“The blue hour”, de Suede

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DISCOS

“No deja de ser ese salto con triple tirabuzón al que Suede debían aspirar para terminar de justificar por qué volvieron hace ocho años”

 

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Suede
“The blue hour”
WARNER

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

 

Les lloverán capones en las redes sociales y más de un seguidor de largo recorrido quizá haga mutis por el foro ante la pomposidad con la que Brett Anderson ha encarado ese difícil trabajo en el que, rebasada la frontera vital de los cincuenta años, siente que ya no tiene nada que demostrar a nadie, excepto a sí mismo. Al fin y al cabo, ¿no es así? Habiendo saldado cuentas con su pasado en la excelente autobiografía “Mañanas negras como el carbón” (Contra, 2018), impulsado por su paternidad, el líder de Suede ha abonado a los suyos al melodrama pop multiplicado al cuadrado, consecuencia lógica de lo que venía apuntando “Night thougts (2016), para el que ya contaron nada menos que con un film de Roger Sargent ilustrando cada uno de sus cortes.

Las canciones se someten más que nunca al concepto. El imaginario urbano y la manida ambigüedad sexual trocan en una temática que rescata los viejos miedos infantiles ante el mundo de los adultos. El mundo a través de los ojos de los hijos. Inteligente repliegue. Reclutan a la Orquesta Filarmónica de Praga y al gran Craig Armstrong (solo en la imponente ‘The invincibles’) en busca del empaque instrumental que la maniobra requiere: las cuerdas se desatan. Y permutan a su fiel Ed Buller por el indudable oficio de Alan Moulder, el mago del rock alternativo que dio forma a “Automatic” (The Jesus and Mary Chain, 1992), “Mellon Collie and the infinite sadness” (Smashing Pumpkins, 1995) o “Pop” (U2, 1997), álbumes en los que la ambición no se medía. ¿Ha valido la pena el dispendio?

La respuesta es afirmativa si reparamos en que los fogonazos de inspiración con la vista puesta en el consumo rápido siguen ahí: ‘Wastelands’, ‘Cold hands’, ‘Life is golden’ y, sobre todo, ‘Don’t be afraid if nobody loves you’ (con esas guitarras que, por fin, muerden) podrían ser cuatro singles a inscribir en una nueva antología. Ya es más de lo que otros coetáneos cosechan a un cuarto de siglo vista de su debut. Quizá en otros pasajes de este álbum trufado de interludios y monólogos introductorios se les vaya algo la mano en su intento – audaz, todo hay que decirlo – por superar las cotas de grandiosidad de “Dog man star” (1994), su referente más cercano: el tremendismo de ‘Tides’ puede llegar a empachar; el manierismo afectado de ‘All the wild places’ puede empalagar. Pero “The blue hour”, con su exceso de boato y su elocuencia desmedida, no deja de ser ese salto con triple tirabuzón al que Suede debían aspirar para terminar de justificar por qué volvieron hace ocho años. Para cuando lleguen los apabullantes seis minutos largos de ‘Flytipping’, puede que ustedes hayan caído rendidos sin condiciones o – por el contrario – hayan desconectado para no volver a pulsar el play. Ya me cuentan.

 

 

Anterior crítica de discos: “Regalo doble”, de Cuello.

 

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