Post punk, el sonido de la conciencia y el desencanto

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«La rabia se había transformado en alienación y el nihilismo en la doctrina a seguir. Mientras el punk había sonado a “que te jodan”, con el post punk se reconocía “estar jodido”»

 

El final del punk convirtió los ritmos rápidos en atmósferas densas, las guitarras cedieron su protagonismo al bajo, y los gritos de euforia pasaron a ser voces de barítono que cantaban a la decadencia.

 

Texto: SARA MORALES.

 

El inconformismo del movimiento punk había sacudido al mundo. Un ejército de jóvenes reaccionarios se había sublevado contra el sistema establecido, lanzándose a las calles para reivindicar una personalidad propia. Estallido callejero de guitarras frenéticas, vaqueros rasgados, cabezas rapadas y multicolor que desafiaban al orden conservador y clasista imperante en la sociedad de aquellos años. La insatisfacción, la rebeldía, la ruptura con lo convencional y la búsqueda de fórmulas alternativas fueron las bases de esta filosofía suburbana que encontró en la música su forma de expresión.

Haciendo alarde de su dotes amateur e independientes, sin medios a sus espaldas, y bajo el histórico emblema del “Do it yourself”, las bandas punk pusieron en jaque a los gigantes mediáticos y discográficos del momento que solo apostaban por los clásicos del pop y del rock. Con un sonido directo y abrasivo, salido de tres notas sencillas, tempos acelerados y mensajes furiosos, el punk consiguió no sólo revolucionar el panorama cultural de aquel momento, sino marcar un antes y un después en la historia de la música.

Aquella escena viva y ardiente cobró forma gracias a decenas de bandas que llenaban las noches de CBGB en Nueva York y de la mítica Denmark Street en Londres. Liderada por grupos como The Clash, The Damned o The Jam en Reino Unido o los Ramones, Television y New York Dolls en EE.UU -por citar unos cuantos sin caer en los sintéticos Sex Pistols-, se consolidó como el comienzo de una era que influiría, hasta hoy, en el sonido y la forma de entender el mundo.

Sin embargo, aquella convulsión social y artística llegaba a su fin en 1978. La brutal eclosión cultural que había generado el movimiento punk comenzaba a autodestruirse llegando también el desasosiego. Como en cada fin de fiesta, tras el éxtasis alcanzado invadió el malestar y la resaca; una vuelta a la realidad, a la crudeza diaria, a la desidia, y a la decepción. Los ritmos rápidos desaceleraron hasta convertirse en atmósferas densas. Las guitarras cedieron su protagonismo al bajo, y los gritos de euforia pasaron a ser voces de barítono que cantaban a la decadencia.

Era finales de los 70 en Inglaterra. Había nacido el Post Punk.

 

 

Los creadores de esta nueva corriente musical, ética y estética fueron, en buena parte, continuadores del legado de sus antecesores, sobre todo en la utilización de técnicas musicales poco sofisticadas; aunque sí optaron por unas melodías más elaboradas: frecuencias post-apocalípticas, sintetizadores, baterías programadas y letras abatidas que hablaban de incomprensión. La rabia se había transformado en alienación y el nihilismo en la doctrina a seguir. Mientras el punk había sonado a “que te jodan”, con el post punk se reconocía “estar jodido”.

Una nueva oleada de bandas, surgidas en el Reino Unido de Margaret Thatcher, fue la encargada de dar forma a este sinsentido existencialista: Siouxsie & The Banshees, Adam & The Ants, Gang of Four, Nick Cave y Peter Murphy con Bauhaus. También los Buzzcocks, Echo & The Bunnymen, Cabaret Voltaire, Durruti Column y Killing Joke, entre otros muchos. Pero fue en Manchester, una de las cunas de este movimiento, donde se gestó la primera propuesta que se atrevió a teñir la música de oscuridad: Joy Division. El grupo liderado por Ian Curtis, alma enigmática y atormentada, fue el pionero en esa conversión de la depresión en poesía. Prueba de ello, sus dos únicos discos publicados: «Unknown pleasures» (1979) y «Closer» (1980), fiel reflejo conceptual y sonoro de la verdadera esencia del post punk, que también tuvo su representación en España con Parálisis Permanente al frente y bandas como Décima Víctima o Derribos Arias.

 

La inevitable vena “dark” que, en cierto modo, acompañó siempre a esta tendencia musical serviría de antecedente al estilo gótico, pseudo siniestro y al deathrock, que llegarían unos años después. Y con el uso de los primeros sintes, el post punk asentaría las bases de lo que hoy conocemos como rock alternativo con The Cure como máximo exponente en esta transición.

 

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EL POST PUNK HOY

Ya a principios del siglo XXI, casi cuatro décadas después del nacimiento del post punk, unas cuantas bandas se empeñaron en rescatar del pasado aquellos sonidos decadentes para devolverlos al presente. Interpol, Editors y The National son sólo algunos ejemplos de esta corriente que se bautizó como post punk revival y que ha azotado buena parte de Europa hasta nuestros días: Holograms, Makthaverskan o Agent Side Grinder en Suecia, Magnolia Shoals en Dinamarca, Motorama en Rusia, Juventud Juché en España…

Una nueva escena que revive los preceptos de aquella época, y que comenzó a renacer, casualmente o no, tras la caída de las Torres Gemelas. Para entonces, el mundo volvía a cambiar y la conciencia social se tornaba más evidente y activa que nunca. La música fue como siempre uno de los canales de evasión y el Post Punk aunque reinventado, una vez más, el lenguaje.

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