Punto de partida: José Bruno y «Nuggets: Original artyfacts from the first psychedelic era»

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«Igual que el blues ofrece al músico la máxima expresión emotiva con la mínina complicación armónica. El garaje ofrece la máxima libertad creativa con el mínimo de técnica. Incluso puede prescindir de la rabia del punk en favor de un mayor rango de registros y sonoridades».

José Bruno, o Niño Bruno, uno de los mejores baterías del rock español, con un currículo a sus espaldas innecesario de recordar, pues es de sobras conocido, siempre al lado de los mejores. En la actualidad es el batería de la banda de Calamaro, con el que, ahora mismo, está de gira.

 

Varios
«Nuggets: Original Artyfacts from the First Psychedelic Era»
ELEKTRA, 1972

 

Era uno de los discos favoritos en el garaje del barrio de los Vadillos en Valladolid donde ensayábamos y casi vivíamos los Fallen Idols a mediados de los años 80. Teníamos una buena colección de vinilos que Jimmy, nuestro cantante, había traído de Estados Unidos. Que algún amigo viajara fuera de España, era la única forma de conseguir esos discos en aquella época.

«Nuggets» fue el primer disco del que me aprendí tema por tema la batería, después vino un directo de J. Geils Band y el «Solo loco» de Willie Alexander and the Boom Boom Band, un tipo que sonaba a punk neoyorkino y del que nunca volví a oír hablar y que acabo de mirar en Google donde dice que formó parte de la Velvet, el caso es que tenía un batera con sonido increíble y unos temas lentos como Gin que me era imposible tocar sin acelerarme.

Pero mi favorito durante años fue «Nuggets». Es un disco con grandes canciones tocadas en su mayoría por chavales de 20 años con poquita técnica pero ideas geniales. Me encantaban los platos del ‘You Gonna Miss Me’; como entraba de forma la gradual el beat del ‘Dirty Water’; el groove machacón a lo Motown de ‘Night Time’; el órgano Farfisa y el bajo de ‘Respect’; el más dylan que Dylan de ‘A Public Execution’; la tierna historia que cuentan Los Barbarians en ‘Moulty’ de un adolescente que perdió su mano en un accidente pero ganó unos amigos, y terminó siendo el baterista de la banda. Cada tema del disco tiene su propio encanto peculiar y una energía diferente a los otros. Es una gran recopilación.

Un disco que en mi adolescencia intenté copiar golpe por golpe y que no lo conseguí jamás. Esta repleto de imperfecciones maravillosas y de un entusiasmo emocionante. Eran los peores grupos con las mejores canciones. Para nosotros, los Fallen Idols, suponían una inyección de moral supongo que porque de alguna forma nos veíamos reflejados en esas bandas y en ese sonido de garaje.

En el año 84, Kike Turmix se enteró de que en Valladolid había una banda que tocaba versiones de los 13 Floor Elevators y enseguida se hizo nuestro manager y nos consiguió un concierto en el Florida Park con Los Enemigos, y otro en el Rock-Ola, donde los punkys y los mods nos gritaban “yankis”, “americanizantes” y cosas por el estilo. El punk inglés era la moda y los sonidos americanos todavía no habían cuajado en Malasaña.

El garaje como estilo es un entretenimiento glorioso que consiste en juntarse cuatro amigos con instrumentos baratos en cualquier garaje e intentar imitar a sus ídolos con muchas más ganas e ideas que habilidades instrumentales. Es sin lugar a dudas una de las cosas más divertidas que puede hacer un adolescente con la ropa puesta.

Igual que el blues ofrece al músico la máxima expresión emotiva con la mínina complicación armónica. El garaje ofrece la máxima libertad creativa con el mínimo de técnica. E incluso se puede prescindir de la rabia del punk en favor de un mayor rango de registros y sonoridades.

Anterior entrega de Punto de partida: Marcos Casal (La Sonrisa de Julia) y Police.

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