Sr. Chinarro: «Me quedo con la verdad de las canciones que más me gustan, que es lo que más placer me da»

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«Mi naturaleza es más bien oscurilla, aunque procuro que haya un poco de sentido del humor en todas las letras»

A sus treinta años discográficos, Sr. Chinarro confiesa que sus discos no tienen pretensiones, que conecta con Joy Division como en su juventud y que es un andaluz «de los que dicen una cosa y hacen inmediatamente la contraria». Carlos H. Vázquez habla con Antonio Luque.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: JORDI SANTOS.

 

A las ocho, los aplausos; a las nueve, las cacerolas. Si obviamos el fondo político de la escena, España estaría dividida en dos (también). Para los de las palmas, los que hacen ruido a las nueve son «los otros», y seguro que «los otros» dirían lo mismo de los que tocan las palmas. Cada uno cree que está en el bando bueno.

Es complicado que Antonio Luque (Sr. Chinarro) cambie ya de opinión. Con medio siglo cumplido, «¿qué importa la talla de mis Calvin Klein?», que diría Sabina. Si se trazara una línea divisoria, él ahora estaría —por juicio tuitero— en el lado contrario de los Javis o Carolina Durante. Pero hay algo en las letras de Sr. Chinarro que, a toro pasado, parecen soltarte un «te lo dije», sobre todo desde El progreso (El Seguell del Primavera, 2016). Del misticismo a lo científico, de Asunción (Mushroom Pillow, 2018) a El bando bueno (Mushroom Pillow, 2020), y luego todo recto, tal vez por el centro.

 

Empecemos con los bocetos de este nuevo disco, que son de 2018, el mismo año que publicas Asunción.
Claro. Cuando termino un disco ya estoy con el siguiente. Ya tengo dos o tres bocetos preparados para el próximo.

 

¿Cómo veías entonces el mundo?
Lo veía muy parecido a como lo veo ahora. A mi edad uno no cambia tanto de opiniones como quizá de chaval. En Asunción asumía que estábamos escuchando las trompetas del Apocalipsis, y en este nuevo hay letras un poco más científicas, anticipándome a la oleada de artículos científicos que ahora hay en los periódicos para explicar lo que está pasando. Digamos que el otro [Asunción] era más místico y éste [El bando bueno] es más científico, y El progreso más político y económico. Es lo que llevo viendo desde 2016, aunque Perspectiva caballera era un poco místico también. Ya no iba a cambiar mucho.

 

Había letras de Asunción que eran premonitorias: “Supersticiones”, “Quiero hacerlo mejor”, “Mi utopía” o “Hasta la saciedad”, que tiene una frase todavía más premonitoria: «¿En qué bando está el patán que me asusta con los cohetes?».
[Risas] Bueno… Me cuesta explicar las letras frase por frase. Me gusta pensar que se prestan a ciertos juegos de interpretaciones. El otro día, un seguidor de Asturias que me habla a veces por el chat de Facebook y me regaló un pedal, me dijo que Asunción era un oráculo, porque me estaba anticipando a muchas cosas que están pasando ahora. Le dije: «Pues ya verás cuando escuchen el nuevo; me parece que está anticipando lo del virus».

 

Para el título del nuevo elepé, y por un tuit que leí, supe que te habías basado en un frase de Leonard Cohen: «A veces uno sabe de qué lado estar, simplemente viendo quiénes están del otro lado».
Estaba buscando varios [títulos], pero es difícil ponérselos a un disco, porque ¿cómo centra uno tantas palabras, tantas ideas…? Parece una responsabilidad, pero luego no es verdad; cualquier tontería es el título de un disco. Las redes sociales están muy polarizadas. Quitando a algunos raros, estamos todos ahí. Y hay uno que, si no es el bueno, no es tan malo como el otro.

 

¿Si no estás en un bando te acaban situando en uno por fuerza?
Sí. Pero yo, en realidad, me refiero al bando bueno no como el P.S.O.E. o Podemos, no se trata del parlamento español, sino de cuidar la naturaleza… Aunque seamos una plaga, hagamos lo que hagamos, intentar no serlo. Pero vamos, pones esto en las redes… Tengo un amigo del Sevilla que me dijo que ese mensaje era una mentira para culparnos a nosotros, que si era masón, que los masones son los que eligen qué discos se publican… [Risas] «Vale, Luis, lo que tú digas. Lo tengo todo». Yo no pretendo nada con los discos, nadie se convence de nada, todo el mundo va con sus prejuicios hasta la muerte, sus tonterías y ya está; estas son las mías, hago discos y a veces puedo hacer algún conciertillo para seguir trabajando de esto, y si no, pues echaré el currículum en el Aldi, que están buscando gente.

 

¿Qué te parece este asunto de los conciertos en streaming, que digan que se está regalando vuestro trabajo?
Los músicos son un poco vanidosos. No sé. Supongo que calculan que luego van a tener más conciertos teniendo más presencia en estos días. Pues nada, ojalá acierten. Están haciendo un trabajo y habrá personas que se habrán alegrado con verlos en Instagram. Tampoco es que yo los critique para decir «qué malos son, que rompen el negocio», porque no es esa mi actitud realmente. Pero somos buena gente y a veces nos toman el pelo.

 

Si los lugares de culto van a tener más aforo que un concierto, ¿tendréis que tocar en una iglesia? «Cuando en un sitio alguien lleva una guitarra, parece que lo que sobra es la guitarra salvo que la lleve el cura», dijiste hace poco.
Sí. En los esquemas de las distintas fases, sobre los aforos y todo eso, decían que los lugares de culto tendrían un cincuenta por ciento y los conciertos un treinta. Hay misas que son conciertos, ¿no? No hace mucho que estuve en París, y en la Iglesia de Sacré Coeur de Montmartre había unas monjas cantando y haciendo unas armonías. Eso no era un concierto, era un conciertazo, vaya. ¿Qué aforo tendrían entonces las monjas en esta fase: el treinta o el cincuenta? Para un aforo de cuatrocientas personas hay que estar sentado y con separación, pero ¿qué pasa con los bancos corridos de las iglesias? Que conste que esto es una broma, yo no le tengo manía a los curas, o no mucha; hay un sacerdote que es fan y me manda sus libros. Lo hago por presentar esa pequeña incongruencia.

 

¿Por qué crees que estaremos condenados a entendernos, como cantas en “Escorpio”?Por si queremos durar una mijilla más, porque también está la posibilidad de mandar todo a tomar por culo. Ya veremos lo que hacemos. El otro día echaron por la tele, pero la pillé empezada, la película de La llegada, —¡alerta, spoiler!— que vienen los pulpos a decirnos que nos tenemos que poner de acuerdo. Y es eso: hay que ponerse de acuerdo. O eso, o sálvese quien pueda, como en una guerra. Estamos planteando que esto pueda ser una guerra con la naturaleza, porque somos muchos, nos reproducimos. Bueno, en Europa no nos reproducimos en realidad, porque con las políticas de conciliación laboral, lo que te venden en la tele, la pasión por las mascotas… Prácticamente nos han esterilizado. Pero en Asia, en el sudeste asiático, en África… se reproducen muchísimo. Cuando yo estaba en la E.G.B. éramos no sé cuántos millones y ahora somos más del triple, o algo así, entonces llega un momento en que esto no da, que las materias primas y los recursos de la tierra no son inagotables. O nos organizamos o habrá más tragedias, nos iremos a tomar por saco y fuera, y esto será una bonita película de sobremesa.

 

«Hay que tener mucha pasta para ir todo el rato con tu verdad por delante y que te importe un comino»

 

“Una famiglia reale” parece una canción monárquica, pero también tiene otro tipo de crítica. ¿Qué hubiera pasado si, en lugar de haber tenido monarquía hubiéramos tenido república? ¿Veríamos rancia la república?
Bueno, no lo sabemos, porque no tenemos república ni la vamos a tener. Ves que P.S.O.E. y Podemos hacen por fin coalición y llega un virus y la lía. No veía esta coalición, pero no vamos a ver la república, o al menos yo no la voy a ver, porque tengo ya cincuenta años, pero ojalá pueda verla en los treinta años que me quedan. También los españoles somos dificilillos de manejar, ¿eh? Por lo que he leído y se puede saber de la historia, la República tampoco fue una balsa de aceite. “Una famiglia reale” no es una canción antimonárquica ni nada, no tiene nada que ver. Lo que pasa es que tengo la tele puesta mientras hago otras cosas y veo que las cadenas te venden una realidad que la compras o no la compras. Es cierto que nuestra reina fue una presentadora del telediario, es algo llamativo, algo que se podía incluir en la canción para darle más sentido a lo que estoy cantando.

 

 

En cuanto al sonido, “Una famiglia reale” está basada en la versión que hizo Dan Béjar (Destroyer) de “El rito”, que originalmente aparece en El fuego amigo y además a dúo con Enrique Morente. ¿Es una metaversión?
Así funciona esto. Vamos pillándonos las ideas de uno a otro. Siempre se hacen colaboraciones, la gente se conoce, y todas las ideas se pueden combinar. He hecho algún concierto diciendo a la banda «Vamos a tocar la de los Rolling», por la versión de Destroyer. “Una famiglia reale” es también una canción con los tres acordes de siempre y yo creo que le ha podido quedar bien ese aire stoniano. Tampoco entiendo mucho de etiquetas y de estilos musicales, no es mi especialidad, pero quería tener mi canción de los Rolling.

 

Encuentro que “Aplauso”, “No me acuerdo” o “Escorpio” son más The Cure, Joy Division… Luego está “Sábanas santas” y “Planeta B”, que son más festivas, como “Todo acerca del cariño” en ¡Menos samba!
Sí. En un disco de cuarenta minutos cabe todo. Eso pasaba también con los discos de The Cure. Recuerdo la famosa entrevista de Robert Smith en el Metrópolis de los ochenta —que el otro día volví a ver porque alguien la puso en Facebook—, él explicaba que tiene momentos de alegría, momentos más tristes, momentos más oscuros… Y todo eso cabe en el disco. Hubo una época en Chinarro en la que pretendimos llegar a más gente. Eso fue con Presidente y con unas producciones más estándar, con ritmillo sabrosón y tal. Todavía me sale alguna así y, si está bien, va a ir al disco. Pero mi naturaleza es más bien oscurilla, es verdad, aunque procuro que haya un poco de sentido del humor en todas las letras. Luego, musicalmente, escucho más a Joy Division o a The Church que a Estopa, esa es la realidad. Y no quiero decir que unos sean mejores que otros, pero esa es la música que me impactó más cuando era adolescente y todavía me sigue gustando mucho. El otro día alguien puso un enlace en las redes sociales de las John Peel Sessions y empecé a escuchar algunas y puse las de Joy Division. Eran las dos de la mañana, me estaba costando dormir, estaba con los cascos, salí al balcón y me puse a hacer el baile de Ian Curtis. ¡Con la edad que tengo! [Risas] Es la música que me motiva. Qué le voy a hacer. Ojalá me gustara el reguetón, tocaría en más festivales ahora, seguramente.

 

Para que se vea que El bando bueno no es un disco de rumbas, dices que “Sábanas santas” es una manera de llevarte la contraria, porque «estamos en España y hay que ir al revés». ¿Te llevas la contraria entonces por naturaleza o por la condición de haber nacido en España?
Soy sobre todo andaluz, de decir una cosa y hacer inmediatamente la contraria, pero es una manera de llegar a la verdad, ¿no? No tengo nada muy claro, pero por lo demás no me gusta tomarme mucho en serio, por eso no me importa que haya una canción tipo rumbita con guitarras españolas. De hecho, la guitarra española tiene una sonoridad muy bonita, más que la de la guitarra acústica. Me explica J que a mí lo que no me gusta no es el flamenco, sino el jazz; los jazzeros se metieron en el flamenco y empezaron a complicarlo. Por otra parte, el flamenco me sonaba un poco triste todo el rato, porque es de la gente oprimida de mi tierra, y es muy duro eso, quizá más duro que Joy Division. Pero todo está ahí y puedo usar todo, y puedo decir que odio el reguetón y hacer un reguetón. “Todo acerca del cariño” es un reguetón. Cuando la tocamos la gente se mueve y baila, y a mí me gusta que se muevan y que bailen. Puedo decir cosas y luego hacer lo contrario y lo que me da la gana. Para eso cogí la guitarra. Si quisiera no hacer lo que me da la gana, igual sería ahora directivo de alguna empresa, porque no tengo un pelo de tonto.

 

https://www.youtube.com/watch?v=4Ogfg_6RLaY

 

¿Para que haya un tonto tiene que haber un listo? O sea, ¿para mentir hace falta uno que escuche?
Hace falta darse cuenta de que todo es un poco mentira y que se trata de un juego con el que hay que salir bien parado. Pero no hay que hacerlo con mala intención, con una intención económica, por ejemplo, cuando los medios de comunicación mienten a sabiendas. La intención es lo que cuenta. Hay gente con buena intención, con buen fondo, y hay gente que es mala.

 

¿Uno se hace viejo para las mentiras?
Bueno, hay que tener mucha pasta para ir todo el rato con tu verdad por delante y que te importe un comino. De todas maneras, la verdad es opinable. No me gusta lo de la posverdad, pero la posmodernidad llegó para quedarse. Con el encierro y todo esto, estoy volviendo a pensar como pensaba en el instituto, cuando la ciencia se me daba bien. Y si hay alguna verdad, es esa: la química, la física, las matemáticas… Me quedo con la verdad de las canciones que más me gustan, que es lo que más placer me da, estar con las personas que más quiero, comer un poco bien, hacer deporte y que no nos salga ninguna enfermedad chunga. Es lo que le pido a la existencia.

 

«Los viejos saben que nada va a permanecer», dice “Odisea”, la última canción de El bando bueno. ¿Un viejo es más sensato o es más inteligente?
Bueno, la sensatez debería ser una de las formas de la inteligencia. Debería estar una incluida en la otra. Y es cierto que hay gente que no tiene mucho hardware, mucha materia gris, pero con un software preciso funciona. Como si compras ahora un Mac de los primeros y lo usas para tus cosillas sin instalarle lo que no le debes instalar, que funciona bien. Pues pasa con personas mayores que nunca fueron muy largas de entendederas, pero se apañan muy bien con lo que les ha tocado. Desde luego, siempre hay que escuchar a los mayores, aunque alguno esté radicalizado con la política, porque la tele te lava el cerebro fácil, que es también de lo que va “Una famiglia reale”. Pero, en general, hay que escucharlos siempre; es mejor que meterlos en los «morideros» [residencias].

 

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