“Rest”, de Charlotte Gainsbourg

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DISCOS

“Asistimos a una purga, a un apretarse la tristeza con puño rabioso pero con voluntad de luz”

 

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Charlote Gainsbourg
“Rest”
BECAUSE MUSIC/WARNER

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Charlotte Gainsbourg poco a poco va asentando su carrera dentro del mundo discográfico. No me refiero únicamente a que haya editado una nueva colección de canciones —hecho ya de por sí importante—, sino a que por primera vez asume ella misma la composición. En sus cuatro elepés anteriores, la amistad con Beck o con Jarvis Cocker hizo que estos le diseñaran las canciones. Ahora se atreve con las letras. Bien es cierto que SebastiAn o Daft Punk —franceses, recuerdo— le ayudan a la hora de vestirlas, y lo hacen con ornamentos electrónicos que recorren varios espectros, pero la responsabilidad de lo que dice es suya. Y lo que dice es duro.

Estremece que lo primero que uno contempla al abrir la carátula sea que dedica el disco a su hermana Kate Barry, que hace cuatro años se precipitó por una ventana de su domicilio de París. Charlotte no edita un disco desde hace seis, así que el mazazo que dejó trastocada a toda la familia —muy unida, aunque dispersa— ha estado pasando también por ella y lo ha expulsado en forma de canciones. De ahí que haya un buen puñado de momentos que son palpablemente dolientes.

Ocurre en las voces de intimidad familiar que abren y cierran el disco —Jo, la segunda hija de Charlotte—, en esa voz de ‘Ring—a—ring O’ roses’ que transmite desolación, en los violines y maravillosos arreglos que envuelven ‘Dans vos airs’ —hay una gran parte de las letras en francés—, en la placidez que se busca con ‘Lying with you’ y que intenta dar un tono luminoso alejado de cualquier malditismo, aunque veladamente está dedicada a su padre. Y sobre todo en la significativa desde el título ‘Kate’, una corriente base electrónica que al final deviene estremecedora con esos susurros de nana entrecortada. Cosas de la genética, su registro recuerda levemente al tono de su madre.

Pero es que a la vez, es otro disco. Con ‘Deadly Valentine’ entra en juego la pista de baile, y aquí se explaya en el disparo musical más cercano a su padre. ‘I’m a lie’ posee el aire clásico, la tensión en la lentitud y esa voz entrecortada que eran propias de Gainsbourg. No hubiera desmerecido en él. Y a Jane Birkin —más ligera— se la recuerda en la que da título al disco. Y con esa parte bailable, prueba a experimentar diversas texturas: el eurodisco, casi a lo Giorgio Moroder en sus producciones para Donna Summer en ‘Sylvia Says’, las guitarras orgánicas y funkys de ‘Songbird in a Cage’, cedida esta por Paul McCartney…

Asistimos, pues, a una purga, a un apretarse la tristeza con puño rabioso pero con voluntad de luz. Charlotte Gaisnbourg nos entrega un precioso disco, en el doble sentido, un disco que está lleno de esbeltas y melancólicas canciones, pero que también es el precio que tenía que pagar para serenar el corazón.

Anterior crítica de discos: “Ruido negro”, de Automatics.

 

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