Pleamar, de Antonio Mercero

Autor:

LIBROS

«En la novela nada es lo que parece y nadie es lo que aparenta»

 

Antonio Mercero
Pleamar
ALFAGUARA, 2021

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

La primera escena impacta: las hermanas Müller —hijas de un cirujano plástico y una tertuliana de programas del corazón— aparecen en su vídeo semanal de los jueves maniatadas y amordazadas con trozos de cinta americana. A veces han publicado grabaciones con bromas —incluso pesadas— que prontamente han cortado, pero esto no lo parece. Darío Mur, divorciado y con una hija en clara fase de rebeldía adolescente, y la subinspectora Nieves González, en juicio y vigilancia por parte de asuntos internos debido a una denuncia por acoso —acoso contra ella, aclaremos—, son los encargados del caso. No parece, en esta ocasión, una broma macabra. Las hermanas parecen llorar de verdad, se agitan como animalillos para liberarse. El vídeo dura cinco segundos.

Su canal de una red social tiene millones de visitas. Cada jueves a las diez cuelgan un vídeo. Son lo que se llama influencers, es decir, personas a las que la democratización que supone internet ha convertido —por carisma o casualidad— en gestoras de la forma de vida de una gran parte de la sociedad. Ello supone fiestas, dinero y formas de canalización de la comunicación empresarial que darían miedo a los regímenes más totalitarios; porque dentro de un mundo colorista y plagado de glamour laten pasiones oscuras y un ambiente claustrofóbico. Ciertos las celebraciones de las influencers están llenas de luz por fuera, pero también llenas de oscuridades malévolas por dentro.

La novela es más trama que estilo. Así pues, lo que va sucediendo, los giros de guion, son los protagonistas, más incluso que esos personajes horadados de problemas. La acción no para, aún no has pasado tres páginas y la situación es completamente diferente. Leandra y Martina —de ahí el nombre del canal: Pleamar—, las dos hermanas, son el centro que une a los actantes a pesar de estar desaparecidas, primero por voluntad propia.

Si quisiéramos trazar alguna coordenada psicológica en esta acción constante sería la falsedad. En la novela nada es lo que parece y nadie es lo que aparenta. Lo que se dice esconde mucho más de lo que las simples palabras aclaran. Si a algo pudiera ser análogo el desarrollo de la narración, sería a una partida de ajedrez: piezas que se ponen en juego y desatan tormentas en el tablero, pero que después se retiran, reinas que se salvan en el último momento y una búsqueda del jaque mate final que viene de donde menos se espera. Una partida de ajedrez, como la vida.

Anterior crítica de libros: La mejor voluntad, de Jane Smiley.

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