Por la magia, de Manuel Moreno

Autor:

LIBROS

«Es una novela de cohesión, de exaltación de la amistad y de reclusiones»

 

Manuel Moreno
Por la magia
Libros Walden, 2022

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Para varias lecturas da la primera novela del madrileño Manuel Moreno. Tanto se puede leer como crónica de una época, enfocarla como novela juvenil o trazar puentes con el relato sentimental que alberga. Son estos los tres puntales que sostienen el andamiaje de lo que se ha dado en llamar novela de iniciación, género al que se adscribe de inmediato el relato de Moreno, y que consiste en coger a unos chavales en su niñez y abandonarlos cuando su visión del mundo es ya otra. Esto se puede hacer mal o bien, en el caso del novelista madrileño el envite le ha hecho ganar la apuesta con una muy buena nota.

Narrada en primera persona por Martín –sin la mirada del propio narrador no hay iniciación que valga–, realmente no es este su protagonista. Se trata de una narración grupal en el doble sentido, recrea el espíritu de un momento, pero a la vez es la historia de un conjunto musical: Los Perdidos. Su prehistoria transcurre en un pueblo castellano en el que veranean Martín y Álex, que se convierten en un trío aventurero tras la incorporación de un vecino un tanto mayor, Nico. La primera epifanía se da una tarde que le daban al juego en un puente alejado del pueblo. En la radio que siempre llevan empieza a sonar Nirvana y el mundo se para junto a sus corazones: hay otro lado en la vida. Ese es el que anhelan descubrir, sin llegar a conseguirlo nunca.

Siguen a este descubrimiento todas las trapisondas del mundo, que tan bien conocen los que hayan veraneado en un pueblo y que no son más que la preparación de la verdadera hazaña: entrar en la casa de las Beatas, que conseguirán invadir el segundo año de su amistad.

Se trata de una construcción apartada del pueblo, la antigua casa de un empresario, en la que habita un único residente, que nunca la abandona y al que, en el pueblo, llaman el maricón. Un día ven salir por las puertas de la verja a una chica en bicicleta que, cada día, la abandona únicamente para comprar el pan. Ya tenemos a nuestros cinco protagonistas. Ya tenemos una época: 1991. Bueno, esto según el calendario gregoriano, porque en el pueblo se seguía viviendo como en 1950: baño construido en el patio y orinal bajo las camas. Ya tenemos, en fin, los factores para que, a partir de ahora, los chicos comiencen a descubrir el mundo.

Federico, el único residente, vive ahora con su sobrina. Va a ser el mentor de la pandilla, puesto que la casa está plagada de libros, revistas y discos de aquellos tiempos en los que Federico era un reconocido crítico musical y vivió la excitación que se inició en España en los últimos años setenta. Emigrado a París, al volver se encuentra con bares, conciertos o discos que parecen haber salido de la nada. Él acude a todo, escribe en Star o Vibraciones. Cuando empieza a notar que esa excitación acaba, decide instalarse en la casa del pueblo, entre las ruinas de su inteligencia.

Este es el motor de arranque. Poner la primera significa que los cuatro amigos forman un grupo. El resto de la novela desarrolla el auge y caída de Los Perdidos, desde sus primeros ensayos, maquetas y conciertos hasta la marcha de Álex, su ruptura, pasando por la consagración en el Olimpo de los grupos españoles. Aparecen en este camino salidas por Malasaña, salas como el Sidecar o Maravillas, grupos como Patrullero Mancuso, sellos como Alehop o fanzines como Noise Club o Bang! La cara escondida de los años noventa, que en ocasiones sacaba su cabeza en las listas de los mejores del año o en Los 40.

Son estas páginas las más directamente costumbristas, el autor conoce sobradamente este mundo y lo sabe reflejar con acierto. Sin embargo, las páginas más literarias, aquellas es las que los personajes se crecen, surgen en la segunda parte, cuando cada uno de los componentes del grupo se va desgajando de sus ligazones musicales.

Emerge con ello el misterio, aparecen dosis de novela policiaca, se destapa la egolatría de Nico, se va deslizando una preciosa historia de amor sin amor entre Martín y Lidia, y aparece una extraña reedición de un grupo perdido de los ochenta. Esta cassette, que parece venir de la nada, les lleva a reencontrar a Álex, que actúa como Brian Wilson o Syd Barrett, pero con una extraña lucidez. Es una novela de cohesión, de exaltación de la amistad y de reclusiones. La de Álex, la de Martín, que acaba viviendo en un pueblo del norte, y la de Federico, que bebe del manual de la gloria pasada desaparecida y que es perfectamente lúcido sin que deje de encontrarse en él algo misterioso, oculto. No está bien definido del todo, y sin embargo es el mejor trazado. Si en las primeras páginas del texto Manuel Moreno demuestra conocer bien el asunto, en las últimas demuestra ser un excelente narrador, con el punto justo de raza y de ternura que hace que muchas páginas tengan fuerza y sentimiento a la vez.

Anterior crítica de libros: Barcelona fantasma, de Ramón de España.

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