Rockola, Discos. 23 de noviembre de 2007

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Rockola, Discos. 23 de noviembre de 2007Sisa/Miralda
Barcelona Postal

K INDUSTRIA

Editado originalmente en 1982, uno nunca ha sabido si este disco iba en serio –planteado como un sentido homenaje a Barcelona– o si era producto del humor más surrealista y visionario –en años venideros, política municipal y autonómica mediante, Barcelona acabaría convirtiéndose en una «postal»–. Muy probablemente Sisa jugó conscientemente a la ambigüedad para que, desde la segunda posibilidad, pareciera que atacaba la primera; o desde la primera divertirse con la segunda… Humor galáctico, en todo caso.
    De cualquier modo, este álbum ideado por Jaume Sisa en colaboración con el artista plástico Antoni Miralda –que ponía su talento al servicio del diseño gráfico– ha sido durante un par de décadas su LP más desconocido y maldito, el más buscado por los seguidores que no pudieron adquirir la primera y única edición en vinilo –el despliegue gráfico muy probablemente imposibilitó la reedición; o ésta no llegó, simplemente, por la histórica racanería discográfica–. Un disco del que se hablaba, pero que pocos habíamos escuchado y palpado. Pero Sisa, en estos últimos años, con esfuerzo, está adquiriendo los masters de su propia obra para así poder reeditar en CD aquellos viejos discos –que hoy siguen sonando frescos– en cuidadas ediciones, que respetan el sonido, el diseño… Incluso, cuando puede, añade grabaciones extra.
    Y es una suerte que así sea, porque escuchar de nuevo Barcelona postal es reencontrarse con un trabajo exquisitamente producido y arreglado en el que su autor rescató todo tipo de coloristas canciones con Barcelona como protagonista, de 1926 (el fox-trot «Barcelona») a 1978 (la soberbia «Rumba de Barcelona» de Gato Pérez), incluyendo tangos, habaneras, valses… Temas cantados en catalán, inglés, francés, castellano, italiano… Y una «canción galáctica», abriendo el álbum y titulada como éste, escrita para la ocasión por el propio Sisa, en la que entona aquello de «Mira, mira la ciudad Condal / Es turística y doméstica / Es una postal». Todo ello como en un respetuoso viaje en el tiempo –pese al humor que se respira: Las propias canciones y sus visiones idílicas y camp, de postal, de la ciudad contribuyen a él– en compañía de más de treinta músicos (hasta una banda se suma a la fiesta) y un despliegue de medios que hacen de esta obra una superproducción en la que destaca el trabajo de los arreglistas (Agustí Fernández, J.M. Pagán, Eduardo Laguillo, Alfredo Domenech, Josep Mas «Kitflus», José Valero, Josep Maria Bardagí, Carlos Serna, Pere Bardagí) y productores (Agustí Fernández y Rafael Moll). Uno imagina que poner en pie esta producción debió de ser una labor titánica, y nada económica, que debería haber merecido mejor suerte que el desconocimiento. Sobre todo porque Barcelona postal adquiere un cierto valor antropológico, pese a que es un disco de pura esencia Sisa, con su personalísima voz presente en cada una de las canciones, marcando su impronta y zambulléndose en ese enloquecido mundo cabaretero y folclorista con el que el «otro noi del Poble Sec» se educó. Si hasta Ricardo Solfa, el alter ego de Sisa, toma prestado el micro, anunciando lo que vendría no mucho tiempo después.
    Destaquemos la excelsa presentación de esta edición en CD –limitada a 1.000 ejemplares, numerados y firmados por Sisa y Miralda–, recuperando los diseños originales de Miralda e incorporando algunas obras inéditas.
    Una pieza que vale la pena tener, escuchar y disfrutar.
JUAN PUCHADES.

Triángulo de Amor Bizarro
El hombre del siglo V

MUSHROOM PILLOW

Además de sus intrínsecas cualidades musicales, el discurso de los gallegos Triángulo de Amor Bizarro tiene una cosa que no abunda precisamente en la escena rock estatal: actitud. Un poso desafiante, chulesco y hasta, si se quiere, prepotente y epatante, pero necesario como el comer en una escena demasiado acostumbrada al apocamiento escénico y a mirarse el ombligo más de lo necesario. Por ello, y en sintonía con sus referentes más notorios (se hace hincapié en su discográfica de que esto es su particular Barbed wired kisses, aquel disco de caras B de The Jesus and Mary Chain), lo que en un principio iba a ser un mero single para entretener a su parroquia hasta la publicación de su segundo largo, se ha convertido en una estupenda colección de inéditos y, sobre todo, versiones aún más crudas y emponzoñadas de muchos de los temas de su debut. La panorámica, con todas la objeciones que se le puedan poner a un repertorio que alterna ciertos amaneramientos miméticos con destellos de fuerte personalidad –una característica casi inherente a los repertorios primerizos–, muestra bien a las claras su precoz inclinación hacia una concepción del rock como agitación, desasosiego y, por qué no, sensación de peligro. Ahora, a esperar con impaciencia un segundo álbum que debería ratificar todas esas sensaciones.
CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

Brian Setzer Orchestra
Wolfgang’s big night out

SURFDOG

A estas alturas, pinchar un disco de Brian Setzer y su orquesta es encontrarse con lo mismo que ofreció el último: swing disparado con una banda insuflada de espíritu rockabilly. Una cosa gratificante y que, por otra parte, conviene tenerse en consideración en estos tiempos de invasión indie, donde a veces hay quién se gana a pulso el calificativo de “triste”. Y, a estas alturas, Wolfgang’s big night out se presenta como una diversión con todas las letras, y como la última gran vuelta de tuerca a este estilo tan reconocido de Setzer, donde lo más conveniente es dejarse llevar por esos instrumentales conducidos a sexta velocidad con unas secciones rítmica y de viento que despeinan el pelo.   
    A través de 18 pistas, el que fuera líder de los irrepetibles Stray Cats deja otra vez bien claro que le ha tocado vivir un tiempo que no es el que le corresponde. Lo que pasa que en esta ocasión no sólo retrocede 50 años para recuperar sonidos del swing o el ragtime, sino que además se arma de valor para revestir con trompetas, saxofones, trombones y guitarreos piezas de gigantes como Beethoven, Tchaikovsky, Mendelsson o Rossini. Así, el clasicismo y solemnidad de tales figuras de la música de cámara se sustituye por el toque gamberro y juguetón de Setzer, protagonizado por las rasgaduras que dejan las cuerdas de una Gibson, Gretsch o Rickenbacker. Sin ser excluyente, todas son versiones a las que no deberían acercarse aquéllos que se sienten más cómodos aún con el traje y la corbata que con la chupa de cuero.
    “Para Lisa” de Beethoven se arranca tranquila hasta que se convierte casi en una balada gitana del Lower East Side. La “Obertura de Guillermo Tell” de Rossini, que amenizó las andadas del llanero solitario, se infla con la big band de Setzer. Aunque el tempo se altera cuando se escuchan bajo prisma rock la gran “Danza del sable” de Khachaturian o la interpretación de “La lucha de Bumblebee” de Korsakov, donde un coro femenino anima a moverse a grito de “faster, faster”. Casi tanto como en “Take a brake guys”, medio boogie medio locura orquestal.
    En fin, cafeína de peso para el cuerpo. Saber bailar, ya sería la repera.  
FERNANDO NAVARRO.

Los Amigos Imaginarios
El maestro de Houdini

BANJO RECORDS/PIAS

Los Amigos Imaginarios de Santi Campos han alcanzado el estado de gracia en su tenacidad por construir canciones redondas. La prueba está en éste su segundo disco como banda y en el equilibrio rotundo que alcanzan entre emoción y brillantez, entre palabras hondas y estribillos chispeantes. Un cruce de caminos en que se alza “Lobos e insectos”, deslumbrante tanto por el irresistible estribillo como por la introspección de su letra.
    Y es que al fin y al cabo, es un disco de texturas más crujientes que “El invierno secreto”. La masa la siguen aportando Neil Young o Wilco pero el sabor lo añaden dos colorantes: ejercicios de power pop a la manera dulce de los Raspberries o de Teenage Fan Club y una voz que, al recordar la aspereza de Tom Waits, recoge también sus registros más sobrecogedores. La canción que titula el disco es modelo de este susurro, “Una educación católica” es ejemplo de aquella energía.
    Los arreglos y la instrumentación también añaden magia al proyecto: un piano que aborda tonos jazzisticos, cercanos casi al cabaret, y un magistral uso de cualquier aparato que funcione con válvulas para conseguir más calidez y densidad. En definitiva, Santi Campos nos entrega lo mismo de siempre, sueños y sentimientos esculpidos en sus canciones, pero en esta ocasión los ha disfrazado de alegría y juego  
CÉSAR PRIETO.

The Loveless Cousins
No squares ever tag along

EL BEASTO RECORDINGS

Rock, swing, blues y country de los cincuenta. Sonido mono y edición de vinilo. Éstas son las cartas de presentación del primer LP de The Loveless Cousins (TLC), un cuarteto de La Coruña que no pretende hacer otra cosa que rock de género y pasárselo bien tocando en directo. Por eso No squares ever tag along suena fresco y sincero. El disco incluye catorce temas de los que  casi la mitad son versiones y que fueron grabados en Circo Perroti, el estudio “vintage” gestionado por Jorge Explosión. Desde que se pincha el primer corte, TLC transmiten energía pero lo que les diferencia de otras propuestas es que, al mismo tiempo que son fieles al sonido primigenio del rock, el resultado final no es en absoluto reduccionista, talibán o excluyente. Quizás por eso, TLC es una de las bandas españolas de este género que mayor proyección internacional tienen en este momento y sus temas ya han sido incluidos en recopilaciones editadas en los Estados Unidos. Entre los temas originales de la banda destacan la electrizante “Lyin lips woman”, la iniciática “Cruisin wild” o la campechana “Don’t make me wait” y, entre las versiones, “Cradle baby”, de Eddie Cochran. Un disco, en definitiva, apto para todos los públicos y que puede ser una buena excusa para dar un imaginario salto en el tiempo y empaparse del ambiente que debía haber en los estudios de Sun Records.
ÀLEX ORÓ.

Simphiwe Dana
The one love moment on Bantu Biko Street

SKIP/ÍNDIGO RECORDS

Tras un prometedor debut –Zandisile (Skip/Indigo), 2006–, llega el segundo trabajo de esta gran estrella emergente de la canción surafricana. Tan rápido que no ha dado tiempo de degustar el primero como se merece, aunque no hay duda de que su publicación contribuirá a una justa revalorización en retrospectiva. The one love moment on Bantu Biko Street es, si cabe, aún mejor. La cantante de East Cape profundiza tierra adentro en esa alabada fusión de gospel, soul y blues, a la que añade de forma tan natural como pasmosa el agua que bebe y el aire que respira: el contexto local de la música de su país. Canta en xhosa y en inglés, y se deja mecer por los intrincados compases rítmicos surafricanos, que lejos de conformar un “backing track” complejo y ambicioso, se muestran con sutilidad, maestría y elegancia, para mayor realce de su voz, gélida pero tremendamente comunicativa. Como la etíope Gigi o la nigeriana Sade, aunque se la ha llegado a comparar con las grandes divas de la canción surafricana: Miriam Makeba, Dorothy Masuka. Y hasta el momento no ha aparecido por aquí la palabra “jazz”, cuando, qué duda cabe, de esto se trata: de un maravilloso y cultivado disco de jazz. Simphiwe Dana le ha dado sin duda una inyección de necesaria energía a la música surafricana, esa sensación de “next big thing” que probablemente no tenía desde la inmersión internacional de Ladysmith Black Mambazo o Lucky Dube. Una laguna parcialmente rota por el desembarco local de dos popes del jazz internacional como Joe McBride y Andy Narell, de los que espero no tarden mucho en opinar sobre esta maravilla.
GERNOT DUDDA.

Marc Parrot
Interferència
GLOBAL
   
Cuando ya va quedando lejana en el tiempo aquella experiencia musical que lo encumbró mediáticamente y le llenó los bolsillos a partir de un singular álter ego conocido como El Niño de la Peca y que se expresaba en riguroso idioma español, Marc Parrot vuelve a la actualidad discográfica con una nueva entrega discográfica en catalán. Esta Interferència que viene a ser, temáticamente hablando y por lo que respecta a su sonoridad, continuista de sus últimos álbumes, cuenta de nuevo con excelentes composiciones como materia prima básica para enganchar al oyente. No en vano y por el hecho de buscarse ex proceso la sensación de que se trata de una banda actuando en directo, todos los participantes han grabado a la vez, sumando instrumentalmente al combo básico de rock, algún pedal steel guitar ocasional y diversos instrumentos de viento y cuerda. El resultado ha sido un disco muy original y pleno de matices y texturas, en el que “las interferencias” estilísticas deambulan desde un rock bastante enérgico al pop más sutil aunque sin hacer ascos tampoco a otras fórmulas como el music-hall o ciertos derroteros cabareteros. Como siempre, y al margen de la música, destacan unos textos en los que Parrot logra destapar su particular tarro de las esencias con su siempre original y muy onírica visión de las realidades que nos rodean.           
JAVIER DE CASTRO.

Carol of Harvest
Carol of Harvest

GUERSSEN RECORDS

Los popes a nivel mundial del folk-rock progresivo califican este disco, grabado en Alemania en 1978, como uno de los mejores que jamás se han grabado de este género. A priori, sorprende esta aseveración porque proviene, básicamente, de expertos anglosajones que no suelen deshacerse en elogios para grabaciones provinentes del resto del globo. Además, el disco se facturó en plena eclosión punk y por ello podría ser calificado como un anacronismo sonoro que pasó completamente desapercibido en el momento de su publicación. La clave de esta adoración por Carol of Harvest (un original cotiza a  más de 2.700 dólares en las subastas de Internet) hay que buscarla en primer lugar en  que la banda supo calcar con absoluta fidelidad el sonido del folk-rock de los primeros setenta, aunque a nivel de producción se noten algunos detalles del final de la década como el tímido uso de modelos de sintetizadores que no existían en el momento álgido de la escena progresiva. Guitarras acústicas procesadas con eco, la impoluta  voz de la cantante Beate Krause y una conjuntadísima sección rítmica son algunas de las características musicales más destacadas de este disco. Además Krause canta en un perfecto inglés, lo que disimula su origen teutón. Pero lo que hace realmente imprescindible este disco para los amantes del género son sus canciones tristes y melancólicas aunque para los neófitos puedan, aparentemente, resultar algo lineales y sin excesivos contrastes sonoros.”Somewhere at the end of our rainbow”, es seguramente el mejor tema del disco por su hipnotizante sonido, mientras  que “Put on your nightcap” es una composición que destaca también por ser una crítica a la actitud de las religiones hacia los desastres que vive la humanidad. No me atrevo a sumarme a todos los que afirman que Carol of Harvest es uno de los mejores discos de la historia del folk-rock progresivo pero recomiendo fervorosamente su atenta audición.
ÀLEX ORÓ.