“Random”: así es el regreso de Charly García

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“La reafirmación de un artista que se resiste a las indulgencias como consecuencias de la genialidad, la gloria, el exceso y el pasado”

 

Umberto Pérez analiza “Random”, el nuevo trabajo de Charly García. El final de un recorrido zigzagueante con el que edita canciones nuevas por primera vez en la última década.

 

Texto: UMBERTO PÉREZ.

 

En 1994, Charly García emprendió un camino de ida en búsqueda de una sonoridad que no encontraba en las formas de grabación convencionales. Sus canciones precisaban un sonido genuino que transformara el pop eficaz y brillante de su obra en solitario en algo más arriesgado, e incluso transgresor, para un músico acostumbrado a poner patas arriba el rock argentino. En ese tránsito, encontró una manera de grabar que también revelaba su estado vital, mental y espiritual. “La hija de la lágrima”, la primera estación de ese viaje, resultaba extraña, abigarrada y oscura en contraposición con sus discos incuestionables de toda la década anterior; pero debajo de múltiples capas de sonido se hallaban canciones forjadas por el mismo fuego creador de su autor, que integraban una ópera rock que desafió a todos.

Dos años más tarde, en el álbum “Say no more”, Charly dejó claro que la sonoridad revelada en “La hija” no obedecía únicamente al concepto y la historia de dicha ópera sino que los trascendía; la obra al servicio del sonido, de su sonido. Say No More, como nombre, sirvió entonces para referirse a García –a manera de alter ego–, a la estética sonora de sus obras y a una filosofía de vida que contenía caos, genialidad y demasiado ego. Entre altibajos, el argentino fue radicalizando la producción de sus discos: tiempos indeterminados de grabación, procesos de mezcla tortuosos y pesados, y resultados tan atractivos como polémicos. Una década más tarde, el viaje emprendido a mediados de los noventa, evidentemente no tenía billete de vuelta.

Incansable trabajador, entre 1972 y 2003, el argentino editó un disco por año –ya fuera de estudio, en directo o una banda sonora–, pero desde 2004, su máquina creadora padeció de un autoboicot obsesivo. En 2007, una versión casi definitiva del álbum “Kill gil”, sucesor de “Rock and roll yo” (2003), fue filtrado en internet mandando todo al traste. EMI, la discográfica que por entonces tenía bajo contrato a García, se negó a editar el disco, y Charly, en medio de su crisis vital y económica más difícil, terminó de desatar un huracán en el que se adentró y del que fue arrojado, un par de años más tarde, absolutamente vulnerado.

Su regreso a la vida pública implicó también la celebración de toda su obra. La jovialidad de un García rehabilitado se acentuó en la conformación de una banda más numerosa que incluía a varios de sus viejos soldados que lo acompañaron  en los gloriosos años ochenta; de la mano de The Prostitution, nombre de la banda, Charly revitalizó lo más querido de su repertorio y, a partir de 2009, hasta los ya célebres conciertos en el distinguido Teatro Colón de Buenos Aires, en 2013, se reconcilió con todos y con todo.

Las ediciones de “El concierto subacuático”, la versión oficial y definitiva de “Kill gil”, ambos del 2010, y el boxset en directo “60×60”, en 2012, daban cuenta de un García que se sentía cómodo revisitando su incontestable catálogo; y aunque frecuentaba constantemente diferentes estudios de grabación, su frágil estado de salud que se revelaba en cada internación clínica -las más recientes sucedieron la última semana de 2016-, ponía lejos la posibilidad un nuevo disco de estudio del rockero argentino.

Pero fiel a su costumbre de acallar rumores, en las primeras semanas del año que corre, Charly García cerró un nuevo trato con Sony Music y anunció el lanzamiento de “Random” (Sony), un álbum que recoge su cosecha cancionística más reciente y que pone a fin a la sequía de una década sin tener acceso a una producción nueva, o dos si se tiene en cuenta que desde “Say no more” no editaba un disco con canciones de su autoría absoluta.

 

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“Random is not whatever” es una de esas sentencias célebres de García durante sus años voraces y de ella se desprende el título del álbum. Casualidad o no, en medio de la preparación de una película sobre sus shows en Colón, el artista empezó a crear un puñado de canciones nuevas que fueron adquiriendo pinta de disco hasta tomarle la delantera al proyecto audiovisual. El azar en este caso quiso que, una vez más, Charly volviera sorprender con una obra nueva, un testimonio de su vida en tiempo real.

El sencillo ‘La máquina de ser feliz’ adelantó la buena nueva acompañado de una imagen que despistaba: un ojo de García cercado por las líneas que dan forma al ichtus cristiano. ¿Qué nos deparaba Charly? En apenas sesenta segundos iniciales esboza una idea bastante clara: capas de sonido con ruidos de películas –algo habitual en sus últimas grabaciones–; la presencia de Chopin con uno de sus nocturnos más bellos –y que evocan los años de concertista infantil del niño Carlitos–; y notas sostenidas y coros sintetizados que se expanden hasta que asoma un ritmo de batería que traen de vuelta el sonido de sus primeros años noventa. Dicho de otra manera: un Charly García completo. La sospecha se confirma a lo largo de toda la canción, de extracción puramente García, y una letra que no da espera a este reencuentro: “la felicidad no existe en soledad” anuncia a la vez que fija su mirada en el bienestar dudoso que otorgan los aparatos móviles, la mensajería instantánea y la conexión virtual permanente. Una paradoja que se construye en el momento en que Charly encontró en la iPad y la aplicación GarageBand a sus aliados instantáneos en su afán creativo.

 

 

Dos canciones adelante, en ‘Primavera’, una pieza de rock y funk eléctrico que va creciendo sostenida en un loop de mandolina y una línea de bajo que reafirma su devoción por Jaco Pastrorius, se despacha sin piedad contra la tecnología telecomunicativa contemporánea: “No me mostrés tus celulares / con su gramática fatal / arroba, punto, jaja, sabes / gramática de vegetal”. Pero unos versos atrás, el argentino, con total desfachatez, espeta una acusación justificable: “Ahora que estoy rehabilitado / saldré de gira y otra vez  / me encerrarán cuando se acabe / y roben lo que yo gané.”

Autorreferencial como todos sus álbumes, “Random” da pistas del presente de García. En ‘Rivalidad’, la cuarta canción del disco, desafía a sus vecinas de piso y, en clave de funk y un leve aire caribeño que se cuela entre un coro potente spectoriano, les avisa que nunca van a conseguir que cambie. En seguida, en ‘Otro’, un rock duro y conciso, manifiesta oposición total a la psiquiatría de la que ha sido víctima no en pocas ocasiones. Las dos últimas canciones del álbum, vuelven sobre el estado de la leyenda argentina: en ‘Spector’, un precioso homenaje sonoro, directo y sin rubor, al genio estadounidense a través de una aproximación a ‘Be my baby’ -diferente a la adaptación que hiciera en ‘Sé mi nena’ de “Sinfonías para adolescentes”, el disco que reunió a Sui Generis cuando el siglo XXI recién despertaba-, se revela vulnerable y conmovedor: “Yo te conté dónde había actuado / el escenario era un bajón (…) / Yo te mostraré el camino / entre la cana (cárcel) y los demás.” Pero en ‘Mundo B’, la canción que cierra “Random” y la más antigua de las diez que lo integran -habitual en su repertorio en vivo entre 2005 y 2008-, resuelve a su antojo: “El pasado no me condena / el presente no me da pena / el futuro está asegurado”, a sabiendas de que, una vez más, ha hecho un buen trabajo.

Phil Spector no es el único que cuenta con guiños en “Random”. ‘Ella es tan Kubrick’ es un blues que funciona de espejo retrovisor con referencias a la obra del director británico; mientras que ‘Believe’ invoca la ternura enérgica del sonido Beat que lo hechizó en su niñez, materializado en canciones de los Beatles, los Who, los Byrds y los Shakers. Aunque pareciera una de esas espléndidas versiones que vuelven suya una canción, esta es material cien por ciento Charly García. Las ánimas de Prince, David Bowie y Steve Marriott, también sobrevuelan las atmósferas del disco, pero el guiño a Gene Kelly y a “Singin’ in the rain”, presente en ‘Lluvia’, adorna con delicadeza la preciosa piedra pop que luego de cada escucha deja la misma estela que dejan los clásicos.

 

 

Mención especial merece ‘Amigos de Dios’. En el cancionero de García abundan las alegorías a través de las cuales supo transmitir y decir lo que pensaba sin hacerlo de manera directa para sortear la censura y la dictadura; y pocas veces ha caído en el señalamiento a la hora de denunciar u opinar en sus canciones, pero en esta se descarga sin asco en contra de los pastores protestantes que predican en la televisión a la media noche: “Esto con Hitler ya pasó / el milagro de una mala actuación (…) Loco, cambio de canal pero sigue el recital / ¿Con qué mierda drogan a la gente?”.

Junto al cuerpo completo de su discografía en solitario cuesta encontrarle un lugar sonoro a “Random”. Si bien es cierto que remite a diferentes etapas y sorprende por su tersura, está más cerca al complejo tratamiento de “Say No More” que al de claridad de sus primeros discos. García, aficionado al proceso de mezcla y a la acción de borrar, ofrece la visión aterrizada de lo que en años anteriores estaba regulado por el caos. Pero Charly es Charly y no transa. La portada y el diseño son muestra de ello, una vez más sus dibujos y su particular estilo pictórico reafirman su control creativo, y aunque, como es habitual, se hizo a cargo de casi todo, contó con colaboraciones importantes: mientras la presencia del baterista Fernando Samalea le otorga robustez a las canciones, la voz de Rosario Ortega sostiene y acompaña la fragilidad vocal de su jefe. Quizás la único reprochable del disco sea que cada canción echa de menos ese torrente impetuoso y tierno que fue la voz que tuvo García antes de su rehabilitación. De nuevo, Joe Blaney -esta vez junto a Nelson Pombal- y Ted Jensen, aportaron seguridad conceptual en la mezcla y la masterización.

Consciente de sus limitaciones, García ha facturado un álbum importante en su obra. Mientras el tiempo le encuentra su lugar correspondiente, por ahora el testimonio del regreso de Charly al estudio, da cuenta de un disco sólido, incluso más que “Influencia” (2002) y “Rock and roll yo”, que con los años parecen más dos epés largos que discos redondos. “Random” no es cualquier cosa, es la reafirmación de un artista que se resiste a las indulgencias como consecuencias de la genialidad, la gloria, el exceso y el pasado. Charly García aún sigue pilotando una máquina que hace feliz a la gente.

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