Rockola, Discos. 1 de febrero de 2008

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Rockola, Discos. 1 de febrero de 2008Serpentina
Planeando en tu azotea

ELEFANT

No es casualidad que en los últimos años las aportaciones más originales de nuestro pop hayan venido de la mano de la amabilidad, de una estética afable y positiva que poco tiene que ver con ese desfasado cliché repetido “ad nauseam” del pop-rock como supuesto elemento trasgresor y provocativo que se arrastra por centenares de grabaciones, ¿pero aún queda alguien que se deje provocar por esos falaces? En su modestia, paladines de esa causa, la de la gentileza, el dúo Serpentina se presentó en sociedad hace cuatro años con un inmaculado debut, Blancamañana (Annika, 2004), que no sólo traía casi completo su muestrario de intenciones, sino que, lamentablemente e incapaces de tocar a la puerta por no hacer ruido, esa su hermosa propuesta de pop elegante iba a quedar sin destinatario conocido. Devuelto al remitente.
    Supongo que es obligado presentar al dúo de los hermanos Tamarit: Marieta, regalando generosa su cristalina voz, y Paco, con la intendencia de las canciones, guitarras, voces y cuanto hiciese falta; y de recibo, enmarcarlos en ese internacional canon del sunshine pop que ha iluminado durante la última década la escena musical. Es incluso posible que por aquí o por allá revoloteen inevitables ecos de Edda del’Orso, Claudine Longet, Margo Curyan o Vainica Doble, a ver cómo no, si desde un principio estos chicos decidieron respetar con mayúsculas la dieta musical de su tocadiscos, pero lo cierto es que el fraternal dúo ha dado con su segundo disco un importante paso al frente cada vez más personal entre el ascetismo que siempre ha presidido su propuesta y el rigor con el que se mantienen fieles a su ideario pop.
    La ausencia de fuegos artificiales, por otra parte, parece desmentir el origen valenciano del dúo, Planeando en tu azotea se define sin más contemplaciones con el corte que lo abre, un primoroso “Festival” que a base de austeridad nada fingida y en sólo 73 segundos (¿?) adquiere momentos de escalofrío cuando la vocalista entona, mejor confiesa, eso de “sólo quiero hacer el ridículo por ti”. La fiesta callada continúa funcionando con ese prodigio de formalismo vainiqueño y personalísima impronta que es “Cambio de vida”, y que precede al apabullante “tour de force” vocal –especialmente insólito en el pop esa voz de soprano de su vocalista– que adorna la exquisita miniatura “Qué desilusión”. El single (que quizás jamás se edite) tarda en aparecer, situado no casualmente en el corte 9, “Tan fácil” de nombre, grácil, pop y ligero como uno de sus textos (“nada como ser una pompita de jabón que acaba de nacer”) suaviza la huella dejada por uno de los momentos más intensos del álbum, ese angustiado diálogo de soledad con el espejo que esconde “No sé por qué”.
    A estas alturas del disco –inspirado, seco y duro, por más que estemos hablando simplemente de pop, y con un gran trabajo instrumental a las guitarras– cuesta creer las reticencias que han acompañado al grupo hasta ahora. Amables y pacientes como siempre, parecen ofrecer una nueva oportunidad a los aún escépticos con esos dos maduros cortes que cierran el disco, ambos bordeando los caminos de la lisergia  y –sobre todo en la expansiva “Mañana”– alcanzando notas de alta excelencia. Dichas estas generalidades, en absoluto a la altura de la obra, la obligada confesión de que la reseña sobre este disco en absoluto se hubiese resentido si el rendido cronista caprichosamente se hubiese decidido por la otra mitad del CD, tal es la variedad, mimo, sencillez y esa habitualmente presente inspiración melódica de Paco Tamarit con que se adorna este segundo trabajo del dúo Serpentina, al tiempo frágil y maduro, y que tiene por momentos la rarísima virtud de mostrar como aún hoy se puede reinventar una canción pop. Échenle cuentas.
VICENTE FABUEL.

Ringo Starr
Liverpool 8

CAPITOL/EMI

Si quieres un disco contemporáneo de sonido Beatle, qué mejor que remitirte a las fuentes originales. A las obras de los dos supervivientes del cuarteto de Liverpool, Paul McCartney y Ringo Starr. Cierto que Starr sólo compuso y cantó alguna nimiedad en los discos originales del grupo. Pero mantiene la pulsación Beatle en sus obras, como en este Liverpool 8, de sonido exuberante gracias a una producción en la que participan Mark Hudson y Dave Stewart.
    Con una gran entrada de aires futboleros en la titular «Liverpool 8» y algunos buenos momentos –la intensa «For love», la ácida «Now that she’s gone away», la coqueta «Tuff love» (plagada de bucles Beatles en su etapa más lisérgica), la miniatura «Harry’s song» y sus dejes de vodevil, el simpático disparate «Pasodobles» o la bella «Love is»–, se desarrolla un disco amable e inteligente, que requiere más de una escucha para descubrir sus aristas, que las tiene. Sin duda, Liverpool 8 vuelve a situar al batería de los Beatles en el mapa musical.
JUAN PUCHADES.

Jack Peñate
Matinée

XL RECORDINGS

Ayuda sobremanera a valorar un disco el que éste encandile con un single tan directo como “Second, minute or tour”, llena de urgencia y descaro y escrita sobre la plantilla de cualquiera de las que los Jam colocaron en The gift. El single apareció hace año y medio en una pequeña independiente inglesa y, junto a un par más de referencias de pequeño formato, constituye la base del primer disco de este cronista del costumbrismo londinense.
    Y como parece ser que la new wave fue el último reducto de originalidad pop en la City, pues a ella adapta sus arreglos y sus melodías en canciones que entienden el soul a la manera de los Dexy’s Midnight Runners, que proclaman que la balada es el género sentimental por excelencia como lo hacía Joe Jackson o que entienden que la diversión es tratar las melodías con un fondo ska como lo hacía Elvis Costello. Y a estas esencias adapta canciones dedicadas a sus padres como “Got my favorite” o rescata la educación sentimental adolescente de la olvidada El gran Meaulnes en “My Ivonne”, una arrebatador medio tiempo con la misma textura de las canciones de Marvin Gaye.
    Porque la gran virtud de este disco, y algo que no suele darse en las producciones actuales, es resolver con la misma excelencia las tonadas soleadas y primaverales y las melodías más oscuras, tan oscuras como en la canción que cierra el disco, “When we die”, en la que Jack fantasea sobre su propio funeral. Y resulta estremecedora.
CÉSAR PRIETO.

Helen Love
It’s my club and I’ll play what I want to

ELEFANT

Los aficionados a las solistas y grupos vocales femeninos de finales de los cincuenta y principios de los sesenta recordaran “It’s my party”, un tema en la que una pizpireta Lesley Gore amenazaba con ponerse a llorar si su chico no le hacía caso. La pateleta de la Gore sirve como punto de partida, advertencia y declaración de principios para It’s my club and I’ll play what I want to, nuevo disco de Helen Love, un veterano trío femenino que en los últimos días no para de sonar en mi equipo Hi-Fi (sí, Hi-Fi. Nada de mp3, ni cosas de ésas) y me provoca unas ganas locas de ir dando saltos por todo el piso. Tal dosis de algarabía se debe a la loca y colorista mezcla de punk (sector Ramones), bubble gum, punk, disco, surf y new wave en la que sintetizadores y guitarras juegan y compiten para obtener las mejores melodías. El disco (disponible en CD y vinilo) reúne 16 temas, todos llenos de vida y energía, todos llenos de optimismo y guiños a las bandas que han inspirado a Helen Love. Es el caso de “Debbie vs Joey”, “1910 fruitgum company” o “Junkshop discotheque”.  Sus referencias musicales son tan amplias que se permiten hacer una versión de “Jet”, un tema de los Wings al que le han sabido sacar un enorme partido. Es difícil destacar temas de It’s my club… porque todos tienen sus estribillo, todos tienen ese interruptor intangible que te pone en marcha. Prueben a pincharlo cuando les suene el despertador a las siete de la mañana y verán.
ÀLEX ORÓ.

Varios
Mano que mece la luna

FACTORÍA AUTOR

Fernando Neira, crítico musical de El País y una absoluta eminencia en los sonidos hispanos de raíz, constató un día una triste realidad: apenas existen en el mercado títulos disponibles de nanas. En paralelo, acabó pensando en un título ideal –Mano que mece la luna–, por si a alguien se le pudiera ocurrir algún día la locura de hacer un disco así. Profundizando en la materia, averiguó que era importante el repertorio de nanas que se mantenía sin grabaciones recientes. Se puso manos a la obra y, para su sorpresa, comprobó que buena parte de los músicos tanteados ya tenían una nana compuesta o grabada pero que no sabían qué hacer con ella. El resultado final es este disco, único en su género, que cuenta con doce piezas cuyo tema central está en el difícil arte de hacer dormir a un niño. Entre ellas hay canciones compuestas para la ocasión (La Bruja Gata con Olga Cerpa, Lídia Pujol), nuevas grabaciones de canciones tradicionales (Eliseo Parra, La Musgaña) y grabaciones preexistentes licenciadas para ser aquí incluidas (Dorantes, Contradanza, Mariví Cabo, Javier Muguruza, Guadi Gallego con Guillermo Fernández y Rosa Zaragoza, la gran matriarca de la canción sefardita peninsular). Mención especial merecen Xosé Lois Romero y La Chicana, por haber grabado expresamente sendas versiones ajenas al mundo de las nanas pero perfectamente válidas para el arrullo: el acordeonista gallego, una fabulosa versión instrumental del “Good night” que los Beatles incluyeron en su álbum blanco; y los argentinos, una adaptación en castellano de la aterradora “Lullaby” de Tom Waits. Nadie aspira a lograr resultados funcionales inmediatos –los niños no duermen con música pensada para adultos–, pero sí a disfrutar de una obra ciertamente homogénea y de una calidad incuestionable.
GERNOT DUDDA.