“Quique dibuja la tristeza”, de Los Hermanos Cubero

Autor:

DISCOS

“Crudas, directas a las entrañas, duelen en cada nota”

 

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Los Hermanos Cubero
“Quique dibuja la tristeza”
EL SEGELL DEL PRIMAVERA

 

Texto: EDUARDO IZQUIERDO.

 

¿Puede ser la tristeza algo bello? Probablemente la mayoría estaríamos de acuerdo en una respuesta afirmativa a esta pregunta, pero, ¿y si esa tristeza es algo tan desgarrador como una muerte de alguien joven? Seguramente también. Es probable que incluso ya estemos dándole a la cabeza y logrando que aparezcan en nuestra mente discos tristes. “Either/Or” de Elliott Smith, “For Emma, forever ago” de Bon Iver, “Unknown pleasures” de Joy Division, “I see a darkness” de Bonnie Prince Billy, “Blue” de Joni Mitchell… La lista es seguramente inacabable. Y a ella hay que añadir ahora el nuevo trabajo de Los Hermanos Cubero.

Nace este disco de una desgracia, la muerte de la mujer de Enrique Cubero, Olga, a causa de un cáncer. Y parte de un dibujo, convertido ahora en portada, que su hija hizo cuando en el colegio le pidieron que dibujara la tristeza. “Fue un trabajo del colegio”, nos dice Quique. “Le pidieron dibujar la tristeza y cuando mi hermano Roberto lo vio, pensó que tenía que ser la portada. Yo, como en todo este proyecto, no estaba muy seguro de ello”. Porque Quique no escribió las canciones de este disco para integrarse en el repertorio de los Cubero. Simplemente necesitó escribirlas. Necesitó una vía de escape para aquella angustia. “Al principio no podía ni cantarlas, claro. Ahora, a veces voy por la calle tarareando una y si no me doy cuenta no pasa nada, pero si lo pienso, se me puede hacer un nudo en la garganta”. Una situación nada fácil en la que la música sirve, una vez más, de terapia reconstituyente. “También me sirvió mucho hacerlo. Me sirvió para no quedarme ahí todo el día dándole vueltas. Era una forma de sacarlo todo fuera. Alguno puede pensar que es algo exhibicionista y realmente nunca me ha convencido eso de abrirme al cien por cien, pero en esta ocasión lo hice por necesidad”.

Para dibujar mejor esa tristeza, añaden el contrabajo de Oriol Aguilar y el violín de Jaime del Blanco, “la formación que siempre hemos pensado que sería ideal si algún día aumentábamos el proyecto, aunque será algo puntual para este disco, probablemente”. Grabado al borde del desgarro, en absoluto directo, estamos ante un disco que probablemente podríamos definir de conceptual y en el que Los Hermanos Cubero se alejan ligeramente y de manera consciente de lo castellano para acercarse a sonoridades más americanas y hasta británicas, aunque siempre dentro el folk. Hay que estar preparados para no sufrir con canciones como ‘Un suspiro y un beso’, ‘El tiempo pasó’ o ‘Quisiera poder rezar’. Crudas, directas a las entrañas, duelen en cada nota, pero, igual que a su autor, también ayudan al oyente. “Todos tenemos algún caso al que podemos asimilar esos sentimientos”. Y aunque no es un álbum accesible en cualquier momento, sí que se hace necesario en cualquier discografía de música nacional que se precie.

 

 

Anterior crítica de disco: “All nerve”, de The Breeders.

 

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