Platero y Tú. Yo quiero rock and roll, de Javier M. Alcaraz

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«Repasa también la infancia y la adolescencia de los cuatro componentes, y crea con ello un contexto firme. Si se habla de un grupo musical, se ha de hablar de su barrio, de sus bares y de los detalles que dan vida al cuadro»

 

Javier M. Alcaraz
Platero y Tú.
Yo quiero rock and roll
EFE EME, 2025

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

En los años noventa del pasado siglo despuntaron en nuestro país una serie de grupos que elevaron el concepto de rock a guitarras potentes, percusiones martilleantes, diversión y letras que tenían un componente social —enfrentado al poder en cualquiera de sus ámbitos de actuación—, pero que no dejaba de lado la lírica. Eran grupos como Barricada y Extremoduro, que parecían conectar directamente con las agrupaciones de rock urbano de finales de los setenta, como Leño o Asfalto, y ser un segundo capítulo. Visto en perspectiva, los años ochenta parecían, para ellos, un intermedio molesto en el que solo se salvarían Los Enemigos. Platero y Tú pertenecen a esta estirpe noventera.

Javier M. Alcaraz, tras su libro —Poesía básica. Extrechinato y tú ensancha el alma (Efe Eme)— sobre el disco que alió la poesía de Manolo Chinato y la prestancia musical de Robe Iniesta (Extremoduro), Fito Cabrales e Iñaki Antón (Platero y Tú), dedica un volumen entero a estos últimos, bilbaínos trotamundos, excelentemente documentado y lleno de detalles y de profundidad.

Comienza a finales de 1989, momento en el que el rock y las guitarras parecen alinearse en la primera fila de la música underground. Si volviéramos a ese año, podríamos atisbar los primeros ensayos de cuatro amigos para llevar adelante sus canciones y ponerse nombre, como un juego con el libro en el que se basan para calificarse, que tiene un papel importante en su trayectoria y en el libro. Cuando llegan al estudio de Pamplona para grabar sus canciones no tienen nombre aún, ni les importa.

A partir de aquí, el autor tiene el buen tino de emplear un registro narrativo cuando la historia se presta a ello. Así, repasa la infancia y la adolescencia de los cuatro componentes y crea con ello un contexto firme. Si se habla de un grupo musical, se ha de hablar de su barrio y de cómo fluyen ahí sus historias personales, de sus bares y de los detalles que dan vida al cuadro. La de Iñaki y Juantxu Olano comienza en el embrión que supuso Ke (“humo” en euskera), que acogió, abandonando este nombre y sin tener un sustituto, a Fito, con andanzas más extensas por todas las geografías.

Está bien tratada la ilusión con la que vivían en sus inicios, su primera maqueta, Burrock’n roll, el primer videoclip y las ventas en garitos de todo tipo que el boca a boca hizo que ascendieran a la estratosfera. También se resuelve a la perfección la búsqueda de sello para su primer álbum, que les hizo recalar en uno de Barcelona que funcionaba principalmente como promotora y del que el grupo quedó descontento.

A partir de este momento, todo va más rodado. Su segundo elepé en DRO —que ahora es Warner— ya tiene más prestancia, y la relación con el resto de grupos hace que la escena se asiente en cimientos más sólidos y que se cree a la vez un público que, para todos ellos, cada vez va siendo más masivo.

El texto tira por este camino. Cada disco es analizado en sus canciones, sus detalles y las valoraciones del autor, a las que añade pequeñas guindas como la colaboración del maestro Reverendo. Gradualmente, en un genial crescendo narrativo, se describe cómo el grupo poco a poco se va reafirmando, hasta el momento en el que consiguen su primer disco de oro —más adelante llega a ser de platino— con Hay poco rock and roll, en 1994. Llega también con él la madurez en las canciones, poco antes del disco que es motivo del anterior libro de Alcaraz y de la gira conjunta con Extremoduro.

Los finales siempre son tristes, y con el tiempo se advierte que cada uno de los cuatro amigos empieza a tener mundos diferentes. Además, han crecido demasiado como grupo y los macrofestivales ya no les convencen, no es lo suyo. Por si fuera poco, Fito, comienza una carrera con los Fitipaldis, y todo ello hace que, casi sin sentirlo, el grupo desaparezca dejando, aunque sus componentes sigan en otras bandas (de las que asimismo se da noticia), huérfanos a sus seguidores. Tenemos, sí, por lo menos, este libro, del que disfrutarán, y mucho, no solo los fans de las bandas de Fito Cabrales, sino también todos los devotos del rock español de todas las épocas.

Anterior crítica de libros: Muerte privada, de Juan Carlos Galindo.

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