Revólver: «Somos capaces de vender el alma al diablo por un plato de gloria»

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«Si tengo la historia, tengo la canción»

 

Adictos a la euforia (Altafonte, 2023) es el último trabajo de Revólver, el decimosegundo disco de estudio en las más de tres décadas de música del proyecto. Para hablar de él, Javier Escorzo charla con Carlos Goñi, uno de los autores más personales del circuito nacional.

 

Texto: JAVIER ESCORZO.
Fotos: DOMINGO J. CASAS.

 

Disfrutando de su nueva etapa vital y profesional, contento y feliz. Así se encuentra Carlos Goñi, cerebro, corazón, voz y alma de Revólver desde hace más de tres décadas. Adictos a la euforia es el título de su nuevo álbum y la mejor definición de su estado de ánimo. Nueve canciones nuevas (incluyendo una versión de Robert Palmer) en las que Goñi dispara algunas de sus mejores balas.

 

¿Qué tal estás? De un tiempo a esta parte, se te ve feliz, exultante.
[Risas] Pues así estoy, la verdad es que sí. Han ocurrido ciertas cosas, o mejor dicho, he provocado ciertos cambios que me han venido francamente bien. El más importante, tener claro que la vida no me debe nada. Llegar a esa conclusión es una cosa maravillosa, parece sencillo, pero es todo un logro. Sé por propia experiencia que levantarte por las mañanas pensando que merecerías estar en otro sitio, o que la vida no es justa contigo, no es buen asunto. Gracias a Dios, estoy en ese punto de sentirme en paz, en tablas con la vida. Todo bien.

 

¿De ahí el título del disco, Adictos a la euforia?
Sí, pero eso es un poco más general, porque creo que adictos a la euforia somos todos. Algún triste habrá por ahí que no lo sea, pero creo que todos somos adictos a estar eufóricos y a estar felices y maravillosos. Es lo que buscamos todos.

 

Pero la euforia tiene su resaca, como dices en la canción que da título al disco: «La vida a cambio de un plato de gloria / la duda hambrienta es quién devora a quién».
Claro, efectivamente. Esa es la historia. A cambio de estar eufóricos somos capaces de vender el alma al diablo, lo que sea por un plato de gloria, pero luego ¿quién devora a quién? ¿Tú devoras la gloria o la gloria te devora a ti? Pero bueno, cuando ves que lo hace el presidente de una empresa, o de un país, o un futbolista, o un actor, o un músico o quien sea, te das cuenta de que está muchísimo más generalizado de lo que parece.

 

A lo largo de tu carrera has cambiado mucho de estilo, pienso en Sur, en 8:30, en Argán… Sin embargo, me da la impresión de que en este disco has ido a tu raíz. Si le das una guitarra a Carlos Goñi, esto es lo que le sale de manera natural, su ADN. Aquí está el rock americano, Billy Joel, Springsteen, Neil Young, la Motown…
Sí, al cien por cien. Diana y bingo para ti [risas]. Es tal cual. En todas las entrevistas me lo estáis diciendo, es como si de repente hubiese hecho lo que me da la gana. Que lo he hecho siempre, porque nunca he tenido cortapisas artísticas, pero en este caso, teniendo en cuenta cómo son el rock y la otra música de hoy en día, ha sido como decidir pasar a la resistencia, y en la resistencia no tengo que pensar en nada más. Si de repente decido que la canción tiene que durar siete minutos, la canción va a durar siete minutos y no quito ni un compás pensando en no sé qué cosas. Y la letra, tres cuartos de lo mismo; si es una letanía, como ocurre con “Anillo de boda”, que creo que es una de las tres o cuatro mejores canciones que he escrito en los cuarenta años que llevo en esto, lo hago, me dejo llevar. Y si tengo que volver locos a los ingenieros y a todos los músicos y tirarnos dos días enteros hasta encontrar el sonido exacto que quiero para la batería de “Desde que no estás aquí”, solo con dos micrófonos, lo hago. En este álbum ocurren esas cosas. Creo que es el disco que entronca directamente con la memoria más primaria de por qué me dedico a esto. Es una autopista directa que te conecta con todo lo que has dicho: con Billy Joel, con Bruce Springsteen, con el soul, con todas esas cosas que son tan importantes para mí.

 

Hay también otra característica, que es algo en lo que eres ya un maestro, y es esa manera de crear historias en las letras. A veces en primera persona, a veces en tercera, pero muy narrativas.
Si tengo la historia, tengo la canción. Hasta que no tengo historia, hasta que no tengo letra, no tengo canción. Es cierto que en algunos discos me he dejado más llevar por sensaciones, con letras más etéreas, con nebulosa, más filosóficas si quieres, pero este álbum requería historias más reales, de personajes de carne y hueso a los que les pasaran cosas. Durante la pandemia, decidí que no iba a escribir nada, creo que a diferencia de la mayoría de mis compañeros de profesión. Colgué el papel y el boli y no quise volver a cogerlos hasta que no tuviese un poco de perspectiva. No quería escribir en el centro del huracán, faltaban demasiados datos. Durante los dos años de pandemia me dediqué a otras cosas. No quise hacerlo, fue algo premeditado. Luego ya empiezas a tomar conciencia sobre lo que ha ocurrido, y cuando lo haces, afloran las historias, los personajes, las personas, los sentimientos, las situaciones… Y de eso está lleno el disco, de historias, y posiblemente más que otras veces, sí.

 

En esto de las historias siempre te has decantado por personajes a los que les toca sufrir, les toca perder… Tus letras siempre han tenido un componente social, pero no político, lo cual creo que está muy bien, porque así son más universales. Permanecen más en el tiempo y huyen de lo panfletario.
Absolutamente, y me encanta que hagas esta observación. Es así, así es como lo veo. Yo siempre he tenido un encabronamiento permanente con el poder, y me da igual quien esté en el poder. Como dijo Victor Hugo, creo que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Prefiero ir por libre, aunque a veces esto te puede generar problemas. Un periodista me dijo en cierta ocasión, utilizando una letra de Moncho Alpuente: «Eres demasiado choni para el hijo de la Kelly y demasiado rockero para el facha de Rainero». Te van a dar los de un lado y los del otro, porque vas a la tuya. A estas alturas tengo muy poquito miedo ya. Nunca lo he tenido, como has dicho, siempre me he decantado por lo social y no por lo político, más allá de que a los de uno u otro bando les pueda joder más lo que canto. Pero solo faltaba que tuviese que andar preocupándome por estas cosas.

 

«“Anillo de boda” es una de las mejores canciones que he escrito jamás»

 

Y en ese sentido, ¿cómo te desenvuelves en esta época en la que casi parece que hay una dictadura de lo que se puede y lo que no se puede decir? Tuviste un episodio de censura con el disco de Mestizo (Warner Music, 2004). ¿Caes en la autocensura?
No, pero… Una vez, una persona en la que confiaba mucho me dijo: «Irritar está bien, pero cuando valga para algo». Me pareció muy útil. Al final, fachas hay en la derecha, pero también en la izquierda. Fachas hay en todos los lados, pero esto de que me obliguen a pensar de una determinada manera o a tener que escribir de una manera… No, qué va. Un político como mucho podrá decir qué le gusta más y qué le gusta menos, nada más, lo último que tiene que hacer es decirte lo que tienes que escribir. Entonces, ¿qué hacemos con Buñuel? ¿Y con Dalí? ¿Y con Picasso? ¿Y con Norman Mailer? La lista puede ser interminable. Lo primero que tiene que hacer cualquier persona creativa es seguir su propio instinto y decir abiertamente lo que piensa. En realidad, lo que hay que defender es el derecho de una persona a expresar su opinión, estemos o no de acuerdo con ello. Es imprescindible que exista eso. Para mí, el respeto consiste en asumir todo aquello con lo que no estoy de acuerdo y que no comparto. Eso es respeto. Lo otro no es respeto, lo otro es pertenencia a no sé qué cosa, que desde luego no me interesa nada.

 

Hablando de cosas más bonitas, hay una canción en el disco, “Anillo de boda”, que va a ser de las importantes de tu carrera. Creo que tuviste que cantarla varias veces en la grabación porque te emocionabas al hacerlo y tenías que parar y repetirla.
Sí. Eso me ha ocurrido alguna vez, me pasó con “Black Jack”, de Capitol (Altafonte, 2017). “Anillo de boda” es una de las mejores canciones que he escrito jamás. Doy gracias a la vida por haberme dado una gota de talento para poder escribirla tal y como se escucha, porque hasta el último arreglo y hasta la última nota que se escucha se la iba describiendo a los músicos, y hasta que no lo conseguimos, no paramos. Me quedé muy satisfecho, muy feliz. Me emocioné muchas veces con esa canción, no solo al cantarla; cuando venía alguien al estudio, se la ponía y me echaba a llorar. Hoy me sigo emocionando con ella. Cuando después de veinte discos te emocionas con una canción que acabas de escribir… ¡Guau! Eso es algo que le deseo a cualquier persona, es un sentimiento realmente complicado de describir.

 

 

Como es habitual en tus discos, has cuidado mucho el sonido; estuviste una mañana entera para encontrar el sonido del piano de “Al infierno sin papeles”. Las canciones son muy largas, te vas en algunos casos hasta los siente minutos. Para bien y para mal, este Adictos a la euforia suena totalmente distinto al noventa y cinco de la música que se publica hoy en día. ¿Te has propuesto volver loco al algoritmo de Spotify?
[Carcajada muy larga]. No tengo ni puta idea [más risas], pero cuando lo transcribas pon que me reí muchísimo, porque es una pregunta muy ingeniosa. No sé qué va a pasar con el algoritmo, no sé dónde me va a colocar. Igual me manda a música de los setenta, me haría un favor si ocurriese eso, porque en esa época, del sesenta y tantos hasta el setenta y siete, creo que nació la mayor parte de la música que me rompió al corazón la primera vez y que me lo sigue rompiendo hoy día.

 

Recientemente has aparecido en un programa de televisión (Dúos increíbles, RTVE), un medio del que conscientemente has huido durante muchos años. ¿A qué se ha debido?
Yo huí de la televisión, como tú dices, cuando me dijeron que tenía que hacer playbacks. Fue en el año 98, dije que no hacía playbacks y las televisiones decidieron que yo no entraba en sus planes, lo cual estuvo muy bien. Rompí esa regla el día que María Teresa Campos me pidió que fuese a su programa, que estaba harta de pedírmelo y fue premeditado, porque cuando saqué el primer disco de Revólver ella me ayudó todo lo que pudo, siempre me llevaba a sus programas. Así que cuando me lo pidió, no lo dudé. Fue un honor para mí darle un beso y agradecerle públicamente lo que había hecho por mí. Si ahora he ido a este programa, ha sido por dos motivos: primero, porque había adelgazado treinta y cinco kilos, me sentía muy bien; y en segundo lugar, porque era en directo y eso me parecía muy divertido. Sabía que iba a tener que estar constantemente fuera de mi zona de confort y constantemente pisando musgo. Había riesgo, de hecho, en una ocasión tuve que repetir un tema tres veces. Me preguntaron si quería que lo editasen y pusieran solo la versión buena, que fue la cuarta, pero les dije que no, que lo pusieran todo. Fue una experiencia maravillosa, aparte de que tengo una gran relación con Antonio Carmona y con Sole Giménez, fue precioso estar con ellos. Más allá de los nervios, fue muy agradable, me lo pasé muy bien.

 

Ahora, aunque quisieras, no podrías hacer programas musicales en la televisión porque no hay. Las radios musicales tampoco viven su mejor momento. ¿Es el símbolo de cómo se trata la cultura y a sus creadores en este país?
La única duda que tengo es si esto es así porque el público ha decidido que sea así. No lo sé. Eso sí, donde creo que tendría que haber un programa de música, de actuaciones en directo, de entrevistas, reportajes y demás, es en la televisión pública. Porque la televisión pública no debería tener como objetivo conseguir mucha rentabilidad económica, sino cumplir una función, un servicio, para eso es pública. Se paga con tu dinero, con el mío y con el de todo el mundo. ¿Que en las privadas no quieren ponerlo? Pues eso no es asunto mío. ¿Me parece deleznable? Sí, claro, pero es lo que hay. ¿Que los concursos estos, los llamados talent shows, me parecen un horror? Sí, me parecen un horror, entre otras cosas porque lo último que les importa es encontrar talento en la música. Son programas de entretenimiento que utilizan la música como recurso, como podrían utilizar cualquier otra cosa. Pero la música les da igual. En la televisión pública tendría que haber un programa de música, independientemente de la gente que lo viese. Ahí sí que tiene que estar. Que os cojan a los periodistas que sabéis de música, que vivís la música cada día, y que hagan algo. Que sea algo puramente artístico y que dé cabida a todos los estilos, no tiene por qué ser solo rock, ni solo flamenco, ni solo indie…

 

«El disco entronca directamente con la memoria más primaria de por qué me dedico a esto»

 

Háblame de la gira. Dices que por fin has encontrado tu mejor banda, lo cual no es decir poco, porque siempre has tocado con musicazos.
Sí, es cierto. He tocado con algunos de los mejores músicos de este país y estoy orgulloso de ello. La única forma de mejorar y aprender es rodearte de los mejores, porque al final eres tan bueno como lo sea tu equipo. Siempre he tocado con músicos enormes, pero en este caso, además de ser músicos enormes, que lo son, la comunión que tenemos entre nosotros es como si hubiesen diseñado la banda para mí. Llevamos más de cuarenta canciones ensayadas; obviamente no las vamos a tocar todas cada noche, pero podemos ir variando de un concierto a otro las que queramos, y te aseguro que eso es muy complicado. Lo normal es que a una banda le metas el repertorio del concierto y poco más. Pero llevar tantas canciones ensayadas para poder cambiar, hacer eléctrico, acústico, híbrido… Eso es muy muy difícil. Estoy feliz.

 

Has cambiado mucho el repertorio que venías tocando en la gira anterior, ¿no?
Sí, lo hemos cambiado casi en un cincuenta por ciento. Estoy muy contento.

 

Terminamos como empezamos: estás feliz, exultante. Ha habido cambios personales en tu vida, has mencionado que has perdido mucho peso, y también profesionales, porque este es el tercer disco que autoeditas después de toda una vida en Warner. ¿Cómo llevas la autogestión? Tú viviste las vacas gordas de la industria. ¿Se te hace duro tener que estar ahora encima de todo?
Fíjate, te diría que estoy menos encima de todo que antes. Igual que te acabo de decir que la banda que tengo es extraordinaria, el equipo humano que me rodea, capitaneado por Mat Sena y Rafa Merín, hace que no me tenga que ocupar de nada que no sea la parte musical. En los treinta y tres años de Revólver jamás me he sentido más cuidado, más mimado, más resguardado y más a salvo de todo, en todos los niveles. Autogestión no significa que lo tengas que hacer tú, sino que tienes que rodearte de los mejores para hacer las cosas. ¿Quién ha mezclado este disco? Joe Marlett, que ya había trabajado con él en Mestizo, en 8:30… También hizo la caja de Nirvana, por ejemplo. A nivel de diseño, las fotos las ha hecho Domingo J. Casas, que son espectaculares, y la hermana de Mat ha hecho el diseño, que lo hace muy bien. Que te lo autogestiones significa, básicamente, que lo pagas tú, pero no que lo haces tú. Si eres tonto o te crees que eres Dios, lo puedes hacer tú todo, claro. Pero si eres un poco inteligente… Yo sé lo que soy capaz de hacer y, sobre todo, lo que no soy capaz de hacer, así que me dedico a mis acordes, a mis canciones, a la grabación, al ingeniero, a las mezclas… Soy incapaz de diseñar una portada. Incapaz. Entonces vienen, me presentan varios diseños y elijo el que más me gusta. Yo no propongo, no tengo talento para eso; yo elijo. En Warner había un equipo que un día hacía tu disco y al día siguiente el de Juan y al siguiente el de Pedro. No es que les des igual, pero no ponen ni la mitad del cariño que le hemos podido poner nosotros, con lo cual no he sufrido absolutamente nada por eso. Al contrario, estoy feliz.

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