Rockola, Discos. 4 de abril de 2008

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Rockola, Discos. 4 de abril de 2008Julio Bustamante
Lluvia cascabel

COMBOI RECORDS/KARONTE

Hace algo más de dos años y medio, Julio Bustamante se descolgaba con un álbum conceptual –Material volátil, 2005– en torno a las diferentes facetas del amor, en el que abogaba claramente por las atmósferas sonoras. Su reto, por aquel entonces, era cantar con una mayor contención, quizá con la intención de reforzar la sensualidad de unos temas que demandaban más susurros y declaraciones de intenciones menos obvias. Parecía un momento propicio, tras la reedición del seminal Cambrers (1981) y el ligero incremento de popularidad en rincones de nuestra geografía en los que hasta entonces se le había observado con ciertas –e injustificables– reservas, para tomar aire con fuerza y dar un pequeño giro a su carrera. Sea por la razón que fuere, y tras casi tres temporadas de mutismo discográfico, el veteranísimo cantautor valenciano ha vuelto con este Lluvia cascabel, el noveno álbum en solitario de su trayectoria, a transitar por donde solía, registrando un trabajo que huele más a colección de canciones que a exploración de sonoridades inéditas.
    Los cambios con respecto a su predecesor no son sólo de orientación: se ha grabado en unos estudios distintos, con una producción también distinta (de Carlos Carrasco a la auto producción actual) y con un equipo de colaboradores en el que destacan el piano de Enrique Ruiz y Julio Serrano y la delicada voz de Montse Azorín en la retaguardia. Así, el Bustamante más reconocible se ha explayado en un trabajo más luminoso, más vitalista (sin que el anterior fuese ni mucho menos depresivo) y también más accesible, reforzando nuevamente esa proverbial mediterraneidad que pocos como él han conseguido exudar a lo largo de tres décadas de carrera.
    La naturaleza, observada con un tiento algo “naïf”, vuelve a constituirse en el eje central de temas como “Rosa de los Vientos”, “La selva” (con estructura de rock and roll canónico) o esa travesura con aroma a music hall que es “Gatitos pequeños”. No hay trampa ni cartón con Bustamante. Los diferentes géneros que inspiran su prosa se manifiestan en un momento u otro del álbum, al igual que lo han hecho durante el resto de su discografía. El swing también dota a “John Huston” (sabia reflexión basada en una entrevista al mítico director) o a la singular “Llena de Gracia” del aplomo requerido, mientras que los aires de bossa nova convierten “Estiu estrany”–el único tema no cantado en castellano, a medias con el valencianoparlante Òscar Briz– en un delicioso cierre. Y todo ello sin pasar por alto posiblemente las dos composiciones más complejas y elaboradas de este nuevo “opus”, como son “El secundario” y “La especie de Tom Sawyer”, seductoras en su propia serenidad.
    A Julio Bustamante, y es algo en lo que se incurre con frecuencia, se le puede llamar músico de culto, el último de los románticos vivos o miembro de una especie a conservar, muy lejos aún de la extinción. Se le puede llamar eso y mil cosas más, pero lo mejor que de él puede colegirse a estas alturas es su transparente e inquebrantable compromiso con unas señas de identidad y con un oficio, el de músico auténticamente independiente, acostumbrado a crear y componer casi como una necesidad fisiológica, al margen de los imprevisibles altibajos y vaivenes de la industria, sus modas y sus caprichosas servidumbres de paso.
CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

Javier Limón
Son de limón

CASA LIMÓN/SONY BMG

Tras aquella sensacional primera declaración de intenciones de 2005, Javier Limón publica un segundo trabajo en el que se comprueba que hay una marca muy importante en los discos que firma con su propio nombre, que va más allá de su celebrada labor de producción para otros. Esta vez no ha tenido a Paco de Lucía, Calamaro o Bebo Valdés, pero es que tampoco se trataba de hacer siempre “discos de colaboración” teniendo a mano, como tiene, a la mejor cantera de músicos jóvenes del país. Y este Son de limón, como ya lo fue –lo sigue siendo– Limón, es también de aúpa.
    De una forma más concreta, esta vez el ajo queda repartido más estrechamente entre flamenquitos y cubanos, dos colonias compatibles, casi intercambiables, a las que Javier Limón ha dado siempre sobradas muestras de saber pastorear. Son de limón se trata, en el fondo, de una impresionante jam –programada en el estudio, pero sin horario ni agenda–, que la lógica y necesaria conversión en canciones ha dividido en doce piezas de diferente “mood”, compuestas y arregladas por el propio Limón.
    Por respetar cierta correlación con los palos tradicionales, se han citado bulerías, siguiriyas, tangos, boleros, rumbas, etc., cuando sus estructuras rítmicas así lo atestiguan, pero otra cosa luego es lo que suena encima, que se proyecta hacia un mundo cuya riqueza está en una esfera completamente diferente a la del flamenco tradicional. No es ni mejor ni peor, simplemente diferente. La cosa tiene evidentemente visos de “flamenco-latin-jazz”, que es lo que los músicos participantes dicen que han hecho. Y bueno, Javier Limón, al que no le gustan las etiquetas, se ha dejado y ha asentido, entendiendo que la reflexión ha nacido a posteriori. Ya la pana la parte una apertura ejemplar, la bulería de “Habanerías”, que únicamente sólo con la voz de Concha Buika, la batería de Horacio “El Negro” y el piano de Chucho Valdés, impone un altísimo nivel para el resto.
Conociendo el decálogo de intenciones del artista –arte, sonoridad, estructura y melodía–, sólo podemos decir que se trata de un trabajo impecable. Otro más en la ya considerable lista de este obrero del arte que sabe sacar siempre de sus músicos lo que quiere y necesita, y lo obtiene.
GERNOT DUDDA.

The Blind Boys of Alabama
Down in New Orleans

PROPER/DOCK

Interesante álbum de gospel para el que esta veterana formación, revitalizada en los últimos años, ha decidido grabar en la mágica ciudad de Nueva Orleans por primera vez en sus 75 años de historia. Esta decisión se debe tal vez al homenaje que han querido rendir a Mahalia Jackson, nativa de allí, con una selección de temas que remiten de uno u otro modo a la gran dama de la música sacra afroamericana. El juego de voces resulta emocionante en varios cortes, y la producción, elegante pero austera, se ajusta como anillo al dedo a un sonido seductor y emocionante que casi anima a cerrar los ojos, elevar los brazos al cielo y responder a algunos versos gritando aquello de “¡Yes, Lord!”.
JAVIER MÁRQUEZ.

Shelby Lynne
Just a little lovin’

LOST HIGHWAY

Desde que publicó I am Shelby Linne en el 2000, la cantante de Virginia no ha hecho otra cosa que reivindicarse como una artista con personalidad propia más allá de su belleza y estilo refinado, carne de cañón para el country insustancial de audiencias adormiladas. Prototipo de “chica grammy”, decidió reinventarse y probar con otros derroteros musicales. Y, cosas de la vida, ha sabido sacar lo mejor de sí misma haciendo de Dusty Springfield, su musa particular. Palabras mayores cuando se trata de jugar a ser esa rubia que hizo del soul blanco femenino un género en el que derretirse. Puede que Lynne no guarde el innato poder de atracción de la diva británica, pero consigue un homenaje en toda regla.
    Recupera el cancionero de Springfield con mimo y gracia, y atina en la selección con temas poco conocidos (versiones de Tony Joe White, Randy Newman, The Rascals) y cuatro cortes de Dusty in Memphis, posiblemente lo mejor de la británica. La economía de medios marca un sonido que tiene como principal responsable al productor Phil Ramone (Frank Sinatra, Aretha Franklin). Las canciones fluyen ligeras en cálida instrumentación y Lynne demuestra que sabe hacer las cosas a su manera, como antes hizo Springsfield. Frágil y personal, se deshace, entre otros, en “The look of love” y “You don’t have to say you love me”, o simplemente acaricia tu solitaria escucha con el estremecedor “Anyone who had a Herat”. Lo habrás oído antes, pero aquí tiene ese sabor: miel para tus oídos.
FERNANDO NAVARRO.

John Mayall
Live from Austin

New West

El patriarca blanco del blues británico parece estar siempre en estado de gracia. Si recientemente cumplía los setenta años con un absorbente concierto, en esta actuación del programa Austin City Limits, con alguna que otra década de antigüedad, se muestra igualmente pletórico, contagiando al respetable con su pasión blusera.
Aunque no es de los directos de Mayall más excitantes, ofrece una visión diferente a la de otras grabaciones en vivo, dado que aquí el británico se acerca con más cariño a terrenos de rock sureño, influenciado probablemente por el ambiente impuesto por el programa televisivo. Disponible como de costumbre en CD y DVD, no defraudará a los que ya hayan caído bajo el hechizo blues de este risueño británico.
JAVIER MÁRQUEZ.

Bauhaus
Go away white

Bauhaus Music
 
Es interesante contemplar cómo hay bandas veteranas que se siguen comportando como una entidad. Es fácil que un grupo de larga trayectoria acabe sucumbiendo ante una dirección unilateral, con líderes claros que se encargan de marcar el rumbo a seguir del colectivo musical, algo que no ha ocurrido con los padres del goth rock. Tras diversas giras de resurrección, Bauhaus sintieron la llamada del estudio para dar forma a este póstumo Go away white, el punto y final a la carrera del grupo. Se trata de un trabajo honesto, una colección de canciones de altura en la que piezas sólidas encajan a la perfección, entre ellas y respecto a su repertorio clásico, aunque hay novedades. Por un lado la producción es más cruda que nunca, algo lógico teniendo en cuenta que la banda enlató sus nuevas creaciones con cierta urgencia en el estudio, permitiendo que primase la frescura frente al perfeccionismo.    
Por otro, y entroncando con el punto anterior, las composiciones se alejan del hipnotismo para acercarse más que nunca a un formato mucho más directo de lo que nos tenían acostumbrados, convirtiéndose así, e irónicamente, en una de sus obras más originales y adecuada de cara al oyente neófito.
    Son los Bauhaus de siempre, pero recrudecidos, menos sutiles y más contundentes. Quizá, esta nueva dimensión musical venga dada por la cohesión que el grupo consiguió mediante sus previas y nostálgicas giras de reunión. El directo es un mundo muy distinto al estudio, donde es fácil que la espontaneidad se pierda, y es posible que esa fuerza unitaria del conjunto haya permitido que los temas que Go away white recoge se beneficien del pulso del escenario. Las canciones vibran, suenan con potencia e inteligencia, los juegos de la base rítmica olvidan su clásico hipnotismo en favor del feeling y las guitarras de Daniel Ash se unen a la voz de un excelso Peter Murphy para redondear temas con vocación de clásicos póstumos. Crudeza, teatralidad y canciones, muy buenas canciones. Excelente.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.

Ben Vaughn
Designs in music

VAMPI SOUL

Ben Vaughn editó excelentes discos a finales de los ochenta y principios de los noventa en los que mezclaba el pop, la música de raíces americana, el rock pre-beatle y un notable sentido del humor. De esa época son The many moods of Ben Vaughn, Beatiful thing o Blows your mind. Después optó por hacer experimentos sonoros como grabar un LP entero dentro de un coche (Rambler 65) para finalmente convertirse en compositor de bandas sonoras de cine y televisión (la más conocida en España es Cosas de marcianos, que se emitía en Cuatro y en algún canal autonómico), una actividad que le ha proporcionado unos notables ingresos económicos. Desde 1997 Ben Vaughn había guardado silencio discográfico, pero ha vuelto y esperamos que haya sido para quedarse.
    Designs in music es un reflejo de la trayectoria artística de Vaughn en este último decenio. El disco incluye doce cortes, doce pequeñas bandas sonoras para films que sólo existen en la imaginación del compositor. Podría parecer que Vaughn ha optado por grabar un “divertimento” para su retorno discográfico, pero no es el caso. Designs in music es una apuesta seria, un pequeño muestrario de su actual oferta musical, basada en sus influencias de retro-rock de toda la vida,  en el “easy listening” de Esquivel o Lex Baxter, los sonidos más marcianos de Joe Meek y la obra de maestros de las bandas sonoras como Henry Mancini o Lalo Schriffin. Basta citar como ejemplo los  temas de corte policiaco “Crash point” o “The big parade”, el ambiente “western” de “Smoketree seranade” o la sexy “While we’re here”. Por todo ello, Designs in music es un disco inteligente y que ha sabido recuperar con elegancia algunos de los mejores momentos de la historia del pop sin caer en el esperpento ni la caricatura.
ÀLEX ORÓ.

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