“Polvo de estrellas”, de Los Auténticos

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DISCOS

“Su música tiene bastante de los sesenta, tropieza un tanto con los dejes de CRAG y aterriza en las mismas pistas por las que transitaban Mamá o los Secretos”

 

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Los Auténticos
“Polvo de estrellas”
LEMURIA MUSIC

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Pablo Lacárcel, en la presentación del disco que recupera todas las composiciones grabadas por Los Auténticos –compartida con Juan Puchades, Jesús Ordovás y el propio Miguel Ángel Villanueva– da un pequeño varapalo a la industria. La tesis es que a la hora de hacer recopilaciones de grupos de su catálogo, el criterio es escoger unas cuantas canciones, primando más la recuperación del grupo para presumir de fondo de catálogo que su obra. Bien; si me permite el gestor de Lemuria Records le tomaré el testigo y crearé un nuevo frente: es que ni siquiera existen esas recopilaciones, si no, de qué iba a tener que tirarse cuatro años un chaval de 25 (Pablo, responsable de Lemuria) para sacar a la luz toda la producción del grupo de Castellón. Medítenlo un momento, una sola persona haciendo el trabajo que las compañías establecidas y con derechos sobre estas canciones no hacen. Con puntuales excepciones, no hay un departamento que se dedique a ordenar lo que poseen, ni siquiera lo saben, presumo, y así apuntalar si no ventas, si por lo menos prestigio, digamos cultural. Y seguramente no se les caerá la cara de vergüenza.

Pero no solo esto, es que la edición de un vinilo y tres cedés –hay la alternativa de un solo cedé con una selección de lo oficial– va acompañado de un libro; sí, un verdadero libro que recopila decenas de fotos, carteles, más decenas de recortes de revistas y fanzines que ofrecen una completa hemeroteca sobre el grupo, datos técnicos y la reproducción de carátulas, contraportadas y galletas de todas sus grabaciones. Grabaciones tan escuetas como un single, una casete donde recopilaron rarezas y dos maxisingles, el segundo de los cuales apareció bajo el nombre de Los Plomos. Más incluso, partituras, contratos de Rock-Ola, cartas de Greg Shaw, que quiso editarlos en su prestigioso sello, Bomp, sueño frustrado.

¿Y de la música, qué? Pues Los Auténticos ya estaban en el pequeño corazón de los aficionados con ‘La estrella’, una sublime introducción guitarrera, que después se convierte en riff, un mensaje de desolación y renovadas esperanzas y un final abrupto, tanto como una leve estela con que se cierra la letra. Era una canción que emocionaba entonces y hoy también emociona. Mensaje universal, que se llama. El resto, recoge la historia que el lector ha ido recorriendo en las páginas del libro. Está su primera maqueta con la directa ‘No me importa’, el single que iba a salir en el sello Xirivella y la posterior edición en Edigsa que compró el máster y cambió las voces, ensayos y directos, varias versiones de ‘La estrella’, las pruebas para Bomp –en inglés– y, por supuesto, todo lo editado oficialmente. Más de cincuenta canciones que, por si fuera poco, se acompañan de la actuación que ofrecieron para «Musical Express» y un vídeo grabado con ellos mismos con el viaje y el concierto en la sala El Sol.

Porque Los Auténticos actuaron un par de veces en este templo de la música de los años ochenta, y no es causal: eran pura y dura nueva ola. Al mismo nivel que las bandas que se movían por Madrid –quién sabe lo que pudiera haber sido si hubieran estado en el cogollo– y con la suprema energía y talento de esos grupos de segunda fila que superaban en bastante a los más conocidos, léase The Records o The Romantics en el ámbito anglosajón. Su música tiene bastante de los sesenta, tropieza un tanto con los dejes de CRAG –quizá sin saberlo ellos– y aterriza en las mismas pistas por las que transitaban Mamá o los Secretos. Ahí están el ritmillo boogie de ‘Cállate ya’ y los guitarrazos melódicos de ‘Esa foto del desván’ o la espléndida ‘Es un error’. Entre los directos, por destacar algunas, el enorme trabajo en la instrumentación de ‘Simplemente’ y en los ensayos la ligereza de ‘Naúfragos’, la raramente –para ellos– melancólica ‘Tirando piedras en un lago azul’ o la ironía ska de ‘La televisión’. Y sobre todo, un ramillete de canciones que pudieron ser tan grandes… ‘Me gustan todas’, ‘No me enseñaron a vivir’ y ‘Casualidad’ tenían madera de hit y con buena producción estarían a la cabeza del pop nacional de los ochenta. Irónicamente, tenemos que dar gracias de que fueran recogidas en un ensayo por una grabadora casera. De la época, no lo olviden.

Comenzábamos diciendo que es realmente sonrojante que las compañías establecidas que podían hacer este trabajo con más medios se desentiendan de ello. Pero casi es una suerte, porque en manos de Lemuria todo va a estar tratado con mucho más cariño, que es lo que requiere este tipo de recuperaciones. Gracias, pues al destino y a Pablo, que se han aliado para reescribir un capítulo y dejar la tinta y las canciones bien firmes.

 

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Anterior crítica de discos: “Heart Shaped Mountain”, de Ha Ha Tonka.

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