Parques nacionales españoles, de Alexanderplatz

Autor:

DISCOS

«Centra su trabajo en paisajes sentimentales, románticos, con envoltorios diversos, pero siempre con el peso de la tradición del género y la originalidad»

 

Alexanderplatz
Parques nacionales españoles
JABALINA, 2021

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Tras la desaparición de Klaus & Kinski, la carrera del artista murciano Alejandro Martínez se ha demostrado mucho más precisa y coherente con Alexanderplatz, al centrar su trabajo en paisajes sentimentales, románticos, con envoltorios diversos, pero siempre con el peso de la tradición del género y la originalidad para vestir las canciones de forma novedosa.

Así actúa, por ejemplo, con “Un tal vez rotundo”. De inicios, la electrónica domina todo, con músculo, a la manera de Depeche Mode, pero la canción gira de golpe hacia una melodía y una voz de una melosidad notable. Contraste que potencian los coros de película de los setenta. Es como si Camilo Sesto hubiera hecho un dúo con Tino Casal.

Hay, por supuesto, boleros de escuela cubana, con arreglos actuales, pero con sabor habanero, así es “Todo es verdad salvo alguna cosa” —escrito en forma de confesión, de carta hablada— o “Mausoleo”, todavía más canónico por la presencia de guitarras y el despliegue de cuerdas. En “Paseo por el río” incluso acaba el bolero en una especie de estándar a lo Sinatra, que nunca se calcó tan bien en la música española. Incluso llegan a rozar el flamenco en “Cinismo para las masas”, entre la calidez tropical y esa renovación de aires en los tablados que inauguraron Ketama en los ochenta y desde ámbitos más pop —como en esta canción — practicaron Claustrofobia.

Hay bossas como “Callejón de verbena y reyerta”, con burbujas dreampop, y también melodías embaucadoras de aire soft pop en “Spanien”. Modelos de los setenta que se traducen en esos encajes de guitarras en espiral de “Sindicato vertical de enterradores”, como hicieron los arreglos de Nilsson o Gilbert O’Sullivan, con un puente bien serratiano.

Bien diferente al resto del disco es el single “Isabel como Fernando”. Su densidad en la distorsión crea un perfume con aroma a glam, a T. Rex, con ese afán de llenar el espacio con nubes de piedra de las que salen guitarras y con melodías de chicle para acabar con motivos árabes. Todo ello, todo el disco, son canciones que de una manera u otra, por todos los costados, llegan al corazón. Y, en nuestros días, esa caricia es mucho más que necesaria.

Anterior crítica de discos: Casa, de Júlia.

Artículos relacionados