LIBROS
«No estás leyendo una historieta, te internas en algo diferente, donde el cómic y la ilustración hallan acople»
Daniel Torres
Roco Vargas. Memorias de un futuro que no fue
NORMA EDITORIAL
Texto: JUAN PUCHADES.
Ya en sus primeras historietas profesionales, en concreto desde Opium (1982), parecía que a Daniel Torres los márgenes de la viñeta le quedaban estrechos. Era como que constreñían a un dibujante imaginativo que por momentos apabullaba con su dominio rotundo de la arquitectura, tanto de exteriores como de interiores. Pocas veces habíamos visto paisajes y escenarios resueltos con tal minuciosidad, tan rebosantes de detalles, tan fantasiosos y sugerentes. Los años y las décadas fueron pasando y, en los últimos tiempos, aquella intuición se ha ido revelando certera en su obra más reciente, cuando ha decidido romper definitivamente con los convencionalismos narrativos del cómic e indagar en sus posibilidades con una libertad que, quizá, solo la edad le ha procurado (a Will Eisner, pongamos por caso, le sucedió lo mismo, pero de otro modo). Porque Daniel fue clásico desde muy joven, con una influencia y trascendencia en el cómic europeo que él llevaba con la modestia que le caracteriza, aplicándose, desde los iniciales años ochenta, en la narración primaria a la que se debe todo aquel que aspira a ser un buen profesional del oficio. Y Torres, enorme narrador —probablemente el más solvente de una generación que se perdió en exceso en el esteticismo—, pese a lo deslumbrante de su arte gráfico, tenía claro que en la historieta lo esencial es la narración. El qué se cuenta y cómo se cuenta. Y los márgenes de la viñeta fueron su espacio natural. A ellos se ciñó y a ellos se debía.
Pero el inquieto dibujante que anhelaba descubrir otros formatos y espacios (a Roco Vargas, en su juventud, le pasó algo similar, pero él era más ambicioso y lo que pretendía era salir de nuestra galaxia), pronto, mientras daba forma a sus tebeos, y con una capacidad de trabajo encomiable, se multiplicó como ilustrador para muchas de las principales cabeceras internacionales o para ilustraciones publicitarias (donde su grafismo, ¡con firma!, era muy solicitado). En ellas, el margen de la viñeta y la imprescindible secuenciación narrativa no le impedían fantasear con el lápiz, la tinta y el color. Aunque, viniendo de donde venía, era inevitable, buscaba siempre que cada ilustración «contara» una historia, congelara un instante en el que «sucedían» cosas.
Pero ha sido, como decíamos, en los últimos años cuando Daniel Torres ha decidido indagar, o jugar, con el formato del cómic y quebrarlo en obras como La casa. Algunos maestros y toda la verdad o esta nueva entrega de Roco Vargas, en la que urde una historia sencilla —o no tanto, que deja caer algunas interesantes reflexiones, con ese matiz irónico que es sello personal de su escritura— para justificar lo que sin duda es un festín visual para el lector.
Una entrega extraña esta, pues no se sabe bien si Roco Vargas. Memorias de un futuro que no fue es un paréntesis en la saga de Roco Vargas/Armando Mistral (ambos son el mismo: el primero, lejano héroe espacial; el segundo, escritor de folletines) o un epílogo con voluntad de prólogo. Porque lo que hallamos es al propio Daniel Torres («dibujante de línea clara cósmica»), en 1982, atendiendo la llamada de Armando Mistral para que adapte a la historieta su próxima novela, Tritón… Y Tritón fue el primer álbum de la saga de Roco Vargas, publicado por entregas en Cairo desde comienzos de 1983. Desarrolla a partir de ahí una suerte de juego de reflejos con algo de falsa metahistorieta que, insertado en una obra retrofurista como siempre fue la de Roco Vargas, nos adentra en lo que podríamos definir como, y perdonen el retruécano, «retrofuturimo retro». Una locura, vaya.
Pero una locura hermosa que parte de la idea de que el taciturno Vargas ha dado con una bolsa de viaje repleta de fotos y recuerdos de su pasado aventurero, y decide mostrárselos al joven Daniel Torres. A partir de ahí, Torres —el real— se entrega a fondo e imagina fragmentos dispersos del tiempo vivido por su héroe —¿acaso está abriendo rendijas por las que dejarnos vislumbrar próximas historias de Roco Vargas, a desarrollar por él o por otros en el futuro?— en una colección de imágenes independientes que le permiten trastear con iconos del arte y de la cultura popular e idear ese mundo de fantasía sideral tan suyo. Un despliegue visual con el que cambiar de estilo y de recursos echando mano de la publicidad, de historietas, de viejas revistas, de ese futuro que no fue… Todo cabe y todo vale. Esa es la clave de una obra que tiene bastante de afortunado collage, plagada de tal cantidad de información por centímetro cuadrado que obliga a detenerse y observar, porque el lector pasa a ser «espectador» de un insólito, formidable y deslumbrante espectáculo impreso, bidimensional y estático. Pero espectáculo, al fin. Ya no estás leyendo una historieta, te internas en algo diferente, donde el cómic y la ilustración hallan acople. Y esa parece que ha sido la intención del autor, conducirnos hacia otros lugares mientas él se divertía a lo grande imaginando y dibujando.
Quizá Roco Vargas. Memorias de un futuro que no fue no es la obra que los aficionados a la serie de Vargas y a la narración clásica esperaban de Daniel Torres, pero es un lujo que disfrutará todo aquel abierto a nuevas experiencias visuales. Y se agradece. Mucho.
Nota (o duda): Armando Mistral le pide al joven Daniel Torres que adapte Tritón, su próxima «novela», al cómic. Pero creíamos que Tritón era un episodio «real» del por entonces renacido (a su pesar) Roco Vargas. ¿Es, entonces, Tritón y toda la saga de Vargas ficción, una gran mentira? ¿Ha estado Mistral novelando la vida de Vargas, su propia vida, sin advertirnos de ello? ¡¿No era Sam Norton el protagonista de sus folletines?! ¡Qué lío!
–