Rulo y La Contrabanda: Huyendo de la zona de confort

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«Siempre he tenido un cantautor dentro, y tengo al cantautor como peleándose con el cantante de rock, por eso no me gustan las etiquetas, y por eso cuando hablo de Rulo y La Contrabanda hablo de rock and roll»

 

Rulo, junto a su Contrabanda, ha editado «Una noche en el castillo», un directo (cedé más deuvedé), en el que repasa su cancionero en formato semiacústico. Juan Puchades lo entrevista.

 

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

 

Rulo, Raúl Gutiérrez, ex de La Fuga, debutó en solitario (bueno, junto a La Contrabanda), en 2010 con «Señales de humo», un primer disco con el que dejaba claro que había música más allá de la que despachaba con el grupo. En 2012 publicó un segundo álbum, «Especies en extinción», que sirvió para acercarle definitivamente a nuevos públicos, lejos de la sombra del pasado. Estos días ha publicado un directo especial, «Una noche en el castillo», en el que ha recogido el testimonio de la gira semiacústisca que le ha llevado por teatros, aunque lo haya grabado en un castillo.

 

Parece que desde 2012 no paras, ¿no?
Más tiempo, desde que dejé La Fuga, el año ese que estuve jodido, componiendo y reinventándome. Pero desde que salió el primer disco hasta ahora solo paré un verano, cuatro meses, que los dediqué a grabar el segundo, que no paras porque estás grabando. Es que el primer y el segundo disco los veía como un bloque, muy enlazados los dos, el primero era decir estamos aquí y el segundo darle continuidad.

Han sido dos discos de estudio y dos en directo. Hay gente que le tiene miedo a grabar álbumes en directo, pero no parece tu caso.
Bueno, «Agradecidos» era eléctrico y este nuevo acústico; mal llamado acústico. Los de la vieja escuela, y me incluyo, tenemos en la cabeza que cinco discos de estudio, y un directo, que era la forma de cerrar un ciclo, pero ahora es distinto, si hago una gira chula, pues me grabo un deuvedé.

Al final, además, el seguidor lo agradece, porque se hace con un testimonio de esa gira o del sonido en vivo en un determinado momento.
Claro, es ver un momento de forma, de sonido, porque todos sabemos que las bandas no están en la misma forma de un año para otro, unas están más en forma que hace ocho años y otras al revés. También puedes reflejar el concepto musical del momento, nosotros tenemos esto, que es la cara B, que funciona por teatros y es una apuesta que ya hicimos con La Fuga con la última gira y con el primer disco con La Contrabanda. Aunque en esa gira solo pudimos hacer ocho teatros, porque no nos querían, se ve que pensaban «¿qué es esto de Rulo y La Contrabanda?, igual nos van a quemar el teatro». Pero se llenaron todos, funcionó tan bien que, fíjate, ahora hemos hecho veintún teatros, tío, veintuno más cinco de presentaciones que hacemos ahora. Y eso que esto para mí es la cara B de la banda, porque la banda es una banda de rock and roll y su hábitat natural es una sala, pero también haces sitios más grandes en eléctrico y está bien hacer otras cosas, como teatros. Lo que no quiero es hacer siempre lo mismo. Hacer siempre lo mismo es un peñazo.

¿Tus acústicos, o semiacústicos, responden a los tiempos de pobreza?
No, eso me lo dijo un amigo cuando fuimos a Pamplona, a un teatro increíble, que te impone con su historia tremenda. Empecé a cantar una canción y él, que no se corta ni media, somos muy sinceros, decía que iba a ser el típico acústico chapa, yo con dos guitarristas, y no era eso, allí éramos seis. A esos otros conciertos les llama el acústico crisis, y flipó con la escenografía que llevábamos, con el sonido, con lo que hacíamos, y de hecho en muchos momentos de los bolos hay batería y bajo.

¿Qué te aporta el acústico que no te aporte el eléctrico?
El eléctrico es algo tan grande y a la vez tan sencillo… es un zarpazo de dos horas, a veces cuento algo de alguna canción, pero no me enrollo tanto, no puedo comunicar tanto como en los teatros. El eléctrico es eso, un zarpazo, algo fugaz, los hacemos muy dinámicos, mientras que en los teatros me tengo que sentar en casa a pensar en cosas como desde el nombre de la gira a la escenografía que vamos a llevar, a cómo va a ser el programa de mano que vamos a darle a cada asistente. En los teatros, cuando se abría el telón yo aparecía con la cazadora, con un micro de pinza y era como que venía de la calle, entrando por el patio de butacas. Es como diseñar un espectáculo.

¿Y lo disfrutas cuando estás en escena?
Sí, muchísimo. Cuando hicimos solo ocho nos dio mucha pena porque era decir, joder, todo este esfuerzo para esto. Pero aquellos funcionaron y por eso luego pudo venir esta gira. A mí, ahora, ya no sé qué formato me gusta más. La gente pensará «qué dice este majara», pero saber que cada vez que hago un disco de estudio me voy a inventar cómo darle la vuelta a las canciones para en invierno meterme en teatros, es un subidón. Ha sido una apuesta que nos ha funcionado, y él público ha dicho que sí.

Sin embargo, este disco no lo has grabado en un teatro sino en un castillo medieval. ¿Fue muy complicado dar forma a ese concierto concreto para grabar el deuvedé y el disco?
Sí, mucho. La verdad es que íbamos a grabar en un teatro, pero pensé que todo el mundo graba en un teatro. El castillo está al lado de mi casa, lo conocía y me dije, «tendría que ser una pasada hacerlo en el patio del castillo». Lo que no pensé es que fuera a costar tanto. Nos hemos desfondado mucho, porque era una ilusión personal que haya sido en mi casa, que aparte de un tema sentimental, estaba todo dios apoyándome, desde el Ayuntamiento del pueblo a Protección Civil, que estuvieron 23 personas dos noches, por la comida y la cena. Pero todo era tipo salmón: había que nadar hacia arriba, no había baños, hubo que subir baños químicos; para las alpacas en las que está sentada la gente hubo que subir un tráiler hasta la colina; las luces imagínate para subirlas a las almenas, el escenario… fue muy difícil. Pero se pudo hacer. También estuvo la lluvia, que fue al segundo intento, el año anterior arreó y no se pudo filmar. Sí, fue muy difícil pero soy de los que creen que todo lo que se suda sale mejor, y si se suda mucho mucho mucho, mejor mejor mejor.

Fue, como dices, al lado de tu casa. Me da la sensación que a ti te tira mucho la tierra, ¿no?
Sí, soy muy pesado con lo de Cantabria, la verdad. Este año me nombraron embajador de Cantabria 2014.

¡Eso no lo sabía!
Sí, no veas la que me ha caído con el título de embajador, porque, claro, todos mis colegas me llaman «señor embajador» [risas]. Está guay, porque los músicos siempre nos quejamos de que a nivel institucional no nos apoyan y, joder, yo encantado con esto, me siento hiperquerido, más querido no me puedo sentir, y por el pueblo, que es lo más importante. Para mí es un orgullo, y este año que he celebrado veinte de mi primer concierto, también me han dado un mogollón de premios, está bien, porque es el cariño de la gente.

¿Ayudan los orígenes a ser persona, y más en el negocio en el que te mueves?
No sé, porque conozco gente que ha tenido orígenes humildes, que al igual que mi padre eran trabajadores de fábrica, y se han vuelto gilipollas, y no lo eran. Y al revés, gente que ha tenido una infancia muy cómoda, con dinero y sin problemas para llegar a fin de mes y luego ha tenido mucho éxito y son gente maravillosa. Eso no sé en qué va. Lo que sí es cierto es que siendo de Reinosa va a ser más difícil que se te vaya la olla, porque siempre vas a tener un colega que te va a dar una colleja y te va a recordar quién eres.

Aquí mismo, en EFE EME, hace unos meses decías que a veces ser Rulo es un auténtico peñazo, ¿cómo convives con la popularidad?
Afortunadamente, en Reinosa no soy Rulo, soy Raúl Gutiérrez, y eso te lo pone más fácil. Hombre, cuando están en fiestas es imposible bajar al bar, pero vienes a Madrid te piden un autógrafo o una foto y no pasa nada. Que tampoco soy, yo qué sé, Loquillo, que es un personaje, él no puede pasar desapercibido por la Gran Vía, y yo sí. Me paran por la Gran Vía, pero es gente que viene con mucho cariño y respondes igual, y ya está. Vamos, que habitualmente puedo salir a tomar copas. Pero sí es verdad que a veces mi hija, que tiene siete años, me dice «es que es un rollo ir contigo por la calle». Es más un rollo para los que están contigo, que lo sufren, porque tú, en el fondo, le estás agradecido a la gente, y como solo te viene un maleducado de cada tres mil personas, no pasa nada. Tienes que estar a la altura del cariño que te da la gente.

Algunos periodistas musicales comenzamos a tener la sensación de que puedes ir camino de compartir ese espacio que, a nivel de éxito comercial, puedan ocupar Fito Fitipaldi o Extremoduro. No sé si lo ves venir, pero, ¿estás preparado por si esa circunstancia termina por darse?
Hostia… Uf… ¿Sabes lo que me pasa? Que no me gusta hablar de metas. Con La Fuga fue algo muy curioso, desde lo más abajo, cuatro chavales de Reinosa pasamos por todos los escalones por los que había que pasar, y siempre pongo el ejemplo aquel del garito de Malasaña que se llamaba Al’laboratorio, de ahí al Chesterfield Café, a la sala El Sol, la Caracol… ¡todas! Subimos todos los escalones posibles y terminamos haciendo el Palacio de Deportes dos veces en una gira, para doce mil personas una de ellas, y te das cuenta que no eres feliz, ¿sabes?

¿Y eso…?
Sí, no era feliz en ese último año, y no era por eso. Ahora es como que he aprendido, y te juro que no es una pose, porque no me muerdo la lengua en ese sentido, si tengo que mentir prefiero callarme, pero me gusta mucho recorrer los caminos. Hay gente que dice «hasta que no llene en no sé dónde, no voy a parar», y no disfruta de otros llenos menores pero que son grandes también. Cuando se habla de futuro en grande por un lado me acojona y por otro, claro que quiero seguir creciendo, ¡cómo no! Yo creo que no hay nadie que se suba a un escenario que no quiera que su música le llegue siempre a más gente. O el aplauso que todos necesitamos. Creo que Fito y Extremoduro es para mí algo como demasiado grande, aparte también les conozco personalmente y hay muchísima admiración. Estoy a años luz. Es importante que te suceda lo que te suceda, pero que sea con gente a la que quieres, que estés tocando en el escenario, mires a la izquierda y le des un beso, o te apetezca tomarte luego una copa con él, eso es básico.

¿Hasta qué punto La Contrabanda es una banda y no un grupo de músicos que te acompañan?
Eso es la hostia, tío, esa es una pregunta cojonuda, porque ahora voy a hacer un parón de un año y, obviamente, yo puedo soportar un parón de un año mejor que ellos. Somos un híbrido, como los coches, somos un grupo pero no es un grupo como tal y tampoco van cambiando todos cada año. Ojalá esto dure este año, yo sé que el grueso de la banda, sino todos, van a seguir en la próxima gira, pero si hay un baile de pieza, tampoco tengo el miedo que tenía hace años con los cambios. Con La Fuga cambiábamos de equipo de sonido y yo estaba acojonado, pero sin embargo desde que di el paso de pirarme y comenzar a funcionar por corazonadas, no tengo ningún miedo. Todo lo que me ha pasado es conocer gente maravillosa y ganar ilusión. Sí es verdad que ni somos un grupo al uso, porque no lo somos, y también es verdad que ellos no son un grupo de acompañamiento, ellos tienen su porcentaje de arreglista en las canciones, en lo económico tampoco van como músicos de acompañamiento, pero tampoco es un grupo «fifty-fyfty». Es que es… no sé cómo decirte, para mí, a día de hoy, es ideal.

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«Siempre intento que no parezca que siempre estoy haciendo la misma canción, y aún así a veces tienes esa sensación, pero es que llevas haciendo canciones diecisiete años»

Entre La fuga y Rulo hay un cambio evidente de intención musical. Es decir, del rock urbano en el que se movía La Fuga has pasado a un sonido más libre, que da la sensación que te permite moverte con mucha más soltura, ¿es así? ¿Te sientes más libre?
Sí, sí. Aunque luego está la parte más cruda o más talibán, que te dicen que eres un vendido, cuando lo que soy es un bendito por oír estas cosas y morderme la lengua. Los grupos, al fin y al cabo, con los años, tienen un corsé, que se lo van haciendo ellos mismos y no sales de él, y cuando uno quiere tú no y cuando tú quieres salir es otro el que no quiere. Sin embargo yo siempre he tenido muchas más músicas dentro que la que compuse en La Fuga. Siempre he oído todo tipo de música, en mi casa mi padre ponía a la Creedence, a Supertramp, Sabina… de todo. Siempre he tenido un cantautor dentro, y tengo al cantautor como peleándose con el cantante de rock, por eso no me gustan las etiquetas, pero por eso cuando hablo de Rulo y La Contrabanda hablo de rock and roll, nunca digo rock, porque es diferente, porque para mí La Fuga era un grupo de rock, mientras que rock and roll es algo muy amplio, es la música que te sale de las pelotas, y en ese sentido siempre digo rock and roll porque puedo meter ‘El vals del adiós’ o puedo meter ‘Fauna rara’, que es una canción del primer disco muy frívola, muy ácida, muy para divertirte. En «Especies en extinción» pasó eso, que si no llega a ser por la voz habría canciones que dirías esto es de dos proyectos diferentes. Y eso, como oyente, como fan y como mitómano que soy de mucha gente, lejos de ser malo, es cojonudo, porque si hoy es difícil que alguien escuche una canción tuya, imagina que escuchen once del tirón, y si las once son iguales, más difícil.

¿Estando en La Fuga, como compositor, te sucedía que pensabas canciones para la banda y eso te obligaba a dejar otras en el cajón?
Sí, en la última etapa sí. ¿Por qué en la última etapa? Porque descubres más música y porque sobre todo llevas haciendo lo mismo mucho tiempo. Fíjate, yo siempre intento que no parezca que siempre estoy haciendo la misma canción, y aún así a veces tienes esa sensación, pero es que llevas haciendo canciones diecisiete años. Siempre pongo el mismo ejemplo, ni siquiera ‘El vals del adiós’ lo hubiera podido componer en el primer disco de La Contrabanda, porque en cada disco te sientes más liberado y más enredador. Ahora mismo, cuando alguien me llama para colaborar, si no es de mi estilo musical, mejor. No mejor, pero me pone más. Es que soy antirutina. Respeto muchísimo al que dice «a mí lo que me pone es llevar treinta años haciendo lo mismo», de puta madre, si realmente te pone, pues de puta madre, si lo haces por acomodamiento, no. Yo no puedo, si hiciera cien teatros me aburriría, si hiciera cien Rivieras me aburriría, si hiciera cien Palacios de Deportes de Madrid, te digo que me aburriría, pero porque soy así. Me gusta cambiar.

Antes comentabas que los seguidores más talibanes de La Fuga te llaman vendido, que es algo que le ha pasado a mucha gente cuando ha dejado un grupo. Pero más que vendidos, en realidad, sois compositores de canciones a los que estamos viendo crecer y pasa que mientras vosotros crecéis vais sumando influencias, maneras de hacer, vais aprendiendo y os vais por otros sitios, vuestra obra es, a fin de cuentas, fruto de la evolución. También es eso, ¿no?
Tío, ahí la has clavado. Esto que has dicho pónmelo como que lo he dicho yo [risas]: «copy paste». Es que es así, yo mismo he visto crecer a todas las bandas que he conocido. Te juro que de las bandas que soy seguidor, lo soy de todas sus etapas, te hablo de Loquillo, de Extremoduro, de Calamaro, de Platero y Tú, de Antonio Vega… cuando soy fan de alguien, soy fan de todas sus etapas, y es evidente que en las carreras largas hay discos más brillantes que otros, ¡pero qué bonito es también eso!, y comentar la jugada: «este está mejor que el anterior, pero peor que aquel otro». Siempre hay gente que eso no lo encaja, que quiere que siempre hagas como la misma canción, y siempre lo digo: el artista debe hacer lo que él quiere, y luego tiene que recibir los halagos o las collejas o las patadas que le den. Pero, ¿quién va a defenderlo en un escenario? Tú. ¿Quién va a defenderlo ante los medios? Tú. Entonces, eres tú quien tiene que estar convencidísimo un cuatrocientos por ciento de que es lo tuyo, y dejarse llevar. Lo peor es tener la sensación de que has hecho otro disco igual.

Tus canciones parecen muy escritas a pie de calle. ¿Dónde hallas la inspiración, o dónde la buscas?
En vivir, en los conciertos, en viajar, en estar en permanente movimiento, y en la vida misma, es que la vida son cuatro cositas, la verdad. También, y sobre todo, en los encuentros y los desencuentros personales que tienes, ahí tienes una cantera increíble de canciones. En realidad, siempre he buscado el equilibrio entre no decir la frase típica pero tampoco enrevesar o hacer poesía musicada, aparte de que no tengo la facilidad ni el don para hacer poesía. Pero busco el equilibrio, a veces se te puede ir más hacia un lado metafórico y otras hacia algo más sencillo. La idea es que quien oiga una canción mía sepa de qué estoy hablando, pero intentando que esté escrita a mi manera. Pero, bueno, por supuesto que todo está inventado.

En ‘Al infinito’ ella te dice que en las canciones mientes: ¿es así?
Sí, miento en las canciones. Y no miento en las entrevistas, solo en las canciones. Las canciones las edulcoras, eso está clarísimo, y además en tu beneficio. Recuerdo que a la chica que le compuse ‘Mi pequeña cicatriz’, una novia mía de Mataró, no le di caña pero era decir han pasado unos años y es mejor que siga siendo así, que sigamos siendo colegas, pero con un poco de nostalgia o de melancolia, y en ‘Luna de miel’, que la hice con La Fuga, a ella le daba por todos lados, injustamente, y ella me lo dijo: «Te has pasado un huevo». Y le respondí, «bueno, pues te montas una banda, con todo lo que cuesta, y me das la réplica». En ese rollo de desahogarte se te puede ir la mano, pero al fin y al cabo eres tú, tú en ese momento. La historia de ‘Mi pequeña cicatriz’ la conté en alguna entrevista cuando salió el disco, y ella me mandó un Whatsapp diciendo: «ya te vale que me entere por la prensa de que me has hecho una canción».

En muchas de tus canciones hay melancolía, ¿tiene que ver con los paisajes cantábricos?
Sí, segurísimo. Alguna vez me han dicho que hago canciones tristes, y no, lo que hay en muchas es melancolía. Yo soy un optimista total, soy muy vital y miro hacia adelante, y tirando a valiente en ciertas cosas, pero sí que miro hacia atrás, y con dos retrovisores, sin rencor pero sí con melancolía. Y eso tiene que ver mucho con el clima, por eso hay más ganas de rock en el norte, el clima marca muchísimo, estoy convencido que si viviera en Jerez no me saldría una canción como ‘Heridas del rock ‘n’ roll’. En Santander puede ser mejor, pero donde vivo yo, a ochocientos y pico metros de altitud, diez meses al año hace un frío que flipas, es increíble, y eso tiene que marcar tu obra por narices.

Una canción como ‘Venecia sin agua’ parece un homenaje evidente a Sabina, ¿la escribiste queriendo homenajear a canciones como ‘Así estoy yo sin ti’?
Sí, en alguna más he utilizado metáforas, porque me parece que una buena metáfora tumba a cincuenta obviedades, una buena metáfora… ¡buah! Cuando escucho una buena metáfora lo primero que pienso es porqué no se me ha ocurrido a mí. Además yo soy muy sabiniano, lo he oído en mi casa desde crío. De todos modos, esto no lo inventó Sabina, lo inventó Dylan, que es el inventor de las metáforas totales. Pero es verdad que ‘Venecia sin agua’ es un homenaje no encubierto sino al descubierto a Sabina. Esa canción, fíjate, parece que está escrita para una mujer, pero no, está hecha a La Fuga como amor total de mi vida.

¡¿Qué me dices?!
Sí, es así. Mucha gente cree que es para una mujer, pero es para La Fuga, para La Fuga como mujer, como banda que empecé a los 14 años con Fito Garmendia, mi compañero también en La Contrabanda, y como las relaciones de grupo son igual que con una mujer, canté al amor de mi vida. Todas esas metáforas responden a cómo me sentía cuando me fui de la banda.

¿Cuáles son tus principales referentes musicales, los espejos en los que te miras o te gustaría mirarte?
Tengo días, a veces me salen doce o trece. Pero hay como un top diez: Antonio Vega, grandísimo, Enrique Urquijo, Robe, Fito Cabrales, El Drogas, Josu de Los Suaves, Bunbury, Calamaro muchísimo también… Se me olvidan algunos. Pero si te fijas, todos son gente que parecen diferentes pero no lo son: es gente que canta en castellano, que cuida mucho los textos y con universos propios.

¿Cómo te llevas con el repertorio de La Fuga, lo sientes tuyo?
Sí, ya ves que seguimos tocando todas las noches tres o cuatro, en este deuvedé repesqué ‘La balada del despertador’, que me apetecía muchísimo por un tema sentimental, por un momento vital mío, personal, y canto ‘P’aquí p’allá’ y se me sale el corazón por la boca igual que cuando canto ‘Heridas del rock ‘n’ roll’, y no es una impostura ni una postura, es que es así. Incluso hay canciones de aquella etapa que me revuelven más las tripas que algunas de las nuevas. Claro, ese es el poder de la música: a dónde te llevan las canciones antiguas, y sé que cuando tenga cinco discos con La Contrabanda voy a seguir tocando canciones de La Fuga, seguro. Es que eso lo diferencia más la prensa que yo. ‘La balada del despertador’ es la primera canción que le compuse a mi exmujer, con la que he estado diez años… uf… luego le hice un montón de canciones más, ¡cómo no me voy a emocionar si canto ‘La balada del despertador’!

Bueno, y es tuya.
Al final las canciones son de la gente, pero la he sangrado yo, luego la gente la hace suya o no, pero la cantaré igual que otras que he sangrado yo.

El tiempo que vivimos, tan rastrero, tan siniestro, ¿es una buena fuente para el escritor de canciones?
Sí, mira, ‘Divididos’ habla un poco de eso, a mí manera, aunque en el bar me cago en la puta, cuando me pongo a escribir me sale de otra manera. Pero sí, desde luego, como la de ‘Como a veces lo hice yo’, que se la escribí a mi hija cuando tenía cuatro años y es la canción de los buenos deseos, es decir ojalá te encontraras en tu vida todo lo que canto en esta canción, aunque tristemente esto cada vez está más feo. Es un tiempo inspirador, porque todos tenemos las tripas revueltas, eso es así, y todo el mundo se hace muchas preguntas, y eso para el compositor es vital.

Es materia de trabajo.
Sí, sí, igual que cuando te pisotean cinco veces el corazón en una temporada, que dices «pues aquí tengo para tres discos».

Pero es una putada que te pisoteen el corazón para que salgan canciones, ¿no?
Bueno, pero te hace sentir vivo. Joder, ¡yo es que soy tan antizona de confort! Es que creo que la tranquilidad es para los conformistas y la felicidad fugaz es para los inconformistas, dura poco pero sabe a gloria. Tengo amigos que son tan inconformistas como yo y otros que no se hacen preguntas, y a veces me dan envidia, dices «¡joder, no se hace preguntas y es feliz!». Pero cuando soy feliz, soy mucho más feliz que ellos. Al final uno tiene la capacidad de ser feliz en el grado de lo infeliz que ha sido, o de lo mal que lo ha pasado.

Has estado tocando en algunos países americanos, ¿cómo te está yendo por ahí?
Depende del país, estuvimos en febrero en México y ahora en noviembre hacemos cuatro países. Es bonito verlo crecer, en Argentina ya había estado con La Fuga y ahora vamos a salas que se llenan, pero es bonito ir a México, que no había ido con La Fuga más que a un festival, e ir a una sala de cuatrocientos, llenarla y que se quede gente en la calle, y ahora vamos al Lunario del Auditorio Nacional, que son mil espectadores, y ver qué pasa. Ahora hacemos Argentina, Chile, Colombia y México. Es muy estimulante ir allí, el futuro espiritual de la banda está en América, lo tengo clarísimo. No en lo económico, que no lo sé, igual también, pero hablo del espiritual.

¿Ya tienes planes de nuevo disco de estudio, tienes canciones?
Tengo varias canciones, pero hace dos o tres meses que no compongo y ahora estoy con ansiedad, pero con este trajín que llevo, llegas al hotel y lo que menos quieres es coger la guitarra, quieres dormir. Tengo dos canciones que me gustan muchísimo, que van a ir al disco seguro, lo que quiero terminar es el 2 de diciembre en Madrid y empezar mis viajes compositivos y estar un año de parón para componer, y no tener que estar pensando ni en el nuevo diseño de la camiseta, ni en las mil cosas que decides al día, no quiero tener agenda, quiero que mi único objetivo sea componer. Si las musas me respetan, quisiera grabar en verano y salir con el disco en octubre o noviembre, dentro de un año. Si las musas no son benévolas y no consigo diez u once canciones que me gusten mucho, pues me iré a grabar más tarde y que salga en febrero.

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