Rockola, Discos. 27 de marzo de 2009

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Rockola, Discos. 27 de marzo de 2009Francisco Nixon 
El perro es mío

SIESTA

Rotundo, vítreo, lleno de pop prístino –de aquel de toda la vida– y versos mágicos. Encantador, en definitiva. Son los primeros adjetivos y las primeras sensaciones que me vienen a la cabeza tras escuchar El perro es mío, el segundo álbum de Francisco Nixon, seudónimo tras el que se esconde Fran Fernández, ex Australian Blonde y ex La Costa Brava. Fernández ha producido el disco con el apoyo de Paco Loco y Ricardo Vicente, que también aporta algunas composiciones como “Museo Británico” o “Reactor nº 4”.
    Sospecho que Francisco Nixon debe ser un gran observador de la realidad, de estampas cotidianas que a los mortales más comunes y vulgares como el que suscribe, nos pasan inadvertidas. Lo demuestra en “Inditex”, el tema que abre el CD con el precioso verso “Trabajas en Inditex, más guapa no puedes ser”. Tras hacer trabajo de campo en los Zara y Bershka de mi ciudad, puedo asegurarles que las chicas que trabajan en los establecimientos de Amancio Ortega son todas guapas. No hay ni una fea. Tras esa bonita frase de inicio, Nixon tira del hilo y nos explica de una manera sencilla y cristalina la ilusión por conocer a una de las trabajadoras de la empresa textil más importante de España. Es una de las grandes canciones del pop español de los últimos años, sin duda.
    “Brackets” es otra de las canciones de este disco que llama poderosamente la atención por su letra. Nixon es capaz de decirles con una melodía folk-pop a las chicas que llevan hierros correctores en la boca, que están guapas. Cuando la oigan los responsables de la Asociación Española de Odontólogos, pagarán por poderla utilizar en un anuncio. Seguro. Y si no te llaman, Fran, hazlo tú. La jugada no te puede fallar.
    Pero con dos canciones no se hace un disco tan redondo como este. “Erasmus borrachas” es uno de esos títulos que no se olvidan fácilmente. Pese a tener un título algo punk, la canción está llena de guiños al pop de los sesenta. Love y Brincos son dos referencias obligadas. En “Notre Dame”, se deja sentir la influencia de Beach Boys, con una sucesión de imágenes visuales que pueden parecer inconexas. “Museo Británico”, en cambio, es una historia de amores insólitos con una irresistible melodía, mientras que “Cruzando la calle” es un agrio lamento sobre una relación rota con unos versos cargados de sentimientos. También está llena de tristeza “Traficando”, que describe la decadencia de un amigo.
    De la miscelánea de estilos que baraja Nixon, destacamos también el pop de los ochenta de “Nombres y teléfonos” y la incursión algo fallida en la música de baile de “Los viajes de Simbad”. Caso aparte es la aproximación a la rumba de “Mereces toda mi atención”, otra de las canciones de estribillo adictivo de El perro es mío. Casi podríamos afirmar que Nixon ha inventado la indie-rumba, una mezcla de lo mejor de Peret, la Bossa Nova y el pop. “Reactor nº4” es una visión dulce, al tiempo que irónica, de una hecatombe nuclear que está en la línea del alto nivel de composición del disco. La pena es que unas canciones tan bonitas adolezcan de un sonido falto de prestancia, profundidad y algo de brillo, que desmerece un poco el resultado final de El perro es mío. No obstante, estamos seguros que este será uno de los discos del año.
ÀLEX ORÓ.

Madredeus & A Banda Cosmica
Metafonía

FAROL/RESISTENCIA

Dos años después de que se rumoreara sobre su separación –y de la marcha real y efectiva de Teresa Salgueiro–, Madredeus logra reorganizar el grupo y presentarse con un nuevo concepto. Hay que reconocer que la idea es buena: introducir en sus composiciones arpa y guitarra eléctrica con la intención de subir los decibelios de sus actuaciones, algo largamente demandado por sus fans. El hecho de que sea un doble CD demuestra justamente que los portugueses transatlánticos necesitaban de abundante nuevo fuel para el directo. La marcha de Teresita ha quedado minimizada por la incorporación de dos vocalistas nuevas y otros cinco músicos, y tampoco ha sido un drama: los seguidores más ortodoxos de Madredeus estarán encantados de saber que Pedro Ayres Magalhaes y Carlos María Trindade mantienen con firmeza la patente sonora del grupo (manifestada hasta en la elección de las nuevas cantantes). Este proceso de “pinkfloydización” de su música depara momentos de singular belleza, como en el final de “Lisboa do mar” o cuando suena el violín de Jorge Varrecoso, invitado especial.
    Sólo un ligero “pero”: no parecen haber ido a mucho gas en su pretensión de inspirarse –como dicen– en los arreglos de la música popular de Europa, África Occidental y Brasil, lo que supone una oportunidad desaprovechada. Está claro que los esfuerzos “metafónicos” de esta nueva Banda Cósmica parecen más encaminados al directo, así que habrá que estar muy atentos a su próxima visita, que será a finales de este mes.
GERNOT DUDDA.

Clive Palmer
The land of no return

QUADRANT RECORDS

Clive Palmer acaba de editar su nuevo disco en el sello leridano independiente Quadrant. El álbum lleva por título The land of no return y recoge las últimas grabaciones de este músico considerado por muchos como uno de los grandes gurús del folk psicodélico británico. Hay que recordar que en 1965 Palmer fundó junto con Robin Williamson y, más tarde Mike Heron, la hoy mítica Incredible String Band, nombre adoptado de los tiempos cuando la banda ofreció sus primeros conciertos en el Incredible Folk Club, un pequeño local de música en vivo que Palmer puso en marcha en Edimburgo, ocupando el último piso de un edificio y que funcionó –en plan “ocupa”– sin ningún tipo de permiso ni alquiler. Desde aquellos años mozos, la vida de Clive ha sido musical y personalmente ajetreada y una importante parte de esa intensidad queda reflejada en la biografía del músico que se acaba de publicar en Gran Bretaña, cuyo autor es Graham Hood, responsable también de las notas del libreto de este disco que estamos comentando.
    En esta nueva entrega discográfica de Clive Palmer se recogen las grabaciones realizadas y producidas por el también músico Tim Wellard, quien se desplazó con su equipo de grabación a la Bretaña francesa –lugar de residencia del ex incredible hasta hace muy poco– y que luego, una vez Palmer regresó a Inglaterra, también se ocupó de grabar las canciones, además de convertirse en miembro regular de su nueva banda formada en Cornwall. The land of no return nos muestra las dos caras más conocidas del veterano creador británico: por una parte, el artista amante de la tradición que toma su banjo y otros instrumentos para reinterpretar viejos temas y darles un aire de nostalgia e intemporalidad con su voz cavernosa y a la vez sugerente; y, por otra parte, el experimentador psicodélico, siempre folkie en esencia, que sabe dirigir a un grupo de colegas músicos para atreverse con un repertorio de folk bizarro pero con una estética única que ha conseguido influenciar a jóvenes talentos contemporáneos como Devendra Banhart o el grupo The Espers. No en vano, Clive Palmer fue, después de su efímero paso por la Incredible String Band, líder de bandas de culto como COB o la Famous Jug Band con las que ya flirteó por caminos expresivos parecidos a los de ahora. Precisamente de esta segunda experiencia profesional, Palmer recupera algunos temas que aquí son recreados con nuevos aires aunque sin perder la originalidad añeja que los vio nacer además de ofrecernos algunas composiciones de más reciente cuño. Las gemas se titulan “Eastern Lament”, “Paris”, “Cafe au lait”, “I miss you”, “Earl’s Breakdown”, “Big City Blues”, “Since you went away”, “Danville girl”, “The Land of No Return”, “Side by side” y así, hasta dieciocho cortes más, demostrándonos que, pese a la edad, aún le queda tanta ilusión como energía musical contenida.
JAVIER DE CASTRO.

Alberto Iglesias / Varios
Los abrazos rotos

EMI

Música maravillosa, como corresponde a la firma de Alberto Iglesias. Su “soundtrack” número siete para Almodóvar revela una vez más la categoría de su paleta dramática, con el fascinante uso que siempre hace de violines, violas y violonchelos (recomiendo encarecidamente el corte que lleva por título “Famara”). Pero ojo, primera curiosidad. A película vista, Pedro sigue siendo Pedro (que no es poco) y la música es, una vez más, un apoyo esencial e imprescindible. Pero a la vista de una audición “ex corpore” de la propia música, resulta que ésta es puro cine negro cuando no siempre la película lo es. Un detalle magistral presente en cortes tan elocuentes como “La visita de Ray X” o “El espía atrapado”. Porque si se quiere buscar elementos almodovarianos más castizos hay que encontrarlos en el tema central de los títulos de crédito –que en el fondo suena a copla– o en “Los abrazos rotos”, el fabuloso número final. Además, el propio Iglesias se ha encargado de orquestar esa escalofriante zambra que canta Miguel Poveda (“Final y a ciegas”), un momento álgido incuestionable.
    Hace ya tiempo que el donostiarra disfruta de cada proyecto de forma aislada, con amplitud de miras y vocación diferenciadora (lo que se puede comprobar en las dos películas con las que obtuvo sus dos nominaciones al Oscar: El jardinero fiel y Cometas en el cielo). Y esta vez, aun tratándose de un director que conoce bien, no lo ha sido menos. Como parte adicional, se suele acreditar al propio Almodóvar la elección de las canciones que no son “soundtrack” pero que también juegan un rol incidental importante, lo que no deja de tener su parte de morbo. En este caso los tiros van por Can (“Vitamin C”), de los que destaca aquí el irresistible toque de batería de Jaki Liebezeit; Cat Power (“Werewolf”) y su romanticismo decadente a lo Nick Drake; y el “electro sound” de Uffie (“Robot oeuf”). Todo suma para llegar a “valor incalculable”.
GERNOT DUDDA.

Emma Get Wild 
Heavenly Creatures

MALATESTA

Últimamente aparecen desde las catacumbas propuestas que destacan por su irreverencia, el pop independiente vuelve a ofrecer dinamita. Quizás por ello mismo se agradecen presencias que desde el mismo ámbito hurgan en lo canónico y lo clásico, sobre todo ésta en que la guitarra de Salva Fito es tan estremecedora y la voz de la anglo-gallega-levantina Isabel Castro tan precisa en el centro del sentimiento que a uno le reconforta de nuevo acogerse a la música.
    Básicamente ésta es la pareja inductora del proyecto y éste es su segundo disco, teñido de color americano y de una placidez casi mesiánica. Pasan las canciones enredándose en vitalidad y lentitud sobre su propio centro. Ni más ni menos, para que entienda el lector, que lo que hacía Emmylou Harris con las composiciones de Gram Parsons. “Jericho is a Rose” participa de esa hondura, como participa del preciosismo folk de Fleetwood Mac, presente en un buen número de canciones. La textura de “My satellite” es calcada de la esponjosa comodidad de “Tusk” y confirma que los californianos son un grupo que exige reivindicaciones.
    Pero no se agota en ellos el disco, la voz de Isabel Castro es demasiado personal para moldear las canciones y la guitarra se abre para buscar una emoción desértica y limpia en “Speak of hearts”, religiosa en “Other taterred tales” o ensoñadora en “Here she comes little red”. Se reservan para el final una canción llevada a pelo –“Donna Lee”– y resulta la mejor de todas y la medida de la belleza que pueden darnos. Así son los grandes grupos, cuanto más desnudos, más sabios.
CÉSAR PRIETO.

Hot Leg 
Red light fever

UNIVERSAL

Se esperaba con ganas el regreso de Justin Hawkins. El alma de los extintos The Darkness ya había demostrado anteriormente el desbordante talento que posee a la hora de perpetrar himnos rockeros no exentos de humor. Pero su nuevo proyecto, estos Hot Leg, le deja a uno más templado que caliente.
    La cubierta, desde luego, ya es para echar a correr (no vale como excusa la moda “vintage”) pero es que el contenido se queda a medias. ¿Es este trabajo un debut deplorable? En absoluto, el sonido es potente y Hawkins sigue cantando como siempre, no hay un virage radical hacia ninguna tendencia, el inglés se sigue manteniendo en una delgada línea entre el rock duro y el pop comercial. El problema está en las canciones, vigorosas, sí, pero carentes de alma. Ni uno solo de los temas que componen el disco puede hacer frente a ni tan siquiera una cara B de los Darkness. Las melodías de fantasía, esos riffs perfectos, aquellos punteos tarareables… Bien, aquí no hay ni rastro de ellos. En su lugar encontramos una colección de canciones entretenidas, bien resueltas pero sin carisma ni interés, que no resisten más allá de un primera escucha. Una vez saciada la curiosidad el disco muere. Si es preciso salvar algo de la quema podríamos rescatar “Cocktails”, aunque habría que realizar un alarde de ligereza y permisividad. Al menos su escucha es entretenida, aunque sabemos que Hawkins es capaz de mucho más.
    Solo queda desempolvar aquellos maravillosos Permission to land y One way ticket to hell… and back y rememorar el espíritu de un grupo que devolvió al rock and roll la alegría durante unos pocos años.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.

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