The House of Love (1990), de The House of Love

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OPERACIÓN RESCATE

«El resultado era bueno, eso no se puedo negar, pero por el camino la salud del grupo saltó por los aires»

 

Fernando Ballesteros nos lleva hasta 1990 para toparnos con el segundo trabajo discográfico de The House of Love, un disco homónimo con una mariposa en la portada y grandes canciones en su interior, pero también grandes problemas.

 

The House of Love
The House of Love
FONTANA, 1990

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

1989 fue el año en el que todo comenzó a tambalearse en el universo de los House of Love. Lo cierto es que aquel tendría que haber sido un curso importante por un motivo bien diferente: el del salto comercial de la banda.

Tres años antes, Guy Chadwick —el compositor principal y vocalista de la banda— y Terry Bickers habían unido sus talentos para dar forma a un grupo que se movía en los terrenos del pop psicodélico y las melodías delicadas, en un contexto dominado por la resaca de la hornada C-86, el shoegaze y aquellos chavales que desde Manchester y alrededores lo iban a intentar cambiar casi todo.

Los londinenses no estaban en aquellas coordenadas, sin embargo, su fichaje por Fontana, después del gran reconocimiento de su debut y su ascensión en las listas independientes, disparó las expectativas que prácticamente todos, desde fuera, proyectaron en ellos. Y con eso tuvieron que lidiar los dos genios creativos de The House of Love. Con eso, con los excesos y con dos personalidades complicadas y que chocaban constantemente.

De manera que lo que tendría que haber sido un paso seguro en su carrera se convirtió casi en su canto del cisne. Entre otras cosas, porque la grabación del disco fue toda una colección de contratiempos. Demasiados egos conviviendo en pocos metros cuadrados y una compañía discográfica que creía tener a la gallina de los huevos de oro y estaba dispuesta a todo para explotarla.

Hasta cuatro productores distintos trataron de darle forma a todo aquello en varios escenarios, otra colección de estudios en las que el estado emocional de los chicos no hacía más que empeorar. Ellos necesitaban una voz externa que les hubiera hecho remar en la misma dirección, que les hubiera aconsejado, y lo que encontraron fue todo lo contrario. Entre otros motivos, porque ellos no eran lo que sus jefes creían haber fichado.

Pero lo importante, tres décadas más tarde, es que aquellas doce canciones valían mucho la pena. En el álbum, de título homónimo como el trabajo anterior y rebautizado como Butterfly por su portada, a pesar de todo abundaban los números ganadores. Rescataban regrabada para la ocasión “Shine on”, uno de esos singles de efectos inmediatos que, sin romper las listas como esperaban los responsables de su sello, escaló en varios países hasta meterse en el Top-40 de sencillos. Por su parte, “Blind” cultiva la fragilidad y delicadeza marca de la casa y “I don´t know why I love you” es todo lo que se diga de “Shine on”, pero multiplicada por dos en cuanto a inspiración y efervescencia: magia en capsula de tres minutos. La receta pop perfecta. Otro de los momentos destacados es el acústico preciosismo de “Beatles and the Stones”, elegido en su día para aparecer como single. Cuando se decidían a forzar la máquina, aparecían piezas como “In a room” o “32nd floor”.

El resultado era bueno, eso no se puedo negar, pero por el camino la salud del grupo saltó por los aires. Aquel proceso fue doloroso: sus canciones eran rechazadas, la presión hacía que las tensiones fuesen irrespirables y cuando la rodaja estuvo en las tiendas tuvieron que embarcarse en una de esas grias que desgastan a cualquiera. House of Love estaban, finalmente, al borde del precipicio. Ellos, con numerosas “ayudas” externas, se habían situado en ese punto.

Años más tarde, Chadwick reconocía que firmar con Fontana había sido el peor resbalón de su trayectoria. Bickers lo había visto antes, el guitarrista no era partidario de aquella operación, y cuando vio que sus temores no hacían sino confirmarse, se cargó de razones para que su relación con su viejo amigo se convirtiese en un infierno.

Aquellas sesenta actuaciones a lo largo y ancho del Reino Unido fueron el final del grupo tal y como había nacido tres años antes. De hecho, Bickers se apeó del tren en marcha a mitad de la gira, siendo reemplazado por Simon Walker.

Cuando el álbum llegó a las tiendas en enero de 1990, las críticas no fueron todo lo eufóricas que se esperaban. A pesar de ello, y gracias a la calidad de las ya referidas y a otras canciones como “Never”, puro House of Love, o “Hedonist”, llegaron a despacharse cerca de medio millón de copias. La máquina tenía que seguir rodando.

Y como el talento puede con casi todo, Babe raimbow, su siguiente elepe, de 1992, muestra a un Chadwick en un buen momento creativo que se diluyó en el postrero Audience with the mind. Harto de todo y de todos, el cantante puso fin a esta historia. Un final que se convirtió en un paréntesis, cuando Guy y Terry decidieron volver a unir sus fuerzas.

Ocurrió en 2003, cuando pusieron de nuevo en marcha la andadura de un grupo que había dicho adiós una década atrás. Hoy, lo suficientemente viejos y feos como para olvidarse de muchas tonterías del pasado, como le gusta decir a Chadwick, y muy lejos de aquellas presiones que les situaban como la “próxima gran cosa”, son capaces de disfrutar en el escenario y de seguir creando. Y eso, con todo lo vivido y sufrido, créanme, ya es un triunfo.

 

Anterior entrega de Operación rescate: The Modern Lovers (1976), de The Modern Lovers.

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