Rafael Berrio: Noche de utopía, querer y ayeres muertos

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“A Rafa se le ve relajado, disfrutando y arriesgando en cada fraseo”

 

Al sur del sur, en un pueblo de Cádiz, Rafa Berrio ofreció uno de esos conciertos tan puntuales como memorables. Allí estuvo David Pérez, bolígrafo y cámara en mano, para transmitir las sensaciones del directo.

 

Rafael Berrio
Hotel Utopía de Benalup-Casas Viejas, Cádiz
20 de agosto de 2016

 

 

Texto y fotos: DAVID PÉREZ.

 

Cioran decía que “solo la música puede crear una complicidad indestructible entre dos seres. Una pasión es perecedera, se degrada como todo aquello que participa de la vida; mientras que la música pertenece a un orden superior a la vida y, por supuesto, a la muerte”. Y ese rayo de luz que no cesa nos lleva a un mágico cabaret de un pueblo blanco de Cádiz, donde las manecillas del reloj se paran y todo puede ocurrir. Miguel Ángel Fernández nos abre las puertas del Hotel Utopía en su décimo aniversario, un lugar único en el que se respira el espíritu de libertad y vanguardia de los años treinta, donde Picasso conversa con Dadá, Lorca o Frida Kahlo, mientras Glenn Miller, Gardel y Dylan se funden en los ojos verdes de un piano que suspira España.

La velada se presagia imborrable. Si te perdiste la pasada lluvia de estrellas, esta es tu oportunidad: Rafael Berrio llega con una única fecha al sur del sur y un puñado de Perseidas en los bolsillos. Enciende el cielo desde la mesa, cantando ‘Volver’ junto al mejor anfitrión y al pianista. Tras el tango, guitarra eléctrica en mano y gafas de sol, pisa las tablas para recordarnos lo más importante: que “la vida sucede a medida que sucede”. ‘Simulacro’ y rock and roll. Continúa electrificando “1971” (Warner, 2010) con esos planes de fuga de cada día y quemando naves en ‘Como cortes’. Se echa una copa de vino y brinda por ‘La mujeres de este mundo’, seguida de un par más de esta primera obra que conforma el magistral díptico que grabó junto a Joserra Senperena, ‘Oh, verdad desnuda’ y ‘El amor es una cosa rara’, sumándose en esta el técnico de sonido, que sustituye a la perfección con su acústica la sesión de cuerdas del álbum. A Rafa se le ve relajado, disfrutando y arriesgando en cada fraseo.

 

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“Explotamos en una descarnada interpretación a tumba abierta de ‘Santos mártires yonkis’, donde exprime las seis cuerdas y el alma, un homenaje sincero a la memoria de tantos amigos que se perdieron caminando por el lado salvaje”

 

Entre el hedonismo y el cinismo, sigue sublimando la amargura con la belleza e ironía de ‘La alegría de vivir’ (“Diarios”, Warner 2013) y la emocionante ‘Como iba yo a saber’, otra de las piezas cumbres de “1971”, choque entre el ostracismo y el amor que deja la sombra vencida cuando nos alcanza inesperadamente.

Alzamos la copa en ‘Saturno’ y la madrugada nos cala ‘En lo mórbido’ (recitada para la ocasión), primera letra que suena del esplendido “Paradoja” (Warner, 2015), vuelta a las raíces rock de sus antiguos grupos, Amor a traición y Deriva.

 

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Explotamos en una descarnada interpretación a tumba abierta de ‘Santos mártires yonkis’, donde exprime las seis cuerdas y el alma, un homenaje sincero a la memoria de tantos amigos que se perdieron caminando por el lado salvaje.

Quemamos todos los objetos ‘Inanimados’ que nos iban a sobrevivir y nos resguardamos del fuego con dos golpes maestros de pluma de su último trabajo, ‘El mundo pende de un hilo’ y ‘Niente mi piace’, versos certeros que hieren y sanan al mismo tiempo, confirmando que Berrio es uno de los mejores escritores de canciones de nuestro tiempo y que en directo deja marca.

 

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Rafa rasga la eléctrica a lo Velvet Underground y le da la última dentellada a la luna con la efímera y eterna ‘Mis ayeres muertos’. Y amanece, amanece… ¿Para qué?

 

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