Somebody from Badajoz, de Gecko Turner

Autor:

DISCOS

«Absorbe una serie de géneros han sido mito y lo que hace es revitalizarlos y mezclarlos en un cóctel lleno de talento, de artesanía y de belleza»

 

Gecko Turner
Somebody from Badajoz
LOVEMONK, 2023

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Recientemente, Diego Manrique hablaba de Gecko Turner como el secreto mejor guardado de la música en nuestro país. No sé si es un secreto, ni si está guardado, lo que es cierto es que se trata de un músico de sublime excelencia. El cóctel de influencias es amplio, pero siempre sabroso y lleno de ritmos bailables, melodías magnéticas y letras llenas de especias picantes.

Bajo el título de Somebody from Badajoz, homenaje a su patria extremeña, Gecko publica este quinto álbum de estudio tras siete años de silencio, en el que continúa con el estilo que ha definido como “soulafromeño” encarnado en “Twenty-twenty vision” con fondos étnicos perfectamente armónicos, voces del mejor soul y susurros entre Barry White, Sam Cooke y el Marvin Gaye más combativo. Se le añade una instrumentación acariciadora y bamboleante, cuidada al detalle en los arreglos y divertida también.

Porque si hay algo que define el estilo del músico extremeño es el humor. En múltiples fragmentos, tanto musicales como de contenido, está presente la ironía, incluso en sus fraseos al cantar. Una ironía a veces paródica, a veces simplemente recreativa, blanca. En “Qué siesta tan buena (he babeao y to…)” se vuelve sarcasmo, aunque el fondo es el más puro ambiente latin jazz, una instrumentación tan rica que la canción resulta puro oxímoron entre seriedad instrumental y sarcasmo letrístico. El humor también aparece en “The sibareteo appreciation society”, aunque el fondo aquí es todo sedoso, todo acariciante.

El resto adopta diversas texturas. “De balde” abraza con la voz dejes flamencos —quizá porque es de las pocas en castellano—, que en Extremadura siempre ha sido música de calle, aunque migra hacia los ambientes de Stevie Wonder. Por otro lado, “Ain’t no fun preachin’ to the choir” se mete en el funk disco a la manera de Chic. El ritmo parece marcado por Nile Rodgers —con un extra de rapeo a lo Pino d’Angio—. Puro 79, puras luminarias disco. También funk, aunque en este caso suave y orgánico, es “Am i said?”, con guitarras metálicas y calmados wah-wah.

Calmadas son muchas del resto de canciones. “Little dose” se ajusta a la bossa nova, con arreglos de standard norteamericano, pero también cercana al “Dear Prudence”, de los Beatles, con su punteo final y su preciosa percusión natural. El final del disco asume estas coordenadas, “Come and Try” es sedosa y cómoda, y “Everybody knows somebody from Badajoz” es también reposada a la manera de Lou Reed, incluso con sus fraseos; aunque la que realmente lo cierra, “End of theworld”, es realmente alegre, llena de esas sensaciones naturales y casi bucólicas que acaban con sonidos de fiesta.

Gecko Turner pasa por tener una visión peculiar de la música. Es mentira, tiene una visión de la música que absorbe una serie de géneros que han estado activos, han sido superventas y han sido mito. Él lo único que hace es revitalizarlos y mezclarlos en un cóctel lleno de talento, de artesanía y de belleza y producir uno de los mejores discos del año.

Anterior crítica de discos: On grace & dignity, de The Golden Dregs.

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