé volver a la fórmula clásica de estrofa-estribillo-estrofa, que a The Doors tan bien les resultaba en sus singles. Me gusta mucho cómo la influencia de L.A. se deja sentir en todo lo que hicieron; escuchar su música siempre me trae a la imaginación a Jim Morrison viviendo en Venice Beach y a la banda ensayando en casa de Ray Manzarek junto a la playa. Es un sentimiento muy concreto y evocador que quería conseguir, y la mejor manera de hacerlo era poniendo rumbo al oeste.

Para ser honesto, también necesitaba largarme un tiempo, estaba pasando una temporada extraña en Nueva York. Me hice daño en la espalda el verano pasado y la recuperación fue muy complicada. Ser joven y no poder ponerte los calcetines por la mañana sin que te invada el dolor es algo bastante desmoralizante. Sentía como si estuviera a punto de morirme. Cuando algo que tienes asumido se vuelve tan complicado, es difícil que no te afecte mentalmente. Al final, me diagnosticaron una depresión y me aconsejaron que dejara de beber, que hiciera ejercicio y que fuera más social, y lo conseguí, pero sólo por muy poco tiempo.

Con las Navidades llegó la inevitable recaída y su consecuente intensificación. Para Año Nuevo necesitaba que la fiesta acabase, y marcharme a Venice Beach me pareció la solución perfecta. El aire de California me vendría bien, me concentraría en escribir, nadie me distraería, y quizás conocería también alguna musa pelirroja llamada Pamela.

Lo que encontré, sin embargo, fue todo lo contrario: terror y desesperación, una soledad terrible que sólo potenció el consumo de sustancias. No me podía concentrar y la inspiración era pasajera y casi ausente. La inquietud me superaba y no me abandonaba. Sharin vino al hotel unas cuantas veces para hablar del disco y escuchar unas cuantas ideas que había traído conmigo pero, al margen de la canción “Til the end” (que ha sido la única que se ha incluido en el álbum de todo aquel tiempo), no fuimos capaces de concebir una idea de cómo podría sonar el disco. Pensaba quedarme en Venice Beach ocho días pero me fui al cuarto.

Resulta irónico viajar tan lejos para buscar fantasmas del pasado del rock cuando justo lo que más necesitaba eran almas vibrantes de la música de hoy. Después del aburrimiento de Venice Beach, paré un taxi y me fui al bullicioso Hollywood. Terminé pasando los siguientes cuatro días colocado de benzo (diacepinas), bebiendo, comiendo, hablando y empapándome de la vida de la gente que conocí allí.

Muchas de mis ideas me han surgido de esta manera: me emborracho, tengo momentos de lucidez y las escribo en trozos de papel. Al día siguiente, me pongo a organizar las de la noche anterior. Una vez leí que Lars Von Trier escribe sus películas de una forma parecida. Se va a casa, se coge un buen colocón, comienza a escribir y desaparecen todas sus inhibiciones. Algo parecido ha funcionado siempre conmigo pero esta vez, tendría que hacer un gran esfuerzo para recordar.

Después de volver a Nueva York, sólo pude componer un puñado de canciones tristes y deprimentes sobre amores perdidos y no correspondidos. Esto hace que “Observator” sea suntuoso y hermoso en cuanto a sonido, pero deprimente y triste en cuanto a fondo. Es como un sueño divino del que te das cuenta que realmente está sucediendo en el infierno. La gente que conocí y las experiencias que tuve se fundieron en también en estas canciones. “She owns the street”, por ejemplo, habla sobre una bailarina callejera de Nueva York. Ya la conocía antes de verla bailar en Bowery, corriendo como una loca por la calle entre los coches y los peatones. Un amigo mío me la presentó y entablamos una amistad. En 20 minutos había escrito una canción que hablaba de los placeres y los riesgos de ser considerada una drogadicta o una loca, simplemente por el hecho de desafiar las leyes de urbanidad y orden. El aislamiento puede ser algo maravilloso pero no te concede este tipo de inspiración. A veces no quiero ni pensar en todas las cosas que me hubiera perdido si me hubiera quedado en Venice Beach un minuto más.

Y resulta que L.A. también tuvo su espacio en el disco. Para grabar “Observator”, Sharin y yo nos fuimos a los legendarios Sunset Sound Studios por un semana – lugar donde The Doors grabaron la mayoría de sus discos más clásicos. Fue allí donde se desarrolló esa nueva dimensión para The Raveonettes.

La canción “Observations” es muy importante al respecto; es la primera vez que hemos usado un piano, pero qué fúnebre y glorioso suena. Inmediatamente nos dimos cuenta que teníamos que seguir por ese camino y lo volvimos a utilizar en “You hit me (I’m down)” y en “Young and cold” también. Pero que nadie se confunda, “Observator” es un espléndido disco de guitarras. “Raven in the grave” tenía muchos sintetizadores y cuerdas, así que esta vez he usado multitud de pistas de guitarra para compensar. También tuvimos la ventaja de trabajar de nuevo con Richard Gottehrer (Blondie, Go-Gos, Richard Hell), con quien no lo hacíamos desde “Pretty in black”. Él es como un mentor para nosotros y tenerle en el estudio nos dio mucha confianza, que se refleja claramente en las canciones.

Pasamos siete días grabando “Observator” dentro de ese contexto y ha resultado uno de los discos más rápidos y fáciles que hemos hecho nunca. Conseguir el estado de ánimo perfecto para escribir canciones me supuso algunos meses de agonía. Tardé bastante en encontrar una musa que nos iluminara el sendero. Tuve que viajar miles de kilómetros para encontrarla y viví todo tipo de demencias por el camino.

Durante todo el tiempo el futuro de The Raveonettes estaba en la gente, en los acontecimientos y en las relaciones más cercanas a nuestro alrededor.

No es un disco de L.A. Ni siquiera es un disco de Nueva York. Es una colección de observaciones que ocurren en la vida y, como bien he aprendido, la vida ocurre en cualquier parte.”

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