Ramoncín: Haciendo frente a la condena pública

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“El trato que he tenido con la industria ha sido magnífico siempre, salvo el capítulo aquel. No les he agobiado, no les he pedido anticipos, y por las mismas no me han ofrecido un negocio de mierda. Mientras mi frigorífico esté lleno, me da igual el resto. No quiero barcos privados, quiero mi libertad”

 

La reedición en vinilo de “Arañando la ciudad” y una gira finalmente cancelada propiciaron esta charla con el cantante madrileño, ocurrida días antes de que decidiera guardar silencio hasta poder defenderse en los tribunales por el caso SGAE.

 

 

Texto: ARANCHA MORENO. Fotos: RAMONCÍN.COM

 

 

Iba a ser su año. Lo tenía a rebosar de proyectos: la reedición de “Arañando en la ciudad”, un nuevo disco a medio fraguar, un cofre recopilatorio con toda su discografía y conciertos en España antes de pisar México y Londres en 2016. Además, cumple 60. Pero cumple algo más. Cumple una condena mediática desde que estalló el caso SGAE, cuyo próximo juicio se ha cruzado por el camino y ha acabado desbaratando sus planes.

Detallemos la cronología de lo ocurrido. El pasado 12 de mayo, cerramos esta entrevista con el agente de Ramoncín, para charlar con él antes de sus próximos conciertos. Dos días después, la prensa se hace eco de las intenciones del juez de la Audiencia Nacional José de la Mata, que propone juzgarle junto a otros exdirectivos de la SGAE por la supuesta emisión de facturas cargadas a la entidad por servicios inexistentes. Cuatro días más tarde, nos encontramos con Ramoncín en el hotel Urban, en el centro de Madrid. Trae un vinilo en mano y viene con una idea clara: la llegada del juicio es la mejor de las noticias, porque al fin podrá demostrar que es inocente. Días después, la petición de la Fiscalía de una condena de cuatro años y diez meses por apropiación indebida despertará una presión pública que contestará con la cancelación de sus conciertos y el silencio periodístico: no dará más explicaciones hasta que lo haga delante de un juez.

Esta entrevista, programada para la semana del concierto, fue realizada el pasado 18 de mayo.

 

Este 2015 cumples 60 años, reeditas el que muchos consideran el mejor disco de tu historia, el vinilo “Arañando la ciudad”, se prepara un cofre con toda tu discografía, estás preparando nuevo disco y además estás a las puertas de un show pretencioso, en el buen sentido de la palabra. ¿Por qué esta hiperactividad?

Ha sido gracias a cómo he manejado mis tempos hacia atrás. Mucha gente preguntaba por qué dejaba de grabar tan seguido; era precisamente por esto: para tener la opción de mantener una posibilidad creativa y ganas de seguir haciendo esto, y que no se convirtiera un día más en la oficina. Mi personalidad no lo permite. Soy incapaz de hacer algo por obligación. Tuve una sensación horrible después de grabar doce discos seguidos en un periodo de tiempo incomprensible. Del año 78 al 92 grabo doce discos, ocho originales y el directo en un periodo de doce años, y tres o cuatro recopilatorios que no hacía de cualquier manera. Cuando paré no sabía si iba a volver o no, no lo tenía nada claro. Poco a poco he ido encontrando la necesidad de volver a cantar, de revisar las canciones… La banda nunca ha dejado de tocar, en sitios pequeños, grandes, donde nos han llamado, donde nos apetecía… Pero me dije: “Voy a grabar el disco de la Cover Band, a ver qué tal se me da”. Era cojonudo: no tenía que componer, solo elegir las canciones, producirlas y ser el cantante, y tener un concepto muy claro de lo que quería, ver cómo me seguía apañando con la gente. Fui al estudio a ver si esas mañas seguían estando vivas, bregando con el ingeniero, con los músicos, con los tiempos… Eso fue hace cinco años y me despertó mucho.

 

Te reavivó las ganas, que quizá tenías dormidas.

Fue cojonudo para mí, claro, qué divertido. Entonces grabamos “Cuando el diablo canta”, un disco de canciones nuevas, y al ver cómo funcionaba la banda, y como entendía los sonidos que quiero, me dije que era el momento. Ya no puedo duplicar mi edad. A los 30 tienes tiempo para hacer cosas, pero a los 50 no piensas en duplicar ni de coña, y ahora ya ni lo sueñas. Esto caduca y lo que tienes que hacer lo tienes que hacer ahora. Era el año para eso. Creo que lo que no haré es sacar el disco nuevo.

 

¿No?

Creo que sería un error, tal y como está el negocio en general y conmigo en particular. Tengo que generar una expectativa, unas ganas. “Miedo a soñar” [reedición en vinilo] salió en febrero, ahora sale “Arañando la ciudad”, un cofre en noviembre por mi 6.0 aniversario… A lo mejor cometo un error.

 

Quizá sea excesivo.

Creo que sí. Quizá no, es excesivo seguro. El exceso no es malo en el arte, pero a lo mejor cometo un error. Cantaré alguna canción en directo, a ver cómo funciona… El disco está en mi cabeza, se llama “Descalzo entre ascuas”, tengo el concepto, las canciones, todo.

 

¿Solo en tu cabeza?

No, tengo muchas canciones compuestas, mucho material escrito. Pero el primer sitio al que tiene que llegar es a la cabeza. A veces el oficio vale menos que una idea, y otras veces el oficio es mucho mejor que todas las ideas. El proceso creativo cada uno lo lleva de una manera. Tengo un disco por ahí, “Comportamiento animal”, que no he sacado nunca. El disco está escrito, pero no está vivo, no me gusta. Cuando grabamos “Cuando el diablo canta”, llegamos a grabar una de esas canciones y la quité. A veces tienes el disco entero y no vale, y en cambio tienes una idea, y si te metes a grabar con esa idea, es la hostia. Tiene que ser una idea clarísima, ir tirando, eso funciona muy bien. La idea general de este disco la tengo clarísima, el título es demoledor, cuenta un montón de historias.

 

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“He tenido amistad con gente que no habría conocido si me hubiera quedado todas las noches en Rock- Ola poniéndome hasta el culo. No cambio los camerinos de antes del programa de ‘Hermida y compañía’, sentado con Cela contándome cosas”

 

A veces una buena idea se convierte en la razón de un oficio. Quizá “Arañando en la ciudad”, y el célebre ‘Hormigón, mujeres y alcohol’ fuesen claves para que dieses el salto en aquel momento.

[Reflexiona unos segundos] Yo creo que mi primer disco es demoledor. Grabar en el 77 canciones como Ramoncín y WC, ‘Marica de terciopelo’, ‘Rock and roll duduá’, ‘Ponte las gafas’… A veces me lo pongo, y hostia, lo que hicimos hace cuarenta años. Fue una cosa muy buena, ese disco después naufragó en “Barriobajero”, una cosa muy personal, donde ya no quería productores ni pensamientos ajenos al mío, la gente hacía lo que yo quería. Me fui a Inglaterra y fue muy interesante. En 1979 y en 1980, Londres era mucho Londres, había que vivirlo y yo estuve allí. Aquello me inspiró muchísimo: ‘Litros de alcohol’, ‘Ángel de cuero’, ‘Reina de la noche’… Yo tenía una hija entonces, nació en Wimbledon en enero de 1980, había que tomar una decisión: me quedo o me voy. A veces me arrepiento, otras no. Lo pasado, pisado. Volvimos a ver qué pasaba en Madrid, las cosas estaban cambiando. Había acabado la dictadura hacía cinco años, y solo oficiosamente por el dictador. Con todo lo que he peleado, lo que he luchado, la de veces que me han llamado maricón por llevar el pelo largo y un pendiente en la oreja. Quedarme aquí era perderlo todo, pero me hubiera parecido una traición no hacer ese disco aquí. Y vine y lo hice.

 

Ahora que lo has reeditado, habrás revivido muchos de los momentos que pasaste en la grabación de “Arañando la ciudad”.

Sí, yo tenía un contrato con EMI, se suponía que les iba a grabar cinco discos y uno en directo, y grabándoles dos dije que me iba. La mitología dice que entré allí con la lata de gasolina para conseguir la carta de libertad… en fin. Me sentí estafado, pero yo ya ponía mucho ojo en todo. Yo nací abogado, he tenido siempre un sentido de la lógica jurídica extraordinario. Cuando se enfrentaron a mí se quedaron asombrados, llegaron a preguntarme si había consultado con algún abogado, y les dije que no, que el abogado de la familia era yo. Y era un crío de 23 años. Yo terminé “Barriobajero”, lo entregué, me llamó el director general y me dijo que si quería podíamos arreglar las letras juntos. Le pregunté: “¿Pero tú sabes quién es ‘El Chuli’? ¿Tú sabes a qué se refiere ‘Soy un chaval’? ¿Cómo te atreves?”. Era el director de la compañía, pero también compositor, Ray Guirado. Y le dije lo que no le había dicho nadie nunca: vete a tomar por culo. Él sacó el disco, pero solo lo sacó, posiblemente pensando que me iba a acojonar. Pero volví de Inglaterra, grabé una maqueta con ‘Hormigón, mujeres y alcohol’, ‘Reina de la noche’, ‘Putney bridge’ y ‘Mey, la lumi’, y me fui a otras compañías. Yo había leído ese contrato, había visto todos los resquicios legales, por abuso de posición dominante. Con eso, y una dosis de mala leche, de “te prendo fuego”, me pude ir.

 

¿Cómo transcurrió la grabación?

Grabamos “Arañando la ciudad” en Hispavox. Recuerdo la grabación como si fuera hoy. Traje a dos músicos ingleses amigos míos, de los Sex Beatles, había un chaval de Mallorca, vinieron a grabar dos o tres músicos adicionales, fue muy divertido. La sorpresa fue cuando entregué el disco, y al poco me llamaron para que fuera a oír la prueba. Les dije que ese no era el disco que había grabado. Entonces había un proceso, el del acetato, y nadie se había dado cuenta de que ese seguía siendo un proceso industrial. Había una señora, con una bata blanca, a la que le llegaban las cintas de dos pulgadas mezcladas y las ponía en su máquina primitiva y quitaba los picos. Lo flateaba todo, todos los discos de Hispavox padecían de lo mismo. Discutí mucho, me cabreé mucho, el primer corte se hizo así, al segundo me permitieron ir. Aquella mujer acabó la pobre con el mote de la sorda, no era su culpa. Creo que no llegaron a fabricar el segundo corte, me lo dejaron hacer por capricho. Por eso ahora lo hemos recuperado.

 

¿Para hacer justicia al sonido de ese disco?

Teníamos las cintas en 2 pulgadas, a 24 bits. Con las cintas multipistas puedes cometer el peor error de tu vida: cambiar el disco. Alguien hizo esa atrocidad con el “Get back” de los Beatles. Ahora le hemos dado lo que perdió en aquel momento. David Bonilla [A&R de Warner] es una fiera, lo tiene claro. Yo creo que no había confiado en alguien tanto. Tú no debes tocar tus cosas, imagínate un pintor arreglando todo el rato el cuadro. Tienes que parar, es como entregar una novela, hay que soltarla. Yo no he hecho novela, pero cuando veo mi obra maestra literaria, “El tocho cheli”, quiero arreglarlo. Ahora el disco sale en vinilo, y cuando la gente me dice que lo tiene original le digo que no, que lo que tiene es un plástico. Ahora sí es vinilo, con un CD con extras, temas de la peli que grabamos entonces, ‘Ángel de cuero’ grabado en la cara B, con un recitado mío de “Arañando la ciudad” para un programa de «Informe semanal»… El libro está muy bien. Los textos… no puedo más que darle las gracias a [Juan] Puchades, a [Mariskal] Romero y Julio Valdeón Blanco. No puede uno tener mejores embajadores musicales. Trato de no perder donde está el límite de lo que dicen. No hay que perder la cabeza con nada, hay que ver las cosas con objetividad. Hay que ver qué discos se hacían entonces, aunque nunca he entrado en eso: hago mis discos y no los oigo más. Oiré “Arañando en la ciudad” alguna vez y no lo oiré más. En el momento en el que se publican las canciones, muere la edición grabada. Su segunda vida es lo que somos capaces de hacer con ellas en el directo. ¿Qué sentido tiene hacer ‘Reina de la noche’ 35 años después? Porque en el directo ha sobrevivido. Algunas no han tenido una segunda vida, solo la que está en el disco.

 

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“He sido injuriado, calumniado, agredido, echado a pedradas de un escenario, he visto simulada mi muerte, han colgado mi cabeza a la puerta de mi casa… Y encima cuando un juez de la Audiencia Nacional decide que hay que entrar en la SGAE porque es la cueva de Ali Baba y la cosa no es como parece, dicen que no pueden ir a cazar elefantes y salir con un conejo, y ahora el elefante soy yo”

 

Es un reajuste de cuentas con un sonido que no era el adecuado y que marcó muchos discos de la época. ¿Cuánto tardaste en grabar “Arañando en la ciudad”?

Nunca he sido muy pesado en el estudio, no me gusta perder el tiempo. Digo lo que Mike Tyson: cuanto menos tiempo estés en el ring, menos posibilidades tienes de que te den una hostia. ¿Cuántas canciones hay, doce? Doce días para grabar las bases es mucho, doce para los recording, doce para las voces y doce para mezclar parece una cosa lógica. Así lo hicimos. Yo ahora mismo hago un disco en un mes sin necesidad de todo eso. Grabo con la banda en directo, prefiero cantar varias canciones el mismo día, porque la voz se calienta y funciona mejor, y ponerme a mezclar inmediatamente. Se puede grabar un disco perfectamente en cuarenta días. Y si hay que grabar en una semana, se graba, como grabé “Como el fuego” en Inglaterra. Cuando lleguemos a esas cintas, cuando hagamos la caja integral, sé que vamos a encontrar mucho ruido, mucho error. Aquello fue una estupidez, me encanta grabar en Inglaterra, pero para una semana no vuelvo. “Arañando la ciudad” fueron cuarenta días, sesiones de noche…

 

Las más baratas, claro.

Sí, poco a poco me di cuenta de que era una barbaridad, eso de grabar de noche y dormir de día. Poco a poco he encontrado mi horario: de las 5 de la tarde a las 12, 1 de la mañana. Es un horario que me encanta, pillar un puntito de noche, si quedan picos la noche es muy larga, te quedas ahí solo…

 

Has grabado muchos discos, publicado libros, hecho películas y eres un rostro televisivo habitual en muchos programas y debates. Me da la sensación de que hay muchos ‘Ramoncín’, y pocos conocen al hombre que hay detrás de todos ellos.

Ni yo mismo. Soy un contador de historias, un Stevenson en tierra firme. Hubiera sido muy feliz en un rincón del mundo escribiendo historias sin parar. Encontré el camino con las canciones, muy joven, tenía cosas escritas por todas partes, un camino maravilloso, pero me di cuenta de que tener un plan b era cojonudo para hacer lo que te salga de las narices. El trato que he tenido con la industria ha sido magnífico siempre, salvo el capítulo aquel. No les he agobiado, no les he pedido anticipos, y por las mismas no me han ofrecido un negocio de mierda. Mientras mi frigorífico esté lleno, me da igual el resto. No quiero barcos privados, quiero mi libertad. Mi mayor disfrute es ver el último episodio de «Mad Men», el último disco que me he comprado y terminar una pequeña novela que estoy leyendo, no necesito más. Un sitio caliente en invierno y fresco en verano, nada más. Puedo estar sin cruzar el charco dos o tres años, sin ir a un hotel de cinco estrellas, pero no puedo estar sin ver el último capítulo de una serie o escuchar ese disco, eso es imposible. Hice uno de los libros más vendidos en este país, vendimos centenares de miles de copias, le guste a quien le guste, y a los que no también. Hice el primer concurso cultural en televisión, la madre de todos los que han seguido ese camino. Había más gente viendo el «Lingo» que el telediario. Y no he sido nada fundamentalista: las obligaciones, los uniformes… No quiero parecer nada, soy lo que soy. He sido lo que me ha dado la gana. No me divierto entre el humo de los cigarrillos, la cocaína y el alcohol, ni bebo, ni fumo, ni me drogo, ni lo he hecho nunca. Yo era hippie, fumaba porros, y aquello me dio el mensaje que me tenía que dar, que era leer la beat generation. Somos hippies, no somos yonquis ni toxicómanos. Tenía la cultura pegada a la tierra, fui papá muy joven, tuve una fortuna acojonante en ese sentido. Tener que ir a los sitios a ponerte “con” me aburría, ¿por qué estoy hablando con ese gilipollas con el que lo único que tengo en común es que toca la guitarra? Lo que le pasa a la mayor parte de este colectivo es que es un colectivo de analfabetos. Si tienen que parecer auténticos, no se cambiarán ni la goma del pelo, con la misma pinta hasta que se mueran. Me parece aterrador, yo quiero cambiar todo el rato, ver qué más cosas hay. No quería ser un vulgar rockero.

 

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La televisión es un medio muy potente, tanto que supera a todos los demás y los relega a un segundo plano. ¿Tu trayectoria en la pequeña pantalla ha favorecido tu carrera musical o la ha perjudicado?

En este país todo lo que no sea mantenerte en el redil es perjudicial. Para mí, en absoluto, he conocido a gente extraordinaria, me he sentado en la tele con Camilo José Cela, Francisco Umbral, Fernán Gómez, Alfredo Landa… He tenido amistad con gente que no habría conocido si me hubiera quedado todas las noches en Rock-Ola poniéndome hasta el culo. No cambio los camerinos de antes del programa de Hermida y compañía, sentado con Cela contándome cosas, más allá de cómo me caiga un tío, contándome cosas. Mis noches con Francisco Umbral. Mi problema es que me han interesado más esas mentes que las de una gran parte de los músicos. No de todos, tengo amigos músicos maravillosos, pero en general no es así, se limitan al sexo, drogas y rock and roll. ¿Tú sabes lo que es sentarte y trabar amistad con Adolfo Marsillach? Lo siento por los que no han podido hacerlo, lo siento por ellos.

 

Durante largo tiempo has estado en contra de la piratería, y has defendido el canon. ¿Esas guerras te han pasado factura?

No he sido nunca favorable al canon, porque es un invento de los que no querían pagar la remuneración compensatoria por copia privada. Jamás he estado a favor de eso, pero por supuesto que creo en los derechos de autor, ahora creo sobre todo en los míos. Llevo quince años perseguido. He sido injuriado, calumniado, agredido, echado a pedradas de un escenario, he visto simulada mi muerte, han colgado mi cabeza a la puerta de mi casa… Y encima cuando un juez de la Audiencia Nacional decide que hay que entrar en la SGAE porque es la cueva de Ali Baba y la cosa no es como parece, dicen que no pueden ir a cazar elefantes y salir con un conejo, y ahora el elefante soy yo. Como el elefante no ha hecho nada, lo tienen muy jodido, pero a la pena del telediario he sido condenado desde hace tiempo. Yo sé lo que va a pasar, y he esperado este momento. Vengo deseando que se abra el juicio oral desde hace mucho tiempo. Quiero ver la cara de la gente cuando un tribunal diga que no he hecho nada punible, que he hecho mi trabajo y he cobrado por él como tantos otros, pero como he dado la cara por este colectivo… Por cierto, colectivo de insolidarios, cobardes, de cómplices silenciosos y de hipócritas, de tipos que ponen la boca en un sitio para ser auténtico pero la cartera en el otro. No hay ni uno solo que, mostrándose favorables en público a la piratería, al no me gusta al canon, hayan devuelto una sola peseta que hayan cobrado de derechos de autor. Eso les retrata. Es la primera vez en mi vida que me arrepiento de algo. Jamás me había arrepentido de nada, creo que uno solo se tiene que arrepentir de lo que no se hace, como decía Lord Byron, pero sí me arrepiento profundamente. Daría dos dedos de una mano por volver atrás y decir: “Que os defienda vuestra puta madre”. A ver cómo les va a quedar la cara cuando todo esto termine, todos esos tipos que han estado callados sin decir una palabra, acojonados. La gente tiene que comprender que hay músicos que les gustarán en el escenario, pero como personas no se sostienen ni un segundo, son indeseables. Y en este colectivo desgraciadamente abundan. En este negocio se valora más lo que pareces que lo que eres, hay muchos que parecen auténticos que son unos hijos de puta. No sé si se les descubrirá, cuando acabe todo esto diré alguna cosa más, a lo mejor les pongo nombre a todos y les digo las cosas mirándoles a los ojos.

 

Entonces, para ti es una buena noticia que se fije un juicio para esclarecer lo ocurrido.

Ya era hora, por fin, ir a una sala sin contaminar, donde funciona la justicia, donde hay un Código Penal, un ordenamiento jurídico. Es la primera vez que no tengo que demostrar mi inocencia, hay otro que tiene que demostrar que soy culpable. Así que feliz.

 

La charla acaba hablando de su próximo concierto, fijado para el 30 de mayo, show que no se llega a producir. El 23 de mayo, el madrileño cuelga un mensaje en su perfil de Facebook esgrimiendo que ha leído cosas “que producen una amargura y abren una herida imposible de asumir sin pagar un precio emocional altísimo”. Tras reflexionar sobre el asunto, Ramoncín explicó así la cancelación de su directo: “He decidido por todo esto y sin vuelta a atrás que no voy a volver a subirme a un escenario en este país mientras no pueda colgar un cartel a mi espalda en el que se lea inocente, ni voy a volver a dar explicación alguna respecto de este asunto a nadie que no sea el juez”. El músico paralizará su apretado año profesional mientras tanto, y guardará silencio hasta que se esclarezca su asunto en los Tribunales.

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