Rockola, Discos. 10 de septiembre de 2010

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“Flamingo’ retoma el sonido de ‘Day & age’, llevándoselo hacia una vertiente menos sintética y sirviéndose de mucho mejores canciones que las que conformaron el mediocre último disco de The Kilers»

Brandon Flowers
“Flamingo”

ISLAND

Notable trabajo el que presenta a Brandon Flowers como artista solista al margen de The Killers. “Flamingo” no sólo muestra a un músico en plenas facultades sino que deja bien claro quién lleva las riendas cuando The Killers graban, y es que el disco que nos ocupa bien podría haber venido firmado por la famosa banda.

“Flamingo” retoma el sonido de “Day & age”, llevándoselo hacia una vertiente menos sintética y sirviéndose de mucho mejores canciones que las que conformaron el mediocre último disco de su banda. Por lo visto Brandon mostró sus maquetas a sus compañeros por si alguno quería reservar alguna de ellas para el siguiente largo en común, pero sus ex compañeros no pusieron pegas y el debut del de Las Vegas ha resultado ser un álbum fantástico y sin fisuras; esto incluye la edición de lujo, sazonada con cuatro temas extra que también son indispensables.

Ciertamente, en ocasiones algunas de las canciones ganarían más con un tratamiento más orgánico, pero no hay que olvidar que lo que ha hecho triunfar a The Killers a nivel mundial es esa peculiar mezcla de sonidos ochenta con rock épico e incluso raíces norteamericanas, mixtura que aquí continúa (‘Jilted lovers & broken hearts’) y que incluso se amplía con un combinado de gospel-new wave (‘On the floor’). Cada uno de los temas de “Flamingo” es un hit en potencia. Escoge cualquiera (‘Hard enough’, ‘Only the young’…), todos son bombas comerciales llenas de ese sentimiento que Flowers parece evocar siempre con tan buena mano, un paseo nocturno sobre el filo del mundo, con la gloria sabiendo a melancolía. Y es que el mormón es un maestro a la hora de agitar canciones con vocación de fieles compañeras. Él sabe de qué va esto de la música popular con alma, tú solo hazle caso.
JUANJO ORDÁS.

 

 

Roky Erickson
“The love cast out all devil”

CHEMIKAL UNDERGROUND/POPSTOCK!

No bromeaba Jota Planetas cuando, tras su reciente experiencia americana, comentó que Roky Erickson se ha convertido en el Fray Leopoldo de Austin. El ácido y los electroshocks acabaron con muchos genios, pero no con la acalambrada voz de 13th Floor Elevators. Aún desconocemos si se venden estampitas con su imagen, si bien este disco de regreso –el primero después de catorce largos años de silencio– presenta a un nuevo Roky Erickson. Que nadie espere viajes cósmicos, viñetas terroríficas, la contundencia de su aventura con The Aliens ni la visceralidad de su esplendor lisérgico. Ahora vemos a la persona; al ser humano que lucha por salir del túnel y descubrir la luz. Con 63 tacos recién cumplidos, Erickson se aferra a la religión y al amor; ese que, según el eslogan del título, puede espantar todos los demonios internos.

El góspel y el blues sirven de asidero para canalizar su ambición de cura, su introspección y su fragilidad psíquica. Perro viejo él, que ha sobrevivido a tratamientos infames y contratos leoninos. Un ejemplo de superación desde la más pura serie B. Rocky Erickson manda al carajo las pesadillas del pasado y lanza una advertencia: “Dios está en todas partes”. Parece que la fe será lo último que perderá este talento desahuciado. Abre el álbum una maqueta vieja y de profundo calado espiritual, ‘Devotional number one’, perteneciente a una de esas estancias en los sanatorios. La banda tejana Okkervil River le arropa con solvencia. Su líder, Will Sheff, cincela además una producción deliberadamente moderna y casi cinematográfica, trufada de interludios celestiales: el adiós al infierno personal de Erickson. ‘Ain’t blues too sad’ define su estado actual. ‘Goodbye sweet dreams’ supone un empeño de aproximación al rock de entalle estándar. Y ‘Think of as one’ es una maravilla de calado soulero. ‘The love cast out all devil’ es ya una obra imprescindible dentro de su discografía en solitario. Si la azotea melló su carrera, el corazón se esfuerza por enderezarla. Sí, amigos, el cuco abandona el nido.
EDUARDO TÉBAR.

 

 

Edwyn Collins
«Losing seep»

HEAVENLY/NUEVOS MEDIOS

Teniendo en cuenta que «Home again» (EMI, 2007) estaba prácticamente terminado antes de la hemorragia cerebral que casi le lleva a la tumba, «Losing sleep» es lo primero que registra Edwyn Collins tras su relativa recuperación. Y atendiendo al nombre de las canciones, de un somero vistazo se puede concluir que los parámetros continúan inamovibles. A saber: ‘What’s my role’, ‘I still believe in you’, ‘It dawns on me’ o la que da nombre al disco son simple consecuencia del carácter del escocés desde que comenzara en solitario, sólo que ahora con una pequeña diferencia. Si en el anterior LP la flema norteña era protagonista y hasta el final del trabajo el optimismo (siempre relativo) no se dejaba vislumbrar, ahora parece que ha querido hacer el proceso inverso, y este optimismo no desaparece en los cuarenta minutos de duración. En la propia ‘Losing Sleep’ administra cadencia soul a sus composiciones de pop, y es este, por tanto, el que está al servicio del primero. Y mientras se pregunta retóricamente si lo que le hace perder el sueño es lo que ha tenido (o no) en la vida, en lo que ha creído y sabido, esperado y perdido, factura tres cuartas partes con alentadora perspectiva, dando a entender que su salud no le amedrenta; pero que necesita la energía de sus jóvenes pupilos (The Drums, Franz Ferninard, The Cribs, Magic Numbers) y también de sus coetáneos (Johnhy Marr, que a su vez colabora con The Cribs, Aztec Camera) para seguir con ese otrora dinamismo tan suyo.

Más razones aún encontramos en ‘Bored’, donde rompe con un punteo rock lo que podía firmar un complaciente Neil Hannon de The Divine Comedy, o en la económica en medios ‘I still believe in you’. Aquí Ryan Jarman le da la réplica a su maestro y demuestra cuán poco hace falta para hacernos escalar por unos crescendos maravillosos. Como colofón, el ex Orange Juice se relaja y hace prontuario de su vida (cuándo no) en ‘All my days’ y ‘Searching for the truth’ para terminar de pulir este supremo panegírico a la existencia del ser humano.
ÁLVARO FIERRO.

 

 

Mountain Man
«Made the Harbor»

BELLA UNION/NUEVOS MEDIOS

Mountain Man es una formación de indie folk de nombre engañoso, ya que en ella no militan rudos varones curtidos en las cordilleras más inhóspitas sino por Molly Erin Sale, Alexandra Sauser-Monning y Amelia Randall, tres féminas de aspecto frágil y voz angelical. «Made the Harbor», el presunto debut de este trío femenino (circula el rumor de que tienen otro disco grabado) apuesta por unas canciones austeras, de grabación aparentemente doméstica, casi desnudas de presencia instrumental (sólo se pueden oír algunas guitarras acústicas) y con unas letras algo bucólicas tal y como se puede comprobar en temas como ‘Honeybee’, ‘River’ o ‘Buffalo’. Ahora bien, austeridad no es, en este caso, sinónimo de simpleza. Las voces de las tres muchachas se empastan a la perfección y ofrecen una frondosidad poco habitual en este tipo de discos. Mountain Man son otro ejemplo de las bandas que han sabido rejuvenecer el folk apostando, en el caso de este trío, por un sonido casi, casi litúrgico, enraizado al terruño y tremendamente conmovedor.
ÀLEX ORÓ.

 

 

Aljub + Krama
«Afluències»

PICAP

Aljub y Krama son dos formaciones de folk mediterráneo con sede en el viejo reino de Valencia que han llevado a cabo uno de los trabajos más interesantes del año. En septiembre de 2008 unieron sus fuerzas y la concesión de un importante premio por parte de la prestigiosa Fira d’Espectacles d’Arrel Tradicional de Manresa les dio ánimos para afrontar en común este sofisticado proyecto.

Confluyen por un lado los Aljub de Joansa Maravilla y su minuciosa recuperación del cancionero tradicional (dotando de música y nuevos arreglos a los cantos de trabajo, entre otras cosas), que aportan un vocalista como Rafa Arnal, capaz de hundir su voz a buena profundidad del terruño más agreste (en mucho más que una simple metáfora de la raíz jonda pura). Por otro, los Krama de Spyros Kaniaris, músico griego vinculado a los antiguos componentes de L’Ham de Foc, que aportan buena parte de la instrumentación oriental presente en el disco y la voz de la inconmensurable Mara Aranda. Los dos han escrito letras y músicas para este “Afluències”, que muestra así una sonoridad única que abarca el “cant d’estil” valenciano, la música griega o la música marroquí (su trabajo sobre la rítmica y esas “amalgamas” poco comunes en la música cotidiana es inmenso).

Aunque la propia firma del disco lo desmienta, hay que hablar de una sola formación que rema unida en pos de una confluencia que en ningún momento suena a yuxtaposición (a pesar de las raíces respectivas de cada parte). A semejante naturalidad contribuye el que la zanfona, el acordeón, el bouzouki, la lira de Pontos, el saz turco, el cümbüs, el kemanché, la gralla, la dulzaina, el pandero y las darbukas, por ejemplo, forman una muy avenida familia de instrumentos que en sus manos cobran unos bríos muy especiales. Sin ánimo de ponerle un cascabel al gato, el proyecto bien responde por ese “Mediterrània sound”, fenómeno en alza desde hace no muchos años en esta Valencia de ultramar gracias al trabajo de gente como Al Tall, Miquel Gil o L’Ham de Foc.
GERNOT DUDDA.

 

 

Miguel Ángel Bueno
“El hombre de hojalata”

AUTOEDICIÓN

«No estás acabado, mientras tengas una buena historia, y alguien a quién contársela». De esta manera, citando a la película “La leyenda del pianista en el océano”, Miguel Ángel Bueno, músico barcelonés que llega con un acogedor disco bajo la chaqueta, presenta “El hombre de hojalata” como una colección de canciones muy personales y con corazón sin caer en sensiblería barata. Un primer paso que ya viene siendo el conjunto de impulsos para un gran salto.

La voz rota de Bueno empieza sonando en ‘Tren a Berlín’ a caballo entre la balada y el pop mediterráneo, con arreglos de piano y una estupenda familia de acústicas que arrancan al ralentí. ‘El círculo polar’ enseña otra cara, algo más guitarrera, siendo la antesala de ‘Mil trozos’, otra perla distinta y, esta vez, muy sencilla, donde el aroma que desprende el acordeón la dota de un alma introvertida. La joyita de la corona corre a cargo de ‘No es por aquí’, una declaración de intenciones con un acompañamiento musical completo donde las guitarras, de nuevo, son las especialistas en darle su toque y el Hammond aporta profundidad. ¡Ojo! Lo agradable de un trabajo de esta clase es que canción tras canción el tema mejora a la vez que se denudan en sencillez sus composiciones, por lo que los siguientes cortes, de un total de catorce, resultan de belleza espectacular: ‘Excesos que te parecen poco’, la blusera ‘Cumple promesas’ (compartida con Mati Pando) o ‘En los brazos de Batman’, que a pesar de lo curioso del título es simplemente eso, un título que entraña la más desnuda de todas, voz y guitarra.

Para terminar –y de qué manera– ‘La mujer barbuda’ es la guinda de temática circense mano a mano con otro artista a seguir, Litus. Los coros que aparecen al final y ese piano despiden con agradable sensación al oyente, que, en entre la algarabía decide quedarse un rato en silencio tratando de asimilar lo escuchado a la espera de más, mucho más que estará por venir.
CHARLY HERNÁNDEZ.

 

 

The Shake
«Try to get ready»

SUNNY DAY RECORDS

Dos años llevaba en el congelador la segunda entrega de The Shake, la banda almeriense liderada por Miguel Ángel Calabuig y especializada en el revivalismo sesentero. Su anterior trabajo, «Trippin’ the hole colourful World!» (Flor y Nata, 2006) fue un poderoso y prometedor debut pero adolecía de algunos defectos achacables a cualquier obra primeriza. En «Try to get ready», unos remozados The Shake se liberan de complejos y nos ofrecen todo su catálogo de influencias de las bandas de R&B, beat, soul, psicodelia y garage de los años sesenta. Se pueden encontrar guiños a los Kinks, The Who, Chocolate Watch Band, Bravos, Zombies, Brincos, la Motown… sólo hay que estar atento y escuchar. Seguro que descubrirán algunos de los recursos sonoros inspirados en las formaciones ya citadas y en algunas más. La gracia está en hacerlo de manera que no suene a plagio ni a “homenaje”, y la banda de Calabuig lo consigue gracias a una visión calidoscópica de los sonidos de la década prodigiosa y a unos buenos recursos instrumentales. No todas las bandas “sixties” lo consiguen y esta es una medalla que pueden colgarse The Shake. El disco ha sido editado en una edición especial de vinilo que incluye también una copia en CD limitada a 500 unidades que seguro que volarán.
ÀLEX ORÓ.

 

 

Anterior entrega de Rockola.

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