Rockola, Discos. 1 de mayo de 2009

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Rockola, Discos. 1 de mayo de 2009Remigi Palmero
Sense comentaris

LA CASA CALBA/K INDUSTRIA

Ajeno a las cuitas de la industria discográfica y sus vaivenes, el valenciano Remigi Palmero sigue sin prisas marcando su propio ritmo. El de una carrera intermitente, prácticamente guadianesca, que mantiene sus indudables puntos de interés pese a la opacidad mediática que quizá ensombrezca sus logros. Integrante de la tríada de talentos que, a finales de los años 70, otorgó denominación de origen al llamado rock mediterráneo (junto a los también valencianos Julio Bustamante y Pep Laguarda), es seguramente de los tres el que más complicaciones (o quizá el que menos interés también) ha tenido para que su obra fuera convenientemente reevaluada. No en vano, su mítico debut, Humitat relativa (1979), aún espera su reedición en CD, a diferencia de los de los otros dos.
En todo caso, su nuevo disco marca la vuelta, casi quince años después de su último trabajo (Línia de foc, 1994), de un cantautor poco amante del ruido y poseedor de un talento irrebatiblemente singular, que andaba más interesado en los últimos tiempos en actividades ajenas al mundo de la música, como el grafismo o la práctica del yoga. Sense comentaris es un trabajo de aire austero y espartano, grabado íntegramente en su casa con la única ayuda de su guitarra, y detenta por ello el encanto de las grabaciones puramente artesanales, tan totalmente desprovistas de pretensiones como tocadas por la varita de la inspiración. Detalles de costumbrismo (“La dona de la casa del pi”, “He de seguir”), aromas de blues mediterráneo (“Cuines bé l’arrós a banda”, “Negra”) y delicados punteos de guitarra eléctrica recortando algunas melodías hipnotizantes (“El raig no para”, “Deixa’t en pau” o “Un silenci” son tres debilidades) conviven en un disco que no necesita adscripciones genéricas ni alharacas instrumentales para emocionar.
CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

Diana Krall
Quiet nights

VERVE/UNIVERSAL

Descubrir a Diana Krall a estas alturas no tiene mucho misterio, pero sí lo tiene este soberbio trabajo que, aparte de sus grandes cualidades personales (su famosa voz entrecortada, su presencia sobre el piano, su control sobre arreglos y repertorio), contiene importantes elementos adicionales. Para empezar, su acercamiento “tan nocturno” a la bossa-nova, que ha creado una atmósfera de gran belleza y hedonismo que atraviesa de parte a parte el clasicismo de su edad dorada. Después el hecho de que ella tampoco pretende alzarse con un título nobiliario (como a veces ocurre cuando alguien entra desde fuera en las mágicas cadencias cariocas). Diana Krall ofrece mucho más que apuntes para la noche perfecta, y muchos de ellos no son sólo clásicos de la bossa-nova (hay también estándares muy populares del American Songbook), pero merced al tipo de arreglos conseguido los (a)borda como si así lo fueran. Produce el habitual Tommy Lipuma, pero más importante aún los arreglos y dirección orquestal están a cargo del gran Claus Ogerman –trabajó en el “Amoroso” de Joao Gilberto–, que accedió a romper con su retiro muniqués sólo porque se lo pedía la Krall. El ingeniero de sonido es el gran Al Schmitt –trabajó en el “Amorosa” de Rosa Passos–, así que hay una importante línea argumental directamente vinculada con Joao Gilberto. Por no olvidar que el título del álbum, “Quiet nights”, coincide con el nombre que siempre se le ha dado en inglés al “Corcovado” de Jobim, del que también versiona “The boy from Ipanema” y “Este seu olhar”. Una curiosidad: Diana Krall, que ya ha catado antes a Burt Bacharach, se hace también un magnífico “Walk on by”. Y muy importante, con este trabajo hemos descubierto que su marido, o sea Elvis Costello, hasta puede pasar por mito erótico: “Es mi carta de amor para él, simplemente un álbum íntimo, romántico”.
GERNOT DUDDA.

Abraham Boba
La educación

LIMBOSTARR

Se esperaba mucho del segundo disco de Abraham Boba. No solo tenía que demostrar que era capaz de recargar y disparar nuevas canciones, sino que su nuevo armamento debía estar a la altura de su primer disco. Pues bien, el gallego no solo iguala su opera prima, sino que además crece y la supera.
Las coordenadas para seguir las huellas de Boba son sencillas y reconocidas: Cohen, Cave, Dylan y Waits. Aunque su calida y personal voz, unida a esa melancolía norteña hacen de sus canciones algo particular y especial. No hay mimetismo, es identidad propia lo que destilan sus temas muy al margen de sus ineludibles influencias.
Con La educación abandona en parte sus querencias francesas para abrir manos y corazón a la influencia norteamericana, aunque no se trate de un disco de folk. Se trata de un trabajo de “song writter”, sabor muy clásico, que juega al viejo juego del piano, cuerdas y detalles acústicos. Un género en si mismo que se rastrea en el Springsteen más calmado o en Billy Joel. Pero estamos hablando solo de una de las múltiples aristas que ayudan a delimitar La educación, un disco tan íntimo como épico, tan condescendiente con géneros como radical en su uso.
La acida crítica social de Abraham Boba continua vigente, siendo precisamente ese elemento cínico el que, combinado con una alta carga de romanticismo bien templado, marcan una personalidad de la que ya dejo constancia desde su debút. El crecimiento como músico se hace notar en una perdida del minimalismo inicial a favor de una mayor carga de información por canción, arreglos un tanto más complejos que lejos de saturar la canción complementan la grabación realizada en vivo aunque en el estudio.
Esta vez el gallego no se centra exclusivamente en el piano, sino que también rasga la acústica en plena tradición folkie, lo cual encaja francamente bien con su peculiar narrativa aunque no deja de ser un detalle instrumental mínimo. Como Abraham Boba cautiva especialmente es cuando se sienta al piano, es decir, en prácticamente todos los temas del disco. El tema título destaca, pero el que se lleva la palma es “Hagamos algo antes de morir”.
La educación debería calar en todo aquel seguidor de la música de autor (que no cantautor), debería llegar a aquellos que busquen propuestas musicales con personalidad propia, fuera de los límites del mercado pero no por ello extrañas. Al fin y al cabo hablamos de excelentes canciones irónicas y románticas, claramente estructuradas, de corte clásico. No lo dudéis e id a por él. Lo acabaréis agradeciendo, y mucho.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.

The Idan Raichel Project
Within my walls

HELICON/CUMBANCHA/KARONTE

De forma inesperada pero esperanzadora, el proyecto de Idan Raichel se convirtió en 2002 en el mayor éxito musical de la historia reciente de Israel. Su fusión ecuánime de sonidos del Oriente Próximo, Etiopía, la música latina, el tango y otros procedentes de Africa, Latinoamérica o el Caribe, caló hondo y sorprendió por su naturalidad y profundidad en su mensaje de tolerancia intercultural. Siempre de forma colectiva y con diferentes vocalistas alternándose (Idan Raichel rechaza todo protagonismo en su música), su proyecto mantiene esa esencia en “Within my walls”, grabado en circunstancias especiales (entre concierto y concierto, en hoteles, camerinos, lugares improvisados), pero luego completado en estudio (además de cantante, teclista, productor y compositor, es ingeniero de sonido) para añadir esa riquísima aportación orquestal tan a lo Nick Drake que acompaña buena parte de las canciones, todas ellas rebosantes de emoción y profundidad, y con una melancolía y una poesía inundando hasta el último rincón. Cuenta con las voces de la colombiana Marta Gómez, la caboverdiana Mayra Andrade y la centroafricana Somi. Sin desperdicio de la primera a la última nota.
GERNOT DUDDA.

Varios
Si no es Stiff… no merece un tributo

CULTURA POP/ROCK INDIANA

Recuerde el lector –incluso el joven, que no viene a hacer tanto tiempo– que hubo una época en que el mundo del disco se bifurcaba en dos caminos: el unplugged y el tributo, apenas había semana en que un artista no se desenchufase y en que una banda tuviese su homenaje. Ahora que esos asuntos ya no son provechosos económicamente es cuando tienen verdadero sentido, porque ahora están hechos desde el entusiasmo y el deslumbramiento. Y eso quizás no se venda, pero se nota.
Sí, se nota el cariño que ha puesto el festival Cultura Pop al dedicar la edición de este año a los sellos independientes y acompañar la exposición con el regalo de dos docenas de bandas que desgranan sus canciones favoritas del sello independiente por excelencia: Stiff Records. Sería inútil y pretencioso a estas alturas hablar de la invención de la nueva ola y de sus divertidas estrategias promocionales, obviaré también hagiografías, pero déjenme advertirles que si no conocen el sello van a descubrir unos años en los que el pop era enérgico, tierno y subyugante, todo a la vez.
No hay apenas experimentos, la estética del festival tiende a guitarras precisas y preciosas y los grupos juegan en casa. Y si en todos los tributos hay tres clases de interpretaciones –los que lo hacen bien, los que lo hacen mal y los que cambian la canción–, en este hay escasas manifestaciones de los dos últimos. Para que entiendan, los cambios más radicales consisten en sustituir voces femeninas por masculinas –esos Mittens cada día mejores, con la voz de Anita en vez de la de Wreckless Eric y unos coros y un órgano celestiales- y viceversa –Lucky Dados que con una voz masculina acercan el Breakaway de Tracey Ullman a sus orígenes en una especie de garaje– rockabilly.
Por lo demás, repaso de canciones agradables: Los Runarounds poniendo guitarras casi hard a los Dirty Looks –curioso, un grupo menor que aparece dos veces–, el desbarre y la ingenuidad pop de Los Summers, los Happy Losers dando esencia folk –más todavía– y contención a los Pogues, los catalanes Stay que abren un tunel a base de moog entre Elvis Costello y Syd Barrett, dos antiguos Winnerys que hacen una versión magistral de Nick Lowe.
Un plus añadido, apenas tendrá distribución en tiendas, así que luchen por hacerse con un ejemplar, –quizás en www.culturapop.com queden ejemplares– porque éstas, al cabo del tiempo, resultan ser las joyas de nuestras discotecas.
CÉSAR PRIETO.

Brett Dennen
Hope for the hopeless

SIESTA/NUEVOS MEDIOS

Brett Dennen pertenece al movimiento pop-folk que parece estar tomando EEUU en los últimos años. Junto a Ben Lee o John Mayer parece tratar de encontrar un punto medio entre las raíces yanquis y el pop radiable, es decir, la convivencia entre mucha guitarra acústica, baterías dinámicas y fraseo atercipoleado y acelerado. Mantenerse en la frontera es difícil y, como en el caso de sus citados compañeros, la ecuación acaba por inclinarse hacia el lado más comercial.
Hope for the hopeless se editó el año pasado en EEUU y ahora llega nuestro país, cargado de la antedicha formula aunque con puntos a su favor más allá del mercado adolescente. Dennen se maneja francamente bien en el área intimista, tal es el caso de la ambiental “Heaven”, aunque cuando gana más es con el optimismo folkie popero californiano de “Closer to you” (muy buena combinación de instrumentación clásica con una producción plenamente moderna) o la casi melancólica (y aún así luminosa) “When she’s gone”.
El disco funciona y el tipo sabe lo que se trae entre manos, un trabajo aterciopelado, muy bien hilado, con momentos interesantes que ganará aún más en la carretera y en el escenario (¡buena gira la que se está metiendo entre pecho y espalda el caballero!). Dennen puede mirar casi de tú a tú a superestrellas americanas como John Mayer, dando con Hope for the hopeless un paso más en una carrera que decidirá si acaba por formar parte del Olimpo de este nuevo movimiento.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.


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REEDICIONES Y RECOPILATORIOS

Black Sabbath
Paranoid-Deluxe Edition

SANCTUARY/UNIVERSAL

Lo explicaba hace unas semanas el especialista en sonidos metálicos de EFE EME, Juan José Ordás: Black Sabbath fueron los pioneros del Heavy Metal. Lo fueron gracias a que supieron dar una brutal vuelta de tuerca al blues rock de finales de los sesenta que practicaban bandas como Cream o Vanilla Fudge ralentizando el tempo de las canciones, potenciando el sonido del bajo y haciendo énfasis en los sólos de guitarra. Paranoid (1970), fue su segundo disco y su mayor éxito comercial. El single que contenía “Paranoid” se colocó en el número 4 de las listas británicas y el LP en el Top 10. En Estados Unidos estuvo 65 semanas entre los discos más vendidos, alcanzando el puesto 23 en el ranking. Desde entonces este LP ha sido reeditado numerosísimas veces, tanto en vinilo como en CD. Después de casi 40 años, nos llega la edición “Deluxe”, en la que podemos descubrir algunos de los secretos de este disco en las detalladas notas del libreto que incluye este lanzamiento. En lo musical, quien no conozca a los Sabbath del cantante Ozzy Osbourne y el guitarra Tommi Iommi se enfrentará a composiciones sobre angustias mentales (“Paranoid”), fantasías macabras (“Rat salad”), experiencias alucinógenas y el temor a una hecatombe nuclear (“War pigs”), un tema que preocupaba mucho en los años de la “Guerra Fría”. También podrá decidir si la crítica de la época acertaba cuando afirmaba que Osbourne era un cantante endeble y el sonido que Iommi imprimía a su guitarra era demasiado monolítico. Esta reedición esta integrada por tres discos compactos. El primero incluye el álbum original de 1970, el segundo es un DVD contiene la remezcla de audio “Quadrophonic” del álbum, hecha en 1974 y que disfrutarán aquellos que tengan un “home cinema” o un potente sistema de altavoces conectado a su reproductor (ojo, no es un DVD de imágenes, sólo incluye música). Finalmente, el tercer disco está dedicado al material inédito. A los fans acérrimos del grupo quizás les parecerá algo escaso, ya que contiene una única versión diferente de los temas que incluye Paranoid. Así encontrarán “War pigs”, “Iron man”, “Electric funeral”, “Hand of doom” y “Faires wear boots”, en versión instrumental; “Paranoid” y “Planet Caravan” con una letra alternativa y una mezcla diferente de “Rat salad”. No obstante, Paranoid es un disco fundamental en la historia del rock, un LP que ejemplifica a la perfección como cambiaron los paradigmas musicales tras la separación de The Beatles, un grupo que era capaz de interpretar cualquier tipo de canción, desde baladas a heavy primigenio como “Helter Skelter”. A partir de los setenta, los baladistas soft-rock fueron por un lado y los rockeros como Black Sabbath, por otro. Ya nada fue igual y escuchar Paranoid puede ofrecer muchas pistas sobre los por qué. Prueben y traten de descubrirlos.
ÀLEX ORÓ.

The Incredible String Band
Tricks of the senses. Rare and unreleased recordings (1966-1972)

HUX 100/RESISTENCIA

Aviso para navegantes: este disco doble es la típica entrega para fanáticos y maravillará a los de esta banda que lo sean de verdad. Teniendo en cuenta, pues, que a The Incredible String Band se la recuerda hoy por hoy como una de las más legendarias bandas de folk-rock psicodélico de toda la década de los 60 y de principios de los 70, y que todos sus fans suelen tiran al vacío sin red cuando se trata de saborear cualquier nuevo producto musical relacionado con la corta vida artística de sus héroes, ésta no es una entrega baladí. Se trata de material subterráneo pero de primer orden creativo si obviamos –eso si– la baja calidad de grabación de algunos de los cortes. Teniendo en cuenta que hablamos de maquetas, actuaciones en la radio y en shows en vivo, e incluso de algún descarte de las sesiones de algunos de sus álbumes oficiales, lo que más tendría que emocionar de esta reciente entrega es que constituye una nueva prueba de su inmensa creatividad. El material proviene en su mayoría de la etapa en que Clive Palmer, la tercera pata fundacional la banda, abandonó la nave poco antes de grabarse The 5000 spirits or the layers of the onion (1967), la antesala perfecta para The Hangman’s beautiful daughter (1968), para muchos la obra maestra de la Increíble Banda de Cuerda. Una época creativa donde dan rienda suelta a la experimentación y cuando su riquísima alquimia entre mitología celta, folk y psicodelia, alcanzó su cota más alta de expresión. En esta doble entrega de rarezas, también se puede rastrear material proveniente Wee Tam and the big huge (1968), un disco menos denso que los anteriores y donde estuvieron presentes con sus violines y algunas voces, sus novias respectivas de entonces, Rose Simpson y Licorice McKenzie, las cuales, a efectos formales, se unirían oficialmente a la banda a partir de entonces. Si añadimos que el responsable técnico y en cuanto a la producción de la mayoría de los cortes que aquí se ofrecen es el gran Joe Boyd, su “descubridor” y que también en aquellos promovió las primeras diabluras de unos emergentes Pink Floyd, tendremos quizás ese valor añadido que no necesitan sus seguidores acérrimos, pero si otros melómanos multidisciplinares capaces de dejarse llevar por cosas, como en este caso, singulares e irrepetibles.
JAVIER DE CASTRO.

Varios
Johnny Cash Remixed

COMPADRE

Si el homenajeado levantase la cabeza, se vuelve al hoyo, tan sólo de escuchar algunas de las 18 canciones que se incluyen en este abominable disco consentido por su familia. Un grupo de raperos, sampleadores y remezcladores de toda condición se lo montan de maravilla para destrozar una por una varias de las composiciones del hombre de negro en Sun Records. Ahí es nada: “I walk the line”, “Folsom Prison blues” o “Get rhythm”, entre otras. Himnos del country americano por su humanidad y desbordante apego musical pasados por la apisonadora del despropósito y la falta de juicio.
Repleto de remixes y bases, horroriza escuchar la inconfundible voz de Cash con un ritmo machacón inaguantable y otras barbaridades. “El objetivo era llevar la sensibilidad y tecnología del 2009 universalmente aceptadas al legado de Johnny Cash”, reza la promoción. Se equivocan. Esto no se acepta ni con buenas intenciones. Da pena. Es el oyente inteligente y, sin mucha paciencia, el que tras la dolorosa escucha le tocará emular al señor Cash, levantando bien alto su dedo anular, mordiéndose el labio y diciendo aquello de “métanselo por donde les quepa”.
FERNANDO NAVARRO.

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