Popalina, de Carolina Otero & The Someone Elses

Autor:

DISCOS

«Magníficos estribillos agridulces que se instalan, con ánimo de perdurar, en tu corteza cerebral»

 

Carolina Otero & The Someone Elses
Popalina
NO ALOHA RECORDS, 2023

 

Texto: CÉSAR CAMPOY.

 

No existen fisuras en la obra creativa de Carolina Otero. A nivel textual, la valenciana es uno de los valores más seguros de su generación, como evidencia su extenso y reconocido legado escrito, coronado por el reciente libro Curso avanzado de perra, donde la poetisa sigue mostrándose irónica, cínica, afilada en su objetivo de rasgar en la piel del lector. Como era de prever, todo ese efusivo universo ha venido morando, con solvencia, en la dignísima discografía que atesora una artista que mima a sus criaturas (en todos los estadios del proceso), a partir de esa mixtura de insolencia y ternura que caracteriza una consistente producción (Give me your shoes, Benidorm, Diastema girls) en la que a uno le resulta harto complicado resistirse a dejarse llevar por esa salvaje sensibilidad mostrada por una compositora a la que siempre se ha relacionado con referentes como The Breeders o PJ Harvey.

Sí (y aquí enlazamos con el aspecto sonoro), Otero siempre ha nadado, rabiosamente encantadora, en las tumultuosas aguas de los noventa más recomendables. De ellos ha bebido, ansiosa, para ofrecer al respetable una pócima atrayente, hipnótica, repleta de pasajes en los que lo amenazante y lo luminoso han convivido sanamente, evolucionando, coherentemente, hasta este Popalina en el que, como su propio título avanza, los acordes hirientes acaban rebozándose en melodías, a priori, más amables; en magníficos estribillos agridulces que se instalan, con ánimo de perdurar, en tu corteza cerebral.

En muchos sentidos, este último trabajo enlaza con aquel Diastema girls; se convierte en su perfecta continuación. Además, también en él se plasma el tiento de Paco Loco, en la producción, y se constata el excelente estado de forma de The Someone Elses, el aguerrido trío de escuderos que acompaña a Carolina y que, pese a algunos cambios (la entrada del ya imprescindible Roberto Timón en lugar de José Montoro, a la batería), ejecuta con maestría (Nick Simpson, al bajo, y Dani Gurrea, a la guitarra) un repertorio tan sugestivo como homogéneo en el que (ya lo hizo, esporádicamente, con anterioridad), ahora, la cantante aparca el inglés para articular sus textos en castellano.

Intuimos que este giro poco tiene de casual. De hecho, ayuda, y mucho, a acceder con más comodidad a los entresijos sensoriales y líricos de la compositora. Y, la verdad, la cosa funciona. Sobre todo, si aquellas letras se mecen, de manera tan diáfana, en un columpio sonoro tan vigoroso. Esa debe de ser la razón por la cual uno queda prendado, desde el primer segundo, cuando se muestra, seductora, la guitarra de una ensoñadora “Íbex en flor”, piedra angular y epatante carta de presentación que anticipa, sin rodeos, todo aquello con lo que nos vamos a topar: riffs de efecto inmediato, límpida sección rítmica (esas traviesas líneas de bajo; el gusto de identificar, gratamente, los ataques del bombo), nítidas melodías que estallan sin avisar, estribillos que te abrazan sin remisión, el inconfundible y embriagador registro vocal de Carolina…

En Popalina, en definitiva, sí, hay algo de Veruca Salt, Pavement, Elastica, Weezer… pero, sobre todo, hay mucho de la Otero y los suyos, que son capaces de moverse, sin esfuerzos, del registro pizpireto de “Polaroid”, al pop nervioso de “Sé dónde vives”, pasando por ramalazos intensos como los de “Examigo”, himnos de esencia sesentera como los de “El nuevo Titanic” y besos de caramelo con sabor amargo como los de “Juego interprovincial” o “Isla de Esconde”. Cierra el disco, completando el círculo, “Casémonos, Archie”, una afortunadísima revisión del celestial “Archie, marry me”, de Alvvays.

Anterior crítica de discos: Habitación, de Nievla.

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