“Stranger things”, de Matt y Ross Duffer

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SERIES

 

 

 

“Lo que consigue que sea casi inevitable ver un episodio tras otro es la capacidad de la serie de crear una historia persuasiva y absorbente, de jugar con los códigos de los diferentes para controlar los tiempos del relato”

 

 

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“Stranger things”
Escrita y dirigida por los hermanos Duffer (“Wayward Pines”, “Hidden”)
Producida por Shawn Levy (“Los becarios”)

 

 

Texto: ELISA HERNÁNDEZ.

 

En una espeluznante escena nocturna con un juego de luces y un escenario que claramente remiten a la presentación de E.T. ante Elliot, Will Byers desaparece del cobertizo detrás de su casa, en la localidad de Hawkins, Indiana, en noviembre de 1983. Casi al mismo tiempo, una misteriosa niña con extraños poderes aparece en el bosque que rodea la localidad. La madre de Will, sus amigos, su hermano y el sheriff intentan averiguar qué ha sucedido con Will y quién es “Once”, pero terminan encontrando mucho más de lo que esperaban.

Ambientada en los años 80 y ya desde la campaña publicitaria previa a su estreno en la plataforma de vídeo bajo demanda Netflix, la serie recurre precisamente a una estética que trata de recrear no solo esta época, sino los grandes clásicos cinematográficos y televisivos de entonces que aún hoy todos recordamos, desde la extrañeza y fallida integración del Otro de la ya mencionada “E.T.” (y en general un sentido de lo emocionante y la aventura bastante spielbergiano) hasta la camaradería de “los Goonies” o “Cuenta conmigo”, pasando por los misterios de Stephen King y la capacidad de recreación del terror y suspense ante lo desconocido de filmes como “Alien”.

Pero no es la nostalgia lo que mantiene y hace atractiva a “Stranger Things”. No son los guiños, ni su construcción como pastiche ochentero, ni las innumerables referencias (implícitas y explícitas). De hecho, todo ello termina por resultar anecdótico. Lo que consigue que sea casi inevitable ver un episodio tras otro es la capacidad de la serie de crear una historia persuasiva y absorbente, de jugar con los códigos de los diferentes géneros (la fantasía, el terror, la ciencia-ficción) para controlar los tiempos del relato y establecer un perfecto equilibrio en el que se sabe exactamente qué cantidad y tipo de información ofrecer al espectador en cada momento.

En una época, la actual, en la que gran parte de las realizaciones audiovisuales (tanto películas como series de televisión) buscan siempre el exceso y horror vacui como estrategia para atraer al espectador, “Stranger things” nos recuerda que a la hora de construir un relato más nunca es sinónimo de mejor y que una historia creada con mimo, esmero y atención a los detalles vale más que todos los sorprendentes giros de guión que podamos imaginar. En oposición al amontonamiento de misterios hasta el punto de no poder resolverlos adecuadamente con el que tanto se resintieron algunas producciones seriadas (sí, nos referimos a “Perdidos”), aquí se saben utilizar las cartas que se tienen, y cada uno de los elementos son presentados y explicados con cuentagotas, manteniendo y focalizando así la curiosidad del público hacia la historia en sí, sin necesidad de piruetas o malabares narrativos. A medida que avanza la magníficamente construida trama, en la que todos los detalles son relevantes y las diferentes subtramas (cada uno de los grupos que intentan resolver la desaparición de Will) se complementan a la perfección, Hawkins se convierte en un complejo y cercano universo plagado de personajes accesibles con emociones y reacciones en las que uno puede verse reflejado (a lo que ayuda, además, el estupendo elenco interpretativo de la serie, especialmente los más jóvenes) y de los que cuesta alejarse incluso una vez se ha resuelto el misterio.

Sabiendo a dónde se quiere llegar y contando con ocho episodios para hacer el recorrido, la estructura y narración clásica y calculada hasta el milímetro de “Stranger Things” convierten a la serie de los casi primerizos hermanos Matt y Ross Duffer en una muy recomendable y fascinante experiencia plagada de aventuras, suspense, inquietud, terror e incluso comedia.

 

 

 

Anterior crítica de series: “Las crónicas de Shannara”, de Alfred Cough y Miles Millar.

 

 

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