“The end”, de Mötley Crüe

Autor:

DISCOS

 

“Han editado muy buenos recopilatorios y discos en vivo, pero ‘The end’ quizá sea el mejor de todos, por sonido, contundencia y repertorio”

 

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Mötley Crüe
“The end”
UNIVERSAL

 

Texto: JUANJO ORDÁS.

 

Es irónico que la mejor introducción al mundo de Mötley Crüe sea este “The end”, su trabajo final que recoge en cedé y deuvedé el último concierto de su historia. Ellos siempre lo han puesto fácil, han editado muy buenos recopilatorios y discos en vivo consecutivamente para que el que quisiera se subiera al tren, pero “The end” quizá sea el mejor de todos, por sonido, contundencia y repertorio.

Ahora que ya no existen, es buen momento para preguntarse qué representaba esta banda. Tal vez el rock primigenio que movía caderas. En pocos momentos de su trayectoria hay esfuerzos intelectuales. Podemos usar como simulacro la crónica callejera de su debút, “Too fast for love” (1981), y el denostado aunque muy recomendable disco homónimo sin la formación original (1994). Pero la inspiración verdadera de Mötley Crüe eran… Mötley Crüe . Su obra es una oda a ellos, a su ascenso del lumpen al estrellato millonario. Es su fiesta. Si quieres entras y si no, no. Han dejado discos llenos de muy buenos himnos al jolgorio, como “Shout at the devil” (1983) o “Dr.Feelgood”(1989), e incluso han reflexionado… pero sobre sí mismos en “Saints of Los Angeles” (2008) y la explosiva biografía “The dirt” (2001). Sin embargo, eran verdaderos, no engañaban. Cantaban al vicio porque eran viciosos, el exceso era su modo de vida y en su auge-caída-auge siempre fueron ellos. Hay una vitalidad evidente en sus canciones, también un nihilismo de ricachones que no solo resulta simpático, sino que conecta contigo al nivel más básico. El sexo es el sexo para todo el mundo, el deseo de omnipotencia también, y en ese aspecto tendieron a la mano a todo ser humano que les prestara oídos.

La confección del deuvedé de “The end” es de altura, bien grabado, con un juego de cámaras dinámico y recogiendo la barbaridad de gira que fue aquella. Fuego por doquier, brazos mecánicos desde el escenario, bailarinas, la batería de Tommy Lee en plan montaña rusa… El circo Mötley Crüe llevado a su máxima expresión. La banda rinde, es muy heroico ver a Mick Mars chuparse el concierto entero sin tambalearse pese a estar enfermo, sus otros tres compañeros se entregan y tampoco flojean. Quizá este era el momento adecuado para decir adiós, por todo lo alto.

 

 

Anterior crítica de discos: “Las causas perdidas”, de Neleonard.

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