“Soñando en tres colores”, de La Granja

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la-granja-01-11-18

“Las interpretaciones en vivo son un buen documento para comprender cómo se las gastaban (y lo siguen haciendo) sobre las tablas”

Fernando Ballesteros se detiene en La Granja y analiza la reedición del disco “Soñando en tres colores”, con temas extras y directos inéditos recuperados por Warner para celebrar el vigésimo cumpleaños del álbum.

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

Warner conmemora los primeros treinta años sobre la Tierra de “Soñando en tres colores” con una reedición de aquel trabajo, que nos sirve como perfecta excusa para volver a un disco extraordinario y refrescar la memoria, recordando los méritos que convirtieron a La Granja en uno de los grandes grupos de su generación.

Fueron los propios músicos los que se dieron cuenta, antes de que comenzara este 2018, de que la obra iba a cumplir en unos meses esa cifra tan redonda, y se plantearon hablar con la compañía que posee el catálogo de DRO. Dicho y hecho: unos y otros se pusieron manos a la obra y a comienzos de octubre veía la luz, por segunda vez, ampliado y mejorado, un elepé clave de las últimas décadas del pop hecho por aquí.

Vayamos al grano. A las canciones del trabajo original remasterizadas se le unen aquí diez temas extra. No hay ningún título inédito, pero sí canciones rescatadas de un directo en Mallorca y tres procedentes de las maquetas previas a la grabación del álbum. Las interpretaciones en vivo constituyen un buen documento para comprender cómo se las gastaban (y lo siguen haciendo) sobre las tablas, y las versiones sin pulir constituyen un atractivo para los que ya estén familiarizados con el trabajo y demanden golosinas para volver a acercarse a la tienda.

La presentación, el envoltorio, tampoco desmerece, ya sea en flamante vinilo de 180 gramos o en formato digipack. Contiene un libreto de 24 páginas, en el que podemos disfrutar de textos del líder de Los Sencilos Miqui Puig y del gran escritor Kiko Amat, todo un lujo, así como material gráfico y diversas reseñas periodísticas entre las que se incluye la que publicamos aquí hace algo más de un año.

Poco se puede añadir ahora sobre las once canciones del disco a lo que decíamos en aquel Operación Rescate. Básicamente, que se trataba de un trabajo que mostraba a un grupo confirmando todo lo apuntado en sus primeros pasos. Los mallorquines tiraban de influencias clásicas y las pasaban por su particular filtro, como hacían sus coetáneos del nuevo rock americano allá por Estados Unidos. Lo hacían, además, con una habilidad indiscutible para clavar melodías certeras y unos textos que reflejaban rabia, ilusiones y frustraciones juveniles.

Pop directo y guitarrero, suave y cristalino a veces, con un ojo puesto en Kinks, Byrds y otros grandes clásicos y acelerado en otras ocasiones, sin hacerle ascos al power pop y al garaje. En cualquier caso, la rotundidad melódica de canciones como ‘Los chicos quieren diversión’ y su clara vocación de himno juvenil, explican en tres minutos y bastante mejor de lo que yo pueda escribir, de que hablamos cuando hablamos de pop.

Desde esa demostración inicial de orgullo juvenil, de quien sabe que se equivoca sin importarle demasiado, y hasta la explosión de rebeldía final de ‘Más de veinte años’ a golpe de glam, La Granja le dio forma a un disco soberbio en el que sobresalía esa naturalidad y falta aparente de pretensiones con la que hacían las cosas.

Chap chap’, de la que Amat toma el título para una de sus libros, rockea intentando resistirse al paso del tiempo, ‘¿Por quién doblan las campanas?’ es otro clásico instantáneo y ‘Qué cerca veo el final’ es otra muestra de lo que encerraba un trabajo que, ya que hacemos balance, encontraba poco rival en el pop hecho en castellano aquel año y le miraba cara a cara a cualquiera de los buenos discos que llegaron desde fuera y firmados por grupos con propuestas parecidas a la suya. Un trabajo con poco o ningún desperdicio.

Y aunque el cielo sepa que en la vida hay una ocasión y no debe descuidarse, lo bueno de las obras de arte es que no solo perduran en el tiempo, sino que a veces cobran una nueva vida. Así que, a ese joven que ni siquiera había nacido en 1988, me dirijo ahora: está ante una buena oportunidad de disfrutar de un señor disco y seguir tirando del hilo de La Granja. Si lo hace, le auguro un gran banquete melódico. A los ya convencidos, nada más que decir.

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