Soleado, de Soleado

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DISCOS

«Lleno de hermosas canciones que suenan actuales, incluso revolucionarias, pero no pierden el poso de la canción popular»

 

Soleado
Soleado
ESMERARTE, 2024

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Hacía años que no me estremecía tanto con una canción. Me asaltó a la primera por conectar con resortes personales míos que casi nunca aparecen todos de golpe, la fui degustando más a cada escucha y ya se ha convertido en parte de mí, como una veintena de canciones que forman parte de mi maleta personal y nunca se han bajado de ahí. Las que tiene todo el mundo, al fin y al cabo, como se tienen una veintena de libros y una veintena de recuerdos. Después hablaremos de ella.

De momento, toca presentar el disco. Soleado es el proyecto de Ester Rodríguez y Juanma Latorre, de Vetusta Morla. Desde que estos últimos anunciaron hace nueve meses una retirada temporal, su guitarrista y compositor ha sido el primero en embarcarse en un nuevo proyecto que alía la música tradicional y la electrónica, nuestras raíces con los tiempos que corren en las estéticas musicales.

Se demuestra en “Pez dorao”, que es la que cierra el disco y la más electrónica, pero a la vez pausada —marcada por el armonio y el autoarpa—, en contraste con la que lo abre, “Añoranza”, solo con acústica y percusión. Hay algo en ella hondamente hispano, derivado de lo andalusí y de Falla, de rondas y seguidillas, pero atraído a la actualidad por esos fondos electrónicos que van apareciendo. Las letras recuperan la sencillez de la canción tradicional, el siglo XVI, la generación del 27. Nuestra tradición, que se recupera gozosamente.

También sabe rescatar la esencia de siglos “Los amores perros” y vuelve la música española porosa a sonidos anglosajones —hasta indies—, iberoamericanos e incluso orientales, es una simbiosis que desde el primer elepé de La Búsqueda no se había conseguido. Lo andalusí, en medio de una catarata de antítesis, domina en “Todo rima”. Es puro barroco, el Góngora “príncipe de la luz” e incluso Lorca, en una canción de la que poco a poco se apropian los coros.

Hay alguna canción que se sale de este entramado. “Pido perdón” posee una instrumentación casi infantil, la más pura esencia de lo popular. La anáfora lleva adelante una letra de disculpas que juega con sentidos imaginarios y metafóricos. Por otro lado, “Los pájaros de tu cabeza” es la más afín al folk más tradicional, aunque también tiene algo de cantautoras iberoamericanas, igual que “Sangre en la vereda”, afín a Violeta Parra o Soledad Bravo y a la bachata, pero tocada con instrumentos ibéricos. Y también hay versiones, “Ay, Pena”, que cantaba Lola Flores y que aporta bien poco a la original, con esa orquesta dirigida por Adolfo Ventas que acariciaba la voz de la Faraona.

“Tu sombra en mi reja” evoca las narraciones de Lope o del Romanticismo y tiene un fondo casi totalmente electrónico, sin dejar resquicio a lo orgánico más que por el grupo de pandereteiras Lilaina. La letra refleja la presencia de esa reja a la que se le pueden dedicar tesis doctorales, esa conexión entre el interior y el exterior que a la vez provoca calidez y lucha de espadas. Pura literatura, en cuanto las rejas ya no existen, es un cliché, aquí bien trabajado.

Y vamos al principio, a esa canción que me pone la piel de gallina. “Vestida de domingo” es emocionante —por lo menos para un filólogo— porque le da voz y música a algo que ha estudiado una y otra vez en el grado, esos poemas, medio perdidos, donde pellizcaba el dolor, abrazaba la esperanza y reclamaban amores, se trasladen a nuestro tiempo. Con los mismos parámetros, la indefensión y, al tiempo, la rabia de una chiquilla, la confidencia a la madre, la desesperación, las imágenes sencillas y naturales… Uno se la puede imaginar fácilmente en una comedia de Lope, aparte de que es modélica en su composición y ejecución. Si hay canciones pop perfectas, también puede haber canciones folk perfectas.

Afín a una escena que mira hacia dentro, igual que Lorena Álvarez, Karmento o Guitarrica de la Fuente, Soleado nos regala uno de los debuts más maravillosos de los últimos años, lleno de hermosas canciones que suenan actuales, incluso revolucionarias, pero no pierden el poso de la canción popular.

Anterior crítica de discos: Lagos Paris London, de Yannis & The Yaw.

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