Punto de partida: Javier M. Alcaraz y Manu Chao

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«Me gusta porque es un álbum de desarraigo, su impacto me llegó justo en el momento en el que salí de casa para vivir solo a muchos kilómetros de distancia»

 

Conocido como «el Chayi» al frente desde hace años de la web musical RockSesión y autor de una de las más recientes joyas de la literatura rock —el libro Poesía básica. Exrechinato y Tú ensancha el ama, editado por Efe Eme—, el periodista musical almeriense, Javier M. Alcaraz, no agota las emociones y las palabras para seguir comentando discos. Esta vez, sin embargo, se trata de un álbum muy especial: el que le cambió la vida, el que a día de hoy continúa como un imprescindible de su imaginario discográfico; y es ese no es otro que el debut de Manu Chao, Clandestino.

 

Manu Chao
Clandestino
EMI, 1998

 

Texto: JAVIER M. ALCARAZ/ EFE EME.

 

Para comprender la pasión y vocación de Javier M. Alcaraz por la música, hay que remontarse a los inicios de su vida. «He tenido la suerte de vivir en un hogar donde la escucha de música iba mucho más allá de un acto de entretenimiento y con la suerte de que cada uno tenía inquietudes distintas. Siendo yo el pequeño de la casa, me empapé de todas ellas. Mi padre, con un conocimiento brutal del flamenco; mi madre, con la corte de autor que iba desde Leonard Cohen a La Mandrágora y toda la canción francesa; mi hermano, con el punto más rockero de Bruce Springsteen, 091 o Siniestro Total; mi hermana, con el pop de Hombres G o Duncan Dhu», relata. Con toda esta fuente de influencias e inspiraciones que, poco a poco, se fue convirtiendo en un bagaje musical propio, no es de extrañar que a Javier le haya resultado un tanto complicada la tarea de escoger un disco, solo uno, que sea fundamental para él: «Me ha costado de manera considerable elegir este “punto de partida”, porque siempre me he acercado de manera muy pasional a los discos (como creo que se nota en toda mi carrera profesional como crítico y periodista, la verdad). Mis primeras cintas “elegidas” para mi uso y disfrute fueron Camino Soria, de Gabinete Caligari, y Bad, de Michael Jackson. Mi primer cedé fue Made in England, de Elton John. Claro, después llegaría todo el rock duro y transgresivo de Extremoduro, Platero, Rosendo y compañía pero, si tuviera que hacer una lista de discos disruptivos en mi vida, creo que siempre estaría en esa lista Clandestino, de Manu Chao», confiesa.

Él mismo nos relata cómo llegó hasta él: «El disco lo conocí de forma coetánea a su publicación, en unos tiempos en los que en la mayor parte de locales nocturnos todavía era mayoritario escuchar buena música. Me hice con él al poco de su salida, que coincidió prácticamente con mi entrada en primer curso de Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. En Almería podía pasar la tarde entera en la tienda Tipo que había por entonces, pero, para mí, tener al alcance la Fnac de Sol con 18 años recién cumplidos, y en pleno estallido de mi devoción por descubrir y descubrir del presente y del pasado, fue una pequeña revolución que me marcó para siempre».

Pero donde realmente se explaya Alcaraz es describiendo por qué el debut de Manu Chao le marcó para siempre, por qué este disco es un incunable en su vida; y, como experto en poner palabras a la música y a las canciones, aquí lo hace de nuevo, pero más a tumba abierta más que nunca: «Me gusta, ante todo, porque es un álbum de desarraigo y me marcó muchísimo por eso; porque su impacto me llegó justo en el momento en que salí de casa para vivir solo a muchos kilómetros de distancia. Me sentí muy identificado con esa sensación de soledad tan profunda que tiene porque, aquel primer año, fue para mí bastante duro. El disco me ayudó a canalizar cierta pena, me cambió no ya la forma de ver el mundo, sino de sentirlo. Rezuma tristeza, tanto de exilio exterior (las duales “Clandestino” – “Desaparecido”, con frases lapidarias), como de exilio interior (la propia “Desaparecido”, “Día luna… Día pena” o “La despedida”). También tanta pena por la vida oprimida y por un mundo cruel, pero que aún tiene fuerzas para intentar bailar entre la desesperación, como en “Lágrima de oro”, “Malegría”, “Luna y sol” (es imposible que canciones bailables suenen más tristes) o la manonegra “Bongo bong”, que utiliza los mismos samplers para enlazar con la francesa “Je net’aimeplus”, otra joya inolvidable.

Ese es otro valor en firme de Clandestino. Las canciones se enlazan con naturalidad, los ritmos y sonidos se multiplican constantemente por el disco, repartiendo por el metraje un carácter unitario. Como si fuera el capítulo del Ulises de James Joyce, en el que Molly Bloom realiza su monólogo interior y vuelve constantemente a pensamientos ya pronunciados, presentándose en primera línea, aunque la razón discursiva (melódica en el álbum) ya sea otra, aunque parezcan fuera de lugar. Son la unidad de pensamiento y sentimiento que se trasladan aquí en música, como un continuo, como un viaje. Esa sensación nómada es también interior y exterior. Está muy presente en canciones como “Por el suelo”, sobre la opresión social; la infravalorada, pero intensa, “La vie a 2” en un francés visceral, con marcado carácter argelino o, por supuesto, “El viento”, con ese «por la carretera» que convertirá en aquelarre ska en sus directos posteriores.

El nihilismo intensivo de “Mentira”, la fragilidad congénita de “Mama call” o la nana “Minha galera” y la revisión fronteriza de “Welcometo Tijuana” completan estos cuarenta y cinco minutos que fueron una sacudida personal aquel año. Pero ya digo, como muchos otros discos de entonces, donde también “picaron”, y mucho, La memoria de los peces, de Ismael Serrano; Arena en los bolsillos, de Manolo García; 19 días y 500 noches, de Sabina; Pequeño cabaret ambulante, de Bunbury o, más adelante, El salmón, de Calamaro. Y siempre con la senda transgresiva de Robe e Iñaki en Extremoduro, y en Extrechinato y Tú con Fito, claro; que ese disco bien merecía un libro [risas]. Todos ellos en un discman que me acompañaba a todas partes, especialmente cuando iba a la estación de Méndez Álvaro a comprar billetes de ida y vuelta a casa, y en esas siete horas de autobús».

En realidad, poco más se puede añadir tras este profundo análisis personal y profesional de Javier; además, tampoco debe ser sencillo concluir si este Clandestino es el mejor disco de Manu Chao. Él, sin embargo, se muestra justo y rotundo una vez más: «Posiblemente, Manu haya hecho otras grandes canciones, pero es evidente que ningún otro disco, como concepto global, ha llegado a los niveles de Clandestino. Tampoco voy a decir, como hizo Bunbury en Lo Más Plus, en su día, que el segundo disco fuera «una pena»; pero sí tenía temas gustosos como “Mr. Bobby”, “La Primavera” o “Denia” y su directo siempre ha sido bestial. Como álbum, mi segundo preferido de su carrera, sin duda, es Sibérie m’était contéee. Una joya semidesconocida, donde conecta con la canción francesa a su manera, con un minimalismo parecido a lo que hizo, por ejemplo, Albert Pla con Pascal Comelade en Somiatruites».

Clandestino, el álbum con el que Manu Chao aterrizó en la escena musical, y en la vida de muchos, para quedarse. El álbum que Javier M. Alcaraz ha elegido como tótem de su rutina, y de su crecimiento vital y creativo, y sobre el que concluye: «Ya sabéis cómo es esta profesión, que “te exige” estar pendiente de los lanzamientos; en mi caso, para escribir de ellos en mi web www.RockSesion.com. A eso hay que sumar también las investigaciones temáticas o retrospectivas para seguir aprendiendo y descubriendo, pero cuando me permito “regresos a lo conocido”, sin duda, Clandestino siempre está cerca».

Anterior Punto de Partida: Travis Birds y ABBA.

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