Roberto Fonseca, jazz cubano sin etiquetar

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Roberto Fonseca, jazz cubano sin etiquetarLa relación con la música cubana ha sido, por vergonzosa, verdaderamente ejemplar: a mediados de los años 90 la industria occidental descubrió los tesoros que escondía Cuba, en el 97 Ry Cooder publicaba Buena Vista Social Club y los viejos soneros, tanto tiempo olvidados, eran considerados estrellas de genio incomparable. Se buscaban viejas grabaciones para editar en CD. Hasta los nombres más jóvenes lograban grabar en el primer mundo… A comienzos del nuevo siglo, el efecto Cuba decae, la euforia y la avalancha ha dejado lugar a la tranquilidad, las ventas se estancan, para los medios ya no es novedad, así que la industria comienza la retirada e impone la ley seca. Hasta Ry Cooder (el bueno en toda esta historia, el hábil productor que supo estar en el momento justo en el lugar adecuado y llevarse el reconocimiento internacional) puso la (buena) vista en otros lugares donde buscar inspiración y hoy exige en sus entrevistas que sólo se hable del presente y que sus interlocutores “dominen perfectamente el inglés” (¡¿cómo demonios se relacionó con los músicos cubanos?!).

Hoy Cuba no está de moda. Las ediciones históricas son difíciles de encontrar, los protagonistas o han ido muriendo (eran/son muy mayores) o nadie sabe dónde están, sólo algunos de los jóvenes graban cuando pueden. Pero aquello no fue un espejismo, la industria occidental simplemente no supo dar el necesario segundo paso, el de la normalización del fenómeno, el de lograr que la música cubana, tras la avalancha inicial, encontrara su propio cauce entre los aficionados. Pero aquí no valen las medias tintas, es todo o nada.

Aunque, poco a poco, siguen llegando discos. Así estos días, bajo la marca creada por Cooder, Buena Vista Social Club, aparece Mi sueño (World Circuit/Nuevos Medios), el portentoso tercer disco de Ibrahim Ferrer, que no llegó a ver en vida. En ese álbum, en producción y arreglos aparece el nombre de Roberto Fonseca, del que, casualidades del destino, estos día se publica su álbum Zamazu (Enja/Resistencia), una obra que puede encajar perfectamente en el socorrido anaquel del jazz latino.

Fonseca es un joven virtuoso bregado como pianista en las giras de Buena Vista, un músico con un buen gusto exultante que en Zamazu, su cuarto trabajo solista, esencialmente instrumental, se descubre pleno de ideas, dominando la tradición mientras la lleva al presente. Formado tocando en la niñez versiones de los Beatles a la batería, reconvertido a pianista se introdujo en la obra de Keith Jarret, Herbie Hancock y en la escucha de discos de soul y funk; además se manejaba perfectamente en los ritmos afrocubanos. Luego llegaría la gran escuela tocando por todo el mundo al lado de Ibrahim Ferrer, Cachaíto López o Manuel Galbán. De todo ese bagaje bebe el fascinante e inspirado Zamazu. Un trabajo difícil de etiquetar por la multitud de influencias que acoge y que Fonseca logra empastar en un sonido personal. Música de altos vuelos y muchísima calidad, que no debería tropezar en la ignorancia de estos días de aborrecible consumo rápido. Sin duda Zamazu será uno de los mejores trabajos de este 2007.

Roberto Fonseca estará actuando en abril en España:
26-IV Madrid. Clamores.
27-IV Barcelona. Auditori, Sala 2.