“Roy Orbison. Más allá de Pretty Woman”, de Federico Navarro Varas

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LIBROS

“Su discografía, las películas que recogen sus canciones, la crónica histórica están en este libro que merece la pena dejar a la vista”

 

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Federico Navarro Varas
“Roy Orbison. Más allá de Pretty Woman”
LENOIR

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Las anécdotas son conocidas: Roy Orbison ha sido el músico con el que el destino se ha cebado con más saña. Bien que ha habido entre sus compañeros muertes ridículas, asesinatos, accidentes y tragedias, pero de forma tan continua y con lo más estimado –sus hijos y su mujer– para alguien que valoraba la familia en grado sumo, únicamente lo ha padecido él. Desde luego, tuvo momentos de felicidad suprema, el conocer a su segunda mujer y el volver a tener hijos, incluso un renacer cual ave fénix que lo había situado en 1989 como el único de su generación que conservaba limpio el talento, pero el ‘Mistery girl’ que lo volvió a aupar fue, al cabo, un disco póstumo que no llegó a endulzar su madurez. Una última jugarreta.

También es conocida su voz, a diferencia de todos los primigenios rockeros –él nunca lo fue, sus canciones son texanas y a veces se acercaba al nuevo género– su garganta no hacía cabriolas ni necesitaba gorgoritos o impostaciones para cautivar. Aparentemente monocorde, seca, un leve quiebro apenas imperceptible, un crescendo que casi no se alzaba, un pequeño silencio, ponían los pelos de punta. Siempre hierático, con sus gafas de sol graduadas para su casi inexistente visión, sin melodramatismo ninguno, parecía notarse en esta contención total un huracán de sollozos dentro, y eso vaya si le llega al público. Aunque la autenticidad este sobrevalorada, la verdad –aunque sea fingida– en música lo define todo.

A él se dedica esta breve biografía –tampoco hay tantas aventuras que puedan desarrollarse– escrita por el periodista y compositor barcelonés Federico Navarro, que a pesar de sucinta y divulgativa es completa y precisa. Hasta determinado momento, sus andanzas son comunes a la de cualquier joven –evito el adjetivo rebelde, él no lo era– nacido a caballo entre las décadas de los 30 y los 40: infancia feliz pero pobre, bandas de instituto, concierto de Elvis. Y como a tantos, esto le decidió. Graba dos piezas rockabilly en el estudio de Norman Petty y sobre todo se maneja como compositor, su primera canción –‘Claudette’– se la agenciaron los Everly Brothers y con el single ‘Only the lonely’ alcanzo su primer éxito.

A diferencia de sus contemporáneos, cuidó mucho el mercado europeo y el australiano. En ambos continentes lo adoraban y tuvo la suerte de hacer giras con los Beatles –antes de ser conocidos– o con los Beach Boys o los Rolling Stones. Esto hizo que la memoria jugara a su favor cuando hubo que recuperarlo. Pero con el conocido ‘Oh pretty woman’ todo concluyó, empieza la mala suerte. El cariz del pop estaba cambiando hacia experiencias que no se avenían con su estilo y por ello bajan sus ventas. Lo más grave fueron las desgracias personales ya citadas.

Empieza la travesía del desierto, en la que poco a poco empiezan a encenderse candelas de respeto: las versiones de Linda Rostand y Don McClean –‘Blue bayou’ y ‘Crying’ respectivamente– tuvieron mayor importancia que el mero recuerdo, supuso ser reconocido entre unos músicos que representaban el clasicismo ante un público bastante masivo. La inclusión, ya en los 80, en la banda sonora de “Blue velvet”, los proyectos, llenos de buen gusto, sin un asomo de espíritu industrial, de “Class Of’55” y los Traveling Wilburys y el homenaje de todos sus colegas –de Springteen a Costello– llevan a esa maravilla que fue “Mistery girl”, lleno de tan soberbias canciones y tan bien interpretadas que no importa quién ni cuándo.

Me ha gustado retornar a Orbison, el único de su generación que empleaba caricias y no explosiones y que sabía enredarte en ellas, tópico y monotemático, pero con perfecta claridad lírica. El repaso lleva a recordar, a sacar los vinilos que hacía tiempo que no salían, a dejarme embaucar de nuevo. Su discografía, las películas que recogen sus canciones, la crónica histórica están en este libro que merece la pena dejar a la vista y, cuando nos crucemos con su lomo, recordar que hubo un Roy Orbison.

 

 

Anterior crítica de libros: “Biografía autorizada”, de Salvador Gutiérrez Solís.

 

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