Prado Negro: «Cada vez tengo menos miedo y eso no sé dónde me va a llevar»

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«Tengo toda mi fe en la literatura y en la poesía. Es posible un mundo mejor a partir de ahí»

 

Soleá Morente se une a Jaime Beltrán, José Bonaparte, Rocío Morales y Mario Fernández «Mafo» en Prado Negro, un proyecto en el que la pequeña de los Morente y los músicos de Napoleón Solo y Pájaro Jack reivindican la literatura como principal fuente de inspiración. Eduardo Tébar habla con ellos.

 

Texto: EDUARDO TÉBAR.
Foto: AITANA MARCH.

 

Soleá Morente tuvo buenos profesores en la carrera de Filología Hispánica en Granada. Luis García Montero le impartió Federico García Lorca y la Generación del 27. El desaparecido Juan Carlos Rodríguez le enseñó los entresijos de la obra de Cervantes. En aquellos tiempos universitarios le marcó mucho La Celestina y se metió a fondo en poetas como Miguel Hernández, a quien su padre dedicó un disco pionero en 1971. El interés por la literatura lo respiró en casa desde niña: no había cumplido diez años cuando grabó coros para el Omega.

Que Soleá acabaría cantando poemas lo sabía toda Graná. Solo era cuestión de hacerlo con los aliados perfectos. Y los halló: José Ubago, Jaime Beltrán, Mafo Fernández y Rocío Morales. O sea, una conjunción de partes de Napoleón Solo y Pájaro Jack. «Son ya como mis hermanos», apunta Morente, arrinconada en una cafetería céntrica en hora punta, con un entusiasmo alboreo. De sus lecturas, inquietudes y filias culturales, vertidas y unificadas en un grupo de WhatsApp, surge Prado Negro. Una banda cuyo primer acierto consiste, precisamente, en huir del sonido arquetípico de banda.

Su búsqueda de la naturalidad expresiva resulta consecuente con el tamaño de su debut: siete canciones como siete camafeos en poco más de 23 minutos. Así, Las mimbres se desarrolla a partir de textos de Luis Cernuda, José Ángel Valente, Josefina de la Torre, María Zambrano o el mismo García Montero. Un colchón lírico poco trillado y nada previsible. Con Soleá al frente, que conjuga la seda y la arruga aflamencada. Y unos compañeros inspiradísimos, trenzando detalles y matices que suenan a la vez populares y vanguardistas, atemporales y contemporáneos.

 

Prado Negro, el nombre del paraje granadino, tiene eco poético.
Soleá Morente: Lo sugirió Jaime Beltrán, que tiene bastante relación con Prado Negro porque cuando era muy boy scout iba mucho por esa zona. Además, su estudio, La Resinera, está situado cerca de Prado Negro, cerca del Pantano de los Bermejales. En cierto modo, el disco se ha nutrido de toda esa inspiración, de esa naturaleza, en esa localización.
José Ubago: Es poético, sugerente. Transmite una atmósfera oscura y a la vez natural. Jaime tenía la idea de poner el nombre de Prado Negro a un proyecto desde hace años.

 

Granada es una ciudad de poetas. Y tu padre, Soleá, era un gran lector.
Soleá Morente: Por ahí me viene, desde chiquitita. En casa siempre ha habido libros de poesía. Mi padre nos hablaba tanto de Federico, lo cantaba y lo leía tanto, que llegué a pensar que Federico era un familiar nuestro. Y me ha ocurrido con muchos poetas. De pequeña escuchaba a mi padre interpretar a Alberti, a Miguel Hernández o a María Zambrano. Ahí empezó mi vinculación con la literatura. Luego, mi padre me animó a matricularme en Filología. Nos lo pasábamos muy bien leyendo juntos, buscando cosas en común. Yo le aportaba textos. Era una relación muy guay a través de la literatura.

 

Es curioso: debutaste, tanto con Los Evangelistas como en solitario, cantando a los dos hermanos Machado.
Soleá Morente: Sí, sí. Y la adaptación de mi primer disco está inspirada en las bulerías de mi padre “Yo escucho los cantos”, de las que se ocupó de una manera genial el maestro Antonio Arias. Es una de las más bonitas, ¿verdad? A ver si la recuperamos.

 

También trabajas con Paco Ibáñez, que instauró hace medio siglo el canon de lo que es cantar a poetas en este país.
Soleá Morente: Estoy haciendo un disco con él sobre canciones suyas. De vez en cuando voy a Barcelona, cuando él descansa un poco. Está siempre a tope. Tiene más energía que todos nosotros juntos. Vive entre París y Barcelona. Cada vez que viene, voy a verle y avanzamos en el trabajo juntos. Las canciones de Paco me han acompañado siempre porque son alimento para el alma. Lo que nosotros hacemos en Prado Negro podría decirse que es un poco seguir esa herencia, pero adaptada a la música actual. Entre nuestras influencias, por supuesto, está Paco Ibáñez.

 

La selección de poetas de Prado Negro no es nada tópica.
Soleá Morente: El criterio de selección de los temas ha sido muy natural. Nos hemos ido encontrando con poemas que nos han ido sorprendiendo y emocionando. Y recuerdo que todo empezó con “Se tú mi límite”, de José Ángel Valente, cuya obra admiro muchísimo. Isidro Sanlúcar me regaló un libro de Valente y me encontré con ese poema. Fue hace unos seis años. Pensé que me encantaría ponerle música algún día. La filosofía y la poesía de Valente aportan un punto de vista muy, muy interesante, que alivia mucho al leerlo. «Retenme, se tú mi límite»… Parece que hay una idea de no libertad, pero es todo lo contrario: lo que te está diciendo es que en realidad el límite eres tú mismo. Su manera de explicarlo es original y sorprendente. Valente es inagotable. Podríamos hacer un Prado Negro solo de Valente.
José Ubago: “Canción para franquear la sombra” también incluye fragmentos de varios poemas de Valente, como “Oda a la soledad”, y un guiño a Rosalía de Castro.

 

 

Y después de Valente…
Soleá Morente: Tropecé con el poema de Josefina de la Torre. A la hora de seleccionar poemas, no he seguido género o generación. Simplemente, me han ido llegando. Pero llegó un punto en que busqué a mis compañeros e hicimos un grupo de WhatsApp, para ir mandando textos y ver si ellos me podían ayudar a ponerles música. Además, ellos también han aportado poemas. Por ejemplo, “No decía palabras”, de Cernuda, lo propuso Jaime. Se habló de Pizarnik, cayó en mis manos una antología de la Generación Beat… Cuando tengo un poema que me gusta, le hago una captura y va al grupo. Entonces, decidimos por dónde podemos tirar.

 

Saltos al vacío

La etapa de Ole lorelei, acompañada por Napoleón Solo, ha sido clave en tu desenvoltura en el escenario y para dar varios giros de tuerca al pop flamenco.
Soleá Morente: Estoy muy orgullosa de que sean mis amigos. Admiro mucho tanto a Napoleón Solo como a Pájaro Jack. Hacer música con ellos ha sido determinante en mi carrera. Mi relación al principio fue con Pájaro Jack, en mi primer disco, cuando musicamos dos canciones escritas por La Bien Querida: “Nochecita sajuanera” y “Vampiro”. Luego vino la aventura de Ole lorelei con Alonso Díaz y Napoleón Solo. Ha sido una experiencia fundamental. Creo que sin este trabajo sería otra persona. Trabajar con Alonso ha sido, a nivel de creación, un antes y un después; una de las mejores cosas que me han pasado en la vida. En Prado Negro, José o Rocío Morales son fundamentales para mí, como una extremidad, un brazo, una pierna o un ojo. Los necesito, los quiero muchísimo. Me ha aportado cosas maravillosas haber conocido a Pájaro Jack y a Napoleón Solo. Y Ole lorelei determinó mi carrera, mi vida personal, porque me entrego a muerte y he aprendido a sacar un sonido nuevo que antes no había experimentado en directo. Este disco fue adquiriendo vida propia. Intento definirme y entenderme mejor. Me gusta estar abierta. Cada vez tengo menos miedo y eso no sé dónde me va a llevar. Me tiro un poco al vacío porque quiero aprender cosas y saber qué pasa ahí.

 

¿Temes que una aventura tan especial como Prado Negro quede eclipsada al solaparse con tu inminente nuevo álbum, Lo que te falta?
Soleá Morente: Al principio dudé. No sabía muy bien si era una buena idea afrontar dos proyectos en un mismo año. Pero luego pensé, ¿por qué no? ¿Por qué se tienen que hacer las cosas según los cánones convencionales? Llevo unos meses muy ajetreados. Mi amiga Tania, que trabaja conmigo, se está volviendo un poco loca, pero estoy muy contenta.

 

Por cierto, has fichado por Elefant, sello indie por excelencia.
Soleá Morente: Me hace mucha ilusión estar en el mismo sello que La Bien Querida o mis adorados Axolotes Mexicanos. Creo que todo lo que hacen está muy bien hecho. Tienen un criterio excelente. Y Luis y Montse son personas encantadoras. Al mes de estar trabajando con ellos parecía que los conocía de toda la vida.

 

Y desde Prado Negro habéis creado una etiqueta discográfica bicéfala, Bumbac.
José Ubago: Jaime Beltrán creó el sello pensando en sacar nuestro propio trabajo, su proyecto en solitario y el mío. Se implicaron Rocío Morales y Marina, la pareja de Jaime. Fue una invención de los cuatro. Al final, hemos hecho una especie de bifurcación. Una parte del sello se llama Bumbac Lab, porque tiene más que ver con la electrónica y sonidos más vanguardistas, por así decirlo. Y la otra parte es Bumbac Music, destinada a Prado Negro y a otros proyectos que tienen cabida, como un single que he preparado con Cathy Claret.

 

Diálogo

 En lo musical, nada se percibe forzado en Prado Negro. Lo tradicional y lo moderno reposan con equilibrio.
José Ubago: Digamos que una parte representa lo antiguo, lo más popular, y otra se apoya en la vanguardia y la electrónica, como “Europa”. Priman las estructuras clásicas, pero sin la urgencia de buscar un single. Ha sido un trabajo tranquilo de casi dos años en el estudio que ha dado sus frutos en estas siete canciones.

 

“Europa” la compuso para vosotros Luis García Montero. Es la única gestada con proceso inverso: se inspiró en vuestras pautas musicales. Y es, digamos, la más recitada y la más cantada.
José Ubago: Sí, el proceso fue al revés. Yo me limité a hacer el arpegio. La única melodía la hizo Soleá.
Soleá Morente: Luis García Montero ha tenido la generosidad de prestar su atención y su cariño, como siempre que acudimos a él. Escuchó lo que le mandamos y nos respondió con un poema magistral. Tiene muchas lecturas. Lo interpreto como esa necesidad de sentarnos y hablar unos con otros, de dialogar acerca de lo banal y de las cosas profundamente importantes. El diálogo, la sinceridad y el afecto son necesarios. Vivimos muy aislados, con un estrés increíble. A veces nos olvidamos de las cosas importantes, que son las más pequeñas, y hay que hablar de ellas. Así lo entendí yo. «Avivemos la hoguera que se apaga»…
José Ubago: También quiero verlo como un mensaje de paz. Si hacemos una lectura de la historia, vemos situaciones que no son lógicas: hambre, guerra, desigualdades… El poema viene a decir que por lo menos lo sabemos, aunque no tengamos la solución.

 

Resulta paradójico que un proyecto vertebrado sobre poemas arranque con uno titulado “No decía palabras”.
Soleá Morente: Jaime Beltrán tenía claro que había que empezar así, con Cernuda. Es un poema que suena a comienzo porque está todo dicho. No se puede escribir mejor. No se puede decir tanto con menos palabras. Te hace reflexionar y cuestionarte muchas cosas. Tengo toda mi fe en la literatura y en la poesía. Es posible un mundo mejor a partir de ahí.

 

«La oscuridad es necesaria para ver la luz. Y el silencio es necesario para que surja la palabra»

 

Y reivindicáis a Josefina de la Torre, otra de tantas mujeres ocultas en el relato oficial de las letras. La generación de Las Sinsombrero.
Soleá Morente: Ese poema, “En el alto balcón”, lo descubrí en la facultad. Y qué me estaría pasando para verme tan identificada en lo que cuenta Josefina de una manera tan bella, con tanta sensibilidad, con esas imágenes… Es muy sensible y, a la vez, tiene una fuerza sobrenatural. Y ocurrió algo insólito. Vino Estrella a mi casa, se sentó al piano y empezó a cantar el poema de Josefina. Lo alucinante es que mi hermana aún no había podido escuchar el disco de Prado Negro. Ahora estoy leyendo los diarios de Jean Cocteau para La bella y la bestia. Dice que la forma en que el tiempo ordena las cosas que suceden es un enigma. La mejor manera de afrontar ese enigma de la vida es a través del arte y la música.
José Ubago: Es impresionante. Una conexión que sobrepasa todos los límites.

 

“Lenguas de fuego” es una suerte de pasodoble electrónico.
Soleá Morente: La música es de José. Esta canción es un amor. Me encontré el poema en mi casa. Un amigo de mi padre, Manuel Centeno, solía mandarnos poemas. Cuando murió mi padre, empezó a mandármelos a mí. “Lenguas de fuego” me encandiló y le pasé el recorte al grupo. El ritmo popular ya estaba ahí. A José, por su mechón en el pelo, le llamamos Lengua de Fuego. Creemos que es de Bergamín.
José Ubago: Dejamos que el propio texto determinara la estructura de forma natural…

 

Y los Morente volvéis a difundir la faceta poética de María Zambrano, aquí en “La nada”. Tu padre grabó en colaboración con Pat Metheny aquella maravilla que fue “Generalife”.
Soleá Morente: Es otro poema con el que me sentí identificada. Invita a la introspección y al encuentro con uno mismo. «Perdida entre mí misma, no puedo buscar nada». ¿De verdad es que no hay nada? María Zambrano se cuestiona la existencia y luego tiene una parte luminosa: «Mira en tu pupila misma dentro, la carga vacía de un corazón sin mancha. Ojos y oídos son ventanas»… Es necesario tocar fondo y llegar a la noche oscura de la que habla San Juan de la Cruz. La oscuridad es necesaria para ver la luz. Y el silencio es necesario para que surja la palabra. Todo ese proceso está en la poesía de María Zambrano.

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