Pills ‘n’ thrills and bellyaches: la juerga más brillante de Happy Mondays

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TREINTA ANIVERSARIO

«Los Happy Mondays captaron y plasmaron como nadie el espíritu de su tiempo»

 

Fernando Ballesteros nos propone viajar hasta el Gran Mánchester de 1990 para encontrarnos con el tercer disco de los Happy Mondays, la cumbre de una banda asociada irremediablemente al sonido Madchester y a la diversión sin freno.

 

HAPPY MONDAYS
Pills ‘n’ thrills and bellyaches
FACTORY RECORDS, 1990 (reeditado por RHINO RECORDS en 2008)

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

Se han cumplido treinta años hace solo un par de meses. El 27 de mayo de 1990, en Spike Island, se escenificaba la presentación mundial de los Stone Roses como elegidos para liderar el pop mundial en los siguientes años. Aquel plan de dominación universal tenía sus lagunas y no terminó de salir bien, esa es la verdad. Los problemas legales con las discográficas y el retraso del lanzamiento de su siguiente disco provocaron que volvieran al mercado un lustro más tarde, cuando ya el mundo, incluida la prensa musical que les había encumbrado, estaba en otras cosas. El britpop, vaya. 

Pero ellos habían sido los señalados para ocupar el trono y la puesta en escena fue una rueda de prensa mundial y un concierto ya mítico, más por lo simbólico que por lo estrictamente musical, junto al río Mersey. Eran la punta de lanza del sonido que, desde Manchester, había trascendido la independencia para convertirse en lo más popular en el panorama del pop en las islas. Los Roses lo tenían todo: imagen, carisma y una colección de canciones diseminada en un sublime elepé, con un ramillete de singles que tiraba de espaldas. Ninguna pega con la elección, pues. Los autores de himnos como «Made of stone» parecían más que capacitados para enarbolar aquella bandera… pero si hubo un grupo que encarnó casi todos los rasgos de lo que se conoció como sonido Madchester ese fue Happy Mondays, la banda de Shaun Ryder.

Los Happy Mondays captaron y plasmaron como nadie el espíritu de su tiempo. Ellos se inscribían en el lado más bailable de aquella hornada de grupos. Tony Wilson, siempre atento a todo lo que se movía en el mundillo, lo vio claro: los Mondays iban a ser su grupo, iba a hacer de ellos algo grande, y para lograrlo pondría en liza todas sus tácticas, incluídas las heredadas del situacionismo y el ínclito Malcolm McLaren. Su sello, Factory, y el club The Hacienda, serían los vehículos que pondrían a los chicos en órbita. Shaun y Paul Ryder, Mark Day, Paul Davis y Gary Whelan, además de ese curioso personaje que bailaba en el escenario, llamado Bez, componían la alineación de estos locos que debutaron en formato grande en 1987 con un disco de título interminable, Squirrel and g-man twenty four hour party people plastic face carnt smile. El siguiente fue Bummed (analizado aquí), un salto cualitativo más que considerable. La máquina seguía avanzando, así que la próxima parada podía ser la definitiva.

 

Una relectura brillante (y mucho más que un buen single)

Ahora estamos en abril de 1990. Un mes antes de la puesta de largo de los Roses para el mundo, aparecía “Step on», el primer adelanto del que sería el mejor y más completo álbum de Happy Mondays: Pills ‘n’ thrills and bellyaches. El tema en cuestión era una versión de “He’s gonna step on you again” de John Kongos. La relectura era brillante: una base rítmica que marca la pauta y un piano arrollador que convirtió el single en otro clásico del grupo y su mayor éxito hasta ese momento. Pocas canciones pueden resumir mejor todo lo que transmitió aquella escena mancuniana. 

El elepé, vaya esto por delante, era mucho más que un single acertado y de éxito. El estribillo que se pega como el chicle de “God’s cop” es una buena muestra de que los riffs de guitarra podían convivir con la pista de baile y la fiesta continua de los Mondays. Aunque aquí manda lo que manda, y no hay que echar en saco roto que el productor era DJ Paul Oakenfold. Los efectos, los samples y mil detalles aquí y allá nos remiten a una escena house que apenas daba sus primeros pasos hacia lo masivo. 

Los amantes de los sonidos más clásicos tampoco tenían que emprender la huida, porque Pills escondía sonidos para ellos: “Kinky afro”, el título que anticipó y que abre el disco, rompe con una guitarra acústica y se convierte en un hit de los de Shaun Ryder con todas las de la ley. Esa canción, con guiños incluidos al pasado, lo tiene todo. Y ya que miran atrás, toman prestado de más de un sitio, y lo curioso es que lo hacen con mucha gracia. Hay que valer también para ello, y Happy Mondays sabían saquear con cierta clase.

 

Exprimir el presente

Más allá de los matices estilísticos, lo que domina en este conjunto de canciones y, por extensión, en toda la obra de la banda, es la pretensión de juerga sin fin. Porque, a la postre, eso eran los Happy Mondays de 1990: un grupo incapaz de tomarse en serio a si mismo y que atesoraba más talento del que ellos mismos pensaban. Fueron tan abanderados de Madchester que aquel nombre, la etiqueta, ya procedía de un epé del grupo. Su tercer disco, el que hoy nos ocupa, es también considerado por muchos como el testamento del movimiento. El final de los tiempos dorados, de aquella explosión que, en su caso, se reía del mundo, un mundo que daba bastante asco y al que el thatcherismo había conducido a los británicos. Ellos lo sufrían y su lucha la encauzaron despachando hedonismo, provocación y divirtiéndose. Futuro no sabemos si había, pero el presente lo iban a exprimir hasta la última gota. 

Lo cierto es que aquello fue breve, casi fugaz, y los que pudieron liderarlo todo perdieron la oportunidad. Los Roses, ya lo hemos dicho, vieron cómo pasaba su momento. Los Mondays no tuvieron tantos líos legales, de hecho, ni habían firmado con Factory documento alguno. Lo suyo fue algo aún más típico: la factura que se cobran los excesos. El episodio de la grabación de su siguiente elepé habla por sí solo y queda muy bien contado en 24 hours party people, una película que refleja las andanzas de Wilson al frente de Factory y The Hacienda y otra obra clave para entender todo aquello que toma su título de otro anterior de los Happy Mondays. 

 

«Este disco es también considerado por muchos como el testamento del movimiento Madchester»

 

Caída y divorcio del grupo

El caso es que, tras triunfar con su tercer álbum y girar por todo el mundo, el grupo se disponía a grabar su continuación dos años después. Para hacerlo se fueron a Barbados, entre otras cosas porque Wilson les quería alejar de las tentaciones. De aquellas sesiones saldría Yes please, un completo desastre, se mire por donde se mire. Shaun estaba enganchado a la heroína y desesperado porque sus existencias de metadona se le fueron al garete en el aeropuerto cuando se le cayó todo al suelo, así que estuvo más pendiente de conseguir nuevas drogas tan lejos de casa que de hacer su trabajo. Cuando regresaron a suelo británico y le pusieron las cintas a la gente del sello, oh, sorpresa, no habían grabado las voces. Terminarían dando forma a la obra como buenamente pudieron, pero los costes fueron tan exagerados que Wilson vio como Factory se iba a pique. 

Los días de los Mondays estaban contados y terminarían disolviéndose poco después. Shaun formó un nuevo proyecto a mediados de la década. Para Black Grape solamente reclutó a un miembro de su antigua banda. Se trataba de Bez, un tipo con muy buena química, en palabras del cachondo de Ryder.

De acuerdo, los Happy Mondays no dominaron el universo pop y, para muchos, cayeron en el olvido, sobre todo fuera de los dominios británicos, pero habían hecho su parte. A mediados de los ochenta, con el neoliberalismo salvaje y sus efectos destructores reinando, era necesario un soplo, casi un huracán de aire fresco. Los más jóvenes tenían que darle salida a unas inquietudes que parecían dormidas en medio de un panorama desolador y aburrido.

¿Que había buenos grupos?, por supuesto, pero debajo del suelo se movían otras inquietudes, apenas latentes, y algunas iban a poner más de un granito de arena para que el lado más hedonista y aparentemente falto de pretensiones del pop se diera la mano con las pistas de baile, produciendo la eclosión de la cultura rave. Y allí, en ese punto, encontramos a Shaun y al resto de gamberros de su pandilla. Seguramente los últimos que se irían a casa. Y, probablemente, no a dormir.

Anterior entrega: No depression, las raíces alternativas de Uncle Tupelo.

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