“Raw power” (1973), de Iggy Pop and The Stooges

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OPERACIÓN RESCATE

“Con este disco pusieron toda la carne en el asador, se abrieron en canal, se quedaron vacíos, dieron el empujón definitivo al punk neoyorquino que vendría inmediatamente después”

 

Empeñado en la potencia del sonido, y aconsejado por David Bowie, Iggy Pop viajó a Londres para grabar “Raw power”. Un disco para el que volvió a llamar a The Stooges que supuso el empujón definitivo para el punk neoyorquino posterior. Por Sara Morales.

 

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Iggy Pop and The Stooges
“Raw power”
COLUMBIA RECORDS

 

Texto: SARA MORALES.

 

Sus dos primeros discos –»The Stooges» (1969) y «Fun House» (1970)– los llevaron por el camino de la perdición, si es que alguna vez los Stooges transitaron por otro lugar que no fuera ese. Un sonido insultante el suyo, ruidoso, vejatorio, fuera de sí, incomprensible para la masa y verdugo de convencionalismos, encabezado por la locura creativa y emocional que azotaba a Iggy Pop desde que decidió ser una estrella del rock a mediados de los sesenta. A pesar de contar con la discográfica Elektra respaldando su obra, el grupo no consiguió glorias con ninguno de los dos álbumes. Apenas se vendieron ejemplares, las radios se negaban a pincharlos, los locales comenzaron a prohibir su entrada por las consecuencias de aquellos directos enrolados en altas dosis de destrucción y violencia… Ellos, cada vez más inmersos en una espiral autocomplaciente de drogas, alcohol y desenfreno, se dieron de bruces con una discográfica que andaba ya muy quemada con su comportamiento, la nula seriedad de su trabajo y la escasa rentabilidad que se le estaba sacando al producto. Finalmente, como se esperaba, Elektra los mandó a paseo y The Stooges se separaron tras varias noches de reproches y pastillas. Iggy incluso dejó Detroit para instalarse en Nueva York y dar forma a su siguiente idea: un disco desde un prisma diferente, aunque al final, como sabemos, resultó que no lo fue tanto.

Una vez en la gran ciudad, a finales de 1971, comenzó a bocetar lo que quería para su nueva obra. No estaba dispuesto a perder su esencia cruda de protopunk y tampoco tenía pensado adherirse a lo que se estilaba por el submundo neoyorquino en aquellos días: el glam rock y el movimiento glitter encabezado por los New York Dolls. Iggy Pop, aunque ya era todo un personaje con sus inolvidables conciertos en bikini de purpurina, seguía empeñado en la potencia del sonido: «Quería que mi música saliera de los altavoces, te agarrara por el cuello y te aplastara la cabeza contra la pared», decía por entonces, en un testimonio recogido por Legs McNeil en su libro «Por favor mátame. Historia oral del punk» (Libros Crudos).

Durante aquellos días en Nueva York se codeó con David Bowie, que andaba también por la ciudad, y se dejó aconsejar por él. El Duque Blanco fue uno de los pocos que, creyó, desde el principio, en las posibilidades de un colgadísimo Iggy Pop como en la calidad de su propuesta. Le recomendó viajar a Londres para grabar este álbum que tenía entre manos, y así lo hizo. En 1972 Iggy Pop y el guitarrista James Williamson se marcharon a la capital británica para dar rienda suelta a «Raw power». Aquellas sesiones primerizas fueron inspiradoras para el resultado final de este trabajo. Alejados de la polémica y con la perspectiva de nuevos horizontes la rutina para ambos era llevadera y tranquila. Solo había un inconveniente, tras horas y horas de pruebas a baterías y bajistas para completar la banda ninguno encajaba con el perfil deseado. Solo Ron y Scott Asheton, aquellos hermanos y amigos de la infancia con los que había dado vida a los Stooges años atrás y con los que acababa de romper, eran las personas idóneas para completar el círculo; por lo que sin rencores les propuso volver y ellos aceptaron. Así es cómo los Stooges deshicieron los papeles del divorcio en 1972, tan solo un año después de haberlos firmado, para embarcarse juntos de nuevo en un viaje que fue este tercer disco.

Por su parte Columbia, el sello que había apostado por esta nueva entrega y había confiado en el progreso y la evolución tanto del sonido como de la actitud de los Stooges, se sintió estafada cuando la banda les presentó el álbum. Iggy Pop y los suyos lo habían vuelto a hacer, habían dado a luz por tercera vez un disco corrosivo, venenoso, casi más inaccesible que los dos trabajos anteriores y todavía más fiero y díscolo si cabe. Mientras el grupo seguía empeñado en los agudos hirientes, los graves crueles y la provocación en las letras, desde la compañía le sugirieron a David Bowie que interviniera directamente en la producción para «dulcificar» un poco el resultado. La sorpresa fue que el propio Bowie estaba de acuerdo con las formas y gustos de Iggy Pop y la banda, así que tampoco valió de mucho y «Raw Power» vio la luz en 1973, un año después de su grabación, casi tal cual había sido parido.

‘Search and destroy’, el primer single y la estrella del álbum, incluía en sus primeras mezclas un sonido hiper agresivo de espadas que terminó diluyéndose. Aún así, siempre fue el arma letal de «Raw power», versionada años después por bandas como los Dictators o Red Hot Chili Peppers, y elegida por los Stooges para abrir sus conciertos. ‘Penetration’ conservó en cierto modo ese halo orquestal y el deje descarado e infeccioso en la sección vocal. ‘Gimme danger’, tema creado a partir del reduccionismo de una guitarra acústica, se convirtió en un monstruo inquietante que terminó siendo interpretado por Ewan McGregor en la inolvidable película «Velvet goldmine», además conforma junto a ‘I need somebody’ las dos baladas que Columbia le exigió al grupo para incluir en este disco. Ellos aceptaron cumplir con el cometido y sacaron dos baladas, cierto. Aquí están, pero a su modo.

‘You pretty face is going to hell’ es salvaje, un tratado de rock visceral donde la guitarra de Williamson se descarna sin piedad. ‘Raw power’, la razón del título del disco, es el alma a palo seco de Iggy Pop convertida en canción, la misma que versionarían más adelante Gun’s and Roses. ‘Shake appeal’, que también fue single, y ‘Death trip’ tienen la misión de poner punto y final al álbum a través del mismo grado y la misma intensidad que se respira durante los treinta tres minutos ininterrumpidos de salvajismo, con el disparo de toda la artillería pesada en ocho temas. Sin piedad. Sin compasión. Ni siquiera en el último momento. Quizá por eso tuvieron que pasar treinta cuatro años hasta que volvimos a tener material nuevo de ellos, con la llegada de aquel «The weirdness» en 2007. Porque con «Raw power», Iggy Pop y The Stooges pusieron toda la carne en el asador, se abrieron en canal, se quedaron vacíos, dieron el empujón definitivo a toda una escena, al punk neoyorquino que vendría inmediatamente después, y dejaron saciado por mucho tiempo a un mundo que ahora comienza a sufrir de raquitismo.

Anterior entrega de Operación rescate: “Vienen tiempos” (2004), de Vacazul.

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